José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

2 Jul, 2021

Racismo en Estados Unidos

A diferencia de Iberoamérica, donde el mestizaje y la cristianización se dieron al llegar los primeros exploradores, Estados Unidos ha tenido una historia conflictiva de exterminio y discriminación, primero de indios autóctonos y luego de esclavos negros, esenciales para su sistema económico.

La Declaración de Independencia que afirma “que todos los hombres son creados iguales y dotados… de derechos inalienables como la Vida, la Libertad y la Búsqueda de la Felicidad (sic)” no pretendía que ello fuera cierto, sino que era un buen deseo de sus autores.

La razón para que tales derechos no pasaran de ser “aspiracionales” es que la unión de las 13 colonias inglesas de América no habría ocurrido de haberse condicionado a abolir la esclavitud, pues la economía de los territorios sureños dependía de plantaciones inviables sin esclavos.

Habrían de pasar 90 años para que los estados del norte tuvieran el poderío para ir a una guerra civil que, al fin, permitió abolir la esclavitud, pero que tuvo un costo en vidas y destrucción terrible y dejó a los estados del sur en ruinas por mucho tiempo.

Obviamente, allí no termina la historia, pues en la llamada Reconstrucción prevaleció en todo el país una marcada discriminación hacia los negros, en convivencia segregada mucho más marcada en el sur, a donde, de paso, reescribieron una historia gloriosa de su fallida secesión.

Tuvo que pasar casi otro siglo para que las leyes, las cortes y el gobierno federal forzaran el fin de los elementos más ofensivos de la discriminación racial en todos los órdenes: educación, salud, trabajo, libertad de movimiento y residencia, y acceso igual a los servicios públicos y privados.

Estados Unidos ha hecho un esfuerzo notable, aunque muchos opinen que fue tardío y exiguo, para eliminar la discriminación racial, que con el tiempo también se ha extendido a la exclusión por razones de género, edad, preferencia sexual y una larga lista de estilos “heterodoxos” de vida.

A pesar de ello, se viene fraguando hace tiempo una Teoría Crítica de la Raza, en la que académicos marxistas reemplazan la dialéctica de capitalistas y trabajadores con la de raza y clase social para crear una coalición revolucionaria de desposeídos.

Hay una serie de eufemismos desplegados por los proponentes de la Teoría Crítica de la Raza, como “equidad”, “justicia social”, “diversidad e inclusión” y “enseñanza culturalmente sensible” que soslayan el neomarxismo detrás de sus tesis y propuestas de acción, y que parecen, por demás, inocentes.

“Equidad”, por ejemplo, puede ser fácilmente confundido con “igualdad”, como se definió en los documentos fundacionales de Estados Unidos y fue codificado en la ley, las enmiendas constitucionales 14 y 15 y otros ordenamientos tendientes a evitar la discriminación. Pero “igualdad” es rechazado por los académicos de la Teoría Crítica de la Raza por ofrecer “camuflaje a la supremacía blanca, patriarcal y opresiva.”

“Equidad” para la Teoría Crítica de la Raza es la reformulación del marxismo que propone “suspender el derecho a la propiedad privada, expropiar la tierra y la riqueza acumulada para redistribuirla siguiendo criterios raciales”, según la profesora de UCLA Cheryl Harris.

Seguiré con este interesante y aterrador tema, relevante en México por la lucha de clases que atiza su gobierno.

 

El autor es consultor en economía y estrategia en Washington. D.C. y catedrático en universidades de México (ITAM)
y de Estados Unidos (Georgetown y American)

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