¿De dónde saldrán los recursos para tantos beneficios?

Prometer el oro y el moro, sin detenerse a cuantificar cuál será el costo de lo prometido ha sido la regla de observancia obligatoria en las campañas. Las promesas que implican un gasto, hechas en campaña se deberían cuantificar y acompañarse de la fuente de financiamiento correspondiente.
Opinión -
Prometer el oro y el moro sin detenerse en los pequeños detalles de la cuantificación de lo que costará lo prometido y sin precisar la fuente de donde vendría el recurso para financiarlo, ha sido la regla de observancia obligatoria en nuestras campañas.
Dinero

Desde siempre, los candidatos a puestos de elección popular han hecho de la promesa de otorgar beneficios sin distinción alguna, el mejor instrumento para obtener el voto ciudadano.

Prometer el oro y el moro sin detenerse en los pequeños detalles de la cuantificación de lo que costará lo prometido y sin precisar la fuente de donde vendría el recurso para financiarlo, ha sido la regla de observancia obligatoria en nuestras campañas.

Ayer, el peso estaba colocado en el qué; hoy, en muy pocas ocasiones, se habla ya de los cómos, pero lo que jamás se toca es la parte dolorosa del asunto la cual, han de pensar, lejos de dar votos, los quita: el con qué.

“¿Con qué ojos, divina tuerta?” dice la gente al escuchar una propuesta para la cual no hay fondos que permitan llevarla a la práctica; es lo mismo con los beneficios que los candidatos prometen hoy. Becas para todo aquél que estudia algo; pensión universal y servicio médico gratuito para los mayores de 65 años, y uniformes y libros de texto gratuitos para niños y jóvenes entre otros muchos beneficios, representan partidas presupuestales que deberían —como marca la ley— tener su propia fuente de financiamiento.

Al no saber de dónde provendrán los recursos para esos y otros beneficios a amplios grupos sociales —dadas las debilidades actuales del erario—, uno está tentado a exclamar: “¿Con qué ojos, divina tuerta?”

En tanto fuimos una economía cerrada, prometer y prometer sin cumplir tenía efectos cuyas consecuencias pocos entendían; además, el número de los que se atrevían a plantear públicamente el peligro que tal forma de hacer política representaba para la viabilidad del país, era aún más reducido.

La quiebra del modelo económico y los cambios que debimos realizar al abrir la economía en materia de finanzas públicas y otorgamiento indiscriminado de ciertos subsidios y beneficios “sociales”, nos llevó a justipreciar la necesidad de mantener la salud de las finanzas públicas y construir —poco a poco—, una nueva política de distribución de los recursos del erario.

Los avances recientes en la difusión masiva de información económica relevante, han empezado a dar como resultado una toma de conciencia en materia de asignación de los recursos públicos. Si bien esto es un proceso lento que parece no dar resultados concretos, no puede menospreciarse el nivel alcanzado.

Por ello, las promesas que implican un gasto hechas en campaña, deberían ser cuantificadas y acompañarse de la fuente de financiamiento correspondiente. Dicho de otra manera, “con qué ojos, divina tuerta” pagaremos lo prometido.

En el futuro, los candidatos deberían agregar al qué y al cómo, el temido con qué; de no hacerlo, exhibirían su irresponsabilidad y podrían, ahora sí, perder el voto en vez de ganarlo. El elector, se daría cuenta que en tanto no se le diga “con qué ojos”, la promesa sería un simple engaño.

A medida que aumenten los conocimientos del ciudadano —así fueren elementales— en materia de finanzas públicas y la asignación de partidas presupuestales, los candidatos deberán entender y aceptar que al qué y al cómo deberán agregar, so pena de perder votos, el hoy eludido con qué.

Por lo pronto, en esta campaña ya se salvaron de hablar del “con qué”; espero que en la próxima ya no.

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