Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

22 Sep, 2016

¿Bastaría hoy, para concluir algo, un solo indicador económico?

Una vez más regreso al tema de los indicadores –de índole diversa- los cuales, tomados en conjunto y en series de tiempo adecuadas al país analizado, ayudarían, efectivamente, a extraer conclusiones válidas, debidamente soportadas. 

Lo he dicho y repetido en varias ocasiones, que extraer conclusiones acerca de la fortaleza o debilidad de una economía con base en un solo indicador, más que un error, es una muestra del desconocimiento de lo que es el análisis económico o político-institucional, de éste o aquel país.

En la globalidad, la única constante es el cambio; verdad de Perogrullo la cual, por encima de la obviedad, es una regla que todo el que pretenda analizar la economía o la solidez institucional de un país, jamás debería olvidar. Este cambio constante obliga, otra perogrullada, a definir un conjunto de indicadores que reflejaría, al menos eso se pretendería con su conformación, la realidad del país en un momento o período determinado.

Por eso digo que, tomar un solo indicador como único fundamento para extraer conclusiones acerca de la economía o la institucionalidad de un país, sería una falta de objetividad, no se diga de profesionalismo. Para una plática con los amigos, lo anterior sería perdonable; sin embargo, vender como válida y debidamente soportada toda conclusión así extraída, no sería aceptable.

En consecuencia pues, podría argumentar que: cualquier estudio que pretenda determinar en un país, por ejemplo, el grado de Libertad Económica, nivel de Competitividad de su economía, el grado de respeto y vigencia del Estado de derecho y el Índice de Desarrollo Humano por ejemplo, implicaría, obligadamente, diseñar un conjunto de factores y subfactores frente al cual, la simple pretensión de querer concluir esto o lo otro con base en el valor o porcentaje de un solo indicador (la inflación observada en un periodo determinado, por ejemplo), sería una imperdonable tomadura de pelo.

Por otra parte, ¿qué pasaría si los problemas de ese país y su economía, en esa precisa coyuntura, fueren de índole política e institucional, más que económica? ¿De qué serviría una inflación baja para eliminar, de tajo, la posibilidad de que en ese país se esté viviendo una crisis, o el preludio de una?

Por ejemplo, ¿quién podría hoy, borrar de un plumazo las limitaciones estructurales de nuestra economía (resultado de un andamiaje jurídico caduco, útil para el México de los años treinta del siglo pasado), exhibiendo sólo el comportamiento de la inflación acumulada estos últimos doce meses, por ejemplo?

¿Quién podría ser tan obtuso –analíticamente hablando–, para desechar la necesidad de tomar en cuenta el comportamiento de índices relacionados con la rigidez laboral y las dificultades para hacer negocios y constituir empresas, y concluir que en ese país no hay crisis alguna dando, únicamente, el dato de la inflación como prueba irrefutable?

La complejidad que enfrentamos hoy, es multifactorial; ¿cómo entonces insistir, que bastaría un solo indicador para concluir que todo marcha bien y no hay crisis, ni asomo de ella?

Esto último es lo importante; lo demás, ¿pereza intelectual, o simple necedad?

Síguenos en Twitter @DineroEnImagen y Facebook, o visita nuestro canal de YouTube