Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

16 Ene, 2020

¿Cómo enfrentará lo que se ve venir?

A medida que pasan los meses, y los datos económicos y de la situación de las finanzas públicas son dados a conocer por el Banco de México, el Inegi y la Secretaría de Hacienda, los inversionistas —locales como del exterior— muestran preocupación por el desempeño de la economía este año que recién ha comenzado.

A aquélla, se unen las opiniones de ejecutivos de las calificadoras que en estos días ya dan casi como un hecho la rebaja de la calificación de la deuda de Pemex y, en consecuencia, también de la deuda soberana.

Si bien los pronósticos del comportamiento de variables como el Producto Interno Bruto tienen para muchos algo de magia, la verdad es que los rangos que dan algunas instituciones están muy cerca de lo que se observa. De ahí que, aun cuando dichos pronósticos no son algo exacto para darlos como un hecho, sí son un buen insumo para la evaluación de algunas decisiones de inversión.

Los datos del empleo formal del año que recién terminó son, por decir lo menos, preocupantes; el empleo formal es, para miles de mexicanos, el indicador non para medir su satisfacción con la situación imperante. Tener un empleo formal o no es, para no pocos, la vara con la que miden el desempeño de un gobierno. En consecuencia, cada gobierno busca que el PIB crezca a tasas altas por periodos prolongados con miras, algo legítimo en toda democracia, a mantener la simpatía del ciudadano.

Hoy, si nos atenemos a los pronósticos a la fecha conocidos del comportamiento esperado para el PIB de este año, el 2020, la creación de empleos formales posiblemente ronde los 400 mil, lo cual, al unir esta cantidad con la alcanzada el año que recién terminó, habría un déficit muy alto frente a la masa laboral que cada año se incorpora al mercado laboral.

Crecer y crear empleos formales se convierte entonces, en los indicadores que a los ojos de millones de ciudadanos determinarán su calificación y de ésta dependería, indubitablemente, la entrega de su voto en la próxima elección.

Otro aspecto que no debe dejarse de lado, es el que tiene que ver con los ingresos del erario; a mayor tasa de crecimiento, mayor es el número de empleos formales creados y mayor el consumo y por ende, mayor la demanda.

En consecuencia, al caer el crecimiento —como fue el caso el año que recién terminó—, la captación de recursos por concepto de ISR e IVA son menores a lo proyectado y, es aquí donde los programas gubernamentales podrían sufrir recortes, decisiones que a ningún gobierno gustan.

Si a lo registrado el año 2019 se agregare un año 2020 de bajo crecimiento, el gobierno enfrentaría una situación no fácil en materia presupuestal; de ahí que la pregunta surja desde ahora: ¿cómo enfrentaría y resolvería el gobierno este faltante? ¿Con más recortes a éste o aquel programa, o elevaría el nivel de endeudamiento?

Dados los pronunciamientos del Presidente en repetidas ocasiones en relación con la negativa a elevar los impuestos vigentes, crear nuevos o elevar la deuda, la única salida sería entonces, no otra que los recortes.

De ser esto último, ¿cómo lo tomarían los electores que dieron su voto al actual Presidente?

 

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