Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

12 Mar, 2020

¿Cómo y con qué lograremos todo eso?

Un sueño frecuente que los mexicanos solemos tener —sin estar dormidos, pues soñamos despiertos— es recitar una lista interminable de lo que anhelamos. Esos anhelos —las más de las veces sin sustento alguno— forman un largo rosario de qués.

¿Qué queremos, y qué deseamos nos sea dado por el poderoso en turno? ¿Qué queremos en educación y salud, y en seguridad y justicia? ¿Y en empleo y vivienda? ¿Qué tal lo que queremos en infraestructura? Así podría seguir preguntando qué queremos y los mexicanos, sin dudarlo, responderíamos con un nuevo qué sin preocuparnos por algo más. Nuestro futuro, casi siempre se reduce a soñar con los qués.

Esta forma de ver la vida —qué queremos tener, qué queremos se nos dé y así hasta el infinito—, es resultado natural de un sistema de cooptación y manipulación construido desde los años 30 del siglo pasado; ese lastre perverso lo llevamos, entre todos —pedigüeños y dadores de todo tipo de dones— a un nivel de perfección tal, que aún hoy, por encima del nivel educativo y la experiencia de vida de cada uno, nos aferramos a ese mundo perverso de los qués.

Hoy, lo aceptemos o no, de cualquier grupo que exige —pacífica o violentamente— satisfacción plena de sus demandas, lo único a esperar de quienes lo integran sería una lista interminable de qués. Unos pocos de estos serían razonables; sin embargo, las más de las veces estaríamos ante exigencias que sólo alguien fuera de la realidad podría haber imaginado.

En otros países, cuya historia política y cultura democrática es resultado de procesos de desarrollo cultural completamente diferentes a los nuestros —por no decir opuestos—, suelen ir más allá: plantean el qué, pero lo acompañan del cómo y en no pocas ocasiones, del con qué.

Estas dos preguntas (¿cómo hacerlo?, y ¿con qué hacerlo?) están fuera de nuestra comprensión; nunca imaginamos que todo qué debe estar acompañado del cómo y al final, inevitablemente, del con qué. En tanto los mexicanos no entendamos la necesidad de pensar así: “qué-cómo-con qué”, las cosas seguirían como a la fecha.

Esta dependencia al poderoso y las dádivas, nos lleva a ver la vida social y la relación con el gobierno y lo público en general, como niños de pecho. Además, es tan democrática esa visión, que a nadie elude. Es, casi sin excepción, propia del jodido y del más encumbrado hombre de negocios; del mexicano analfabeto y del ilustre intelectual cubierto de honores y premios; y del más apático ciudadano como del más aguerrido y combativo activista.

Todos estamos siempre listos para exigir se nos conceda lo que queremos (EL QUÉ), sin ir más allá. Hoy mismo, después de los sucesos del domingo y del lunes, escuchamos a mujeres valientes e informadas y de alto nivel educativo y años de experiencia en la lucha política, decir a quien quisiera escucharlas qué querrían les fuere concedido —o cuando menos modificado—, por ejemplo, en la procuración e impartición de justicia y en seguridad.

Sin embargo, ¿escuchó usted un cómo, un con qué? ¿Acaso lo exigido se obtendría mágicamente? ¡Claro que no! Sin embargo, tal parece que así queremos las cosas: Por arte de magia.

 

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