Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

20 Jun, 2019

¿Cuántos más se atreverán?

A medida que las pifias se acumulan, sin ser producto de una acción concertada, brotan poco a poco los reconocimientos de quienes habiendo votado por López el 1 de julio de 2018, hoy aceptan sin eufemismo alguno que se equivocaron rotundamente. Unos van más allá, y ofrecen disculpas por el daño causado con su decisión de entregar el voto al que se ha convertido, indubitablemente, en un verdadero peligro para México y su economía, y también para la estabilidad política del país.

Si bien es imposible maquillar siquiera el desastre que es la gobernación que estamos padeciendo, muy pocos son aquellos quienes, a la fecha y sin reticencia alguna, ya reconocieron su error: votar por López.

Esto que vemos —negarse a reconocer que el voto fue entregado a quien no lo merecía—, dice más de nosotros que decenas de textos.

Primero, ¿por qué esa pereza intelectual para analizar —así fuere superficialmente— a uno y otro candidato? ¿Por qué la renuencia a reunir elementos de lo que cada uno propone y compararlos para extraer conclusiones de su viabilidad?

El ciudadano que hemos formado desde 1929 es, antes de cualquier cosa, un elector conformista; éste, siempre dependiente del poderoso que con sus promesas incumplibles mata cualquier inconformidad, otra vez repitió lo aprendido: votar sin analizar, por inercia. Admitámoslo entonces, cosechamos lo sembrado.

Dado el arraigo de una visión complaciente del elector hacia partidos y candidatos, bien nos haría aceptar que es imposible que alguien pudiere cambiar —en un corto tiempo— su visión de la política, los partidos, candidatos y en general, su rechazo enfermizo a una participación ciudadana activa; todo ello, lo aceptemos o no, está soportado en lo que bien hemos aprendido a lo largo de decenios: dejar la política en manos de unos cuantos mientras que nosotros, conformistas irredentos y perezosos intelectuales, nos conformábamos con migajas.

Ahora bien, de coincidir conmigo en lo antedicho, le pregunto: ¿qué esperar para los años 2021 y 2024 en materia electoral? Es más, ¿qué esperar para 2021, de quienes ciega y acríticamente entregaron su voto a López y sus candidatos? ¿Acaso es viable pensar en centenas de miles o en millones de electores que reconocerán de buen grado —en los próximos meses— el error cometido al votar por López en la elección del año 2018?

En los días que corren, al igual que ayer y anteayer, con poco nos conformamos y con muy poco nos ilusionamos; la aceptación de haberse equivocado por parte de Susana Zabaleta y un puñado de famosos de haber votado por López nos ha llevado a pensar que la mazorca se va a desgranar y pronto serán cientos de miles o millones los que seguirán su ejemplo.

Nada más alejado de la realidad que nos espera; no hay base alguna para afirmar eso que parece, más que un pronóstico serio, una ilusión juvenil. En la política real no hay milagros; entendámoslo y empecemos a trabajar en serio para que allá por el 2030, posiblemente, derrotemos la estupidización política que nos apabulla que empezó a gestarse allá por los años treinta del siglo pasado.

No soñemos, mejor trabajemos.

 

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