Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

23 Ene, 2020

Dado lo visto a la fecha, ¿qué esperar?

Muchas son las aportaciones que los latinoamericanos hemos dado al mundo; no sólo en materia de productos alimenticios sino en otros campos. Uno de éstos es, sin duda, el arte de gobernar o, si lo prefiere, la práctica de gobernar o la gobernación.

Los estilos de gobernar han ido del populismo marcado por la tragedia, como fue el caso de Getúlio Dornelles Vargas (cuyo suicidio en agosto de 1954 en respuesta a las amenazas golpistas, terminó una etapa marcada por las transformaciones de la economía brasileña), a la frivolidad y la corrupción ofensiva.

En otros casos, lo que ha distinguido al gobernante ha sido su “incapacidad mental para gobernar” como el caso del presidente Bucaram, a quien el Congreso de Ecuador destituyó después de haber llegado a la conclusión aquélla.

En otros, si bien no se les destituyó a pesar del desastre económico causado por sus desatinos y ocurrencias, junto con la ignorancia para la gobernación, pasaron a la historia como ejemplos de lo que un gobernante no debe hacer y menos ser. Personajes como Perón y Evita y posteriormente su viuda Isabelita son, quizá, los casos más acabados de la megalomanía y la corrupción desenfrenada al amparo del poder. Hoy, hay una pareja que parece un clon barato de aquéllos: Daniel Ortega y Rosa Murillo en Nicaragua.

Por otra parte, hay un sinnúmero de casos que tienen que ver con la frivolidad personal mezclada con la corrupción. Collor de Melo en Brasil y Menem en Argentina serían buenos ejemplos; también, López Portillo y Peña en México no interpretarían mal las vernáculas. En lo que tiene que ver con los delirios de grandeza, el primer lugar se lo llevaría, sin duda, Fidel Castro y más recientemente, Chávez y su burda copia, Nicolás Maduro.

Larga sería la lista de quienes han mostrado al mundo, desde América Latina, que no es necesario darle muchas vueltas a los modos para hacerse del poder: el clásico golpe con el apoyo del Ejército, y a gobernar dictatorialmente. En este rubro, tanto Argentina como Brasil y Chile son buenos ejemplos y, antes, los Somozas y los Trujillos hicieron escuela.

Sin embargo, al paso de los años y no pocas luchas democráticas, las cosas parecen haber dado un vuelco y hoy, si bien ya no se ven los clásicos golpes de Estado perpetrados por militares, las ideas populistas han regresado fortalecidas y apoyadas en las nuevas técnicas de manipulación política e ideológica.

Aquellas ideas, bien conocidas en Latinoamérica desde hace años, hoy han producido iluminados que se sienten tocados por el dedo divino que les ordenó salvar a sus pueblos. Esto, que parece guión de serie televisiva, es realidad en algunos países de la región.

Los modos de estos gobernantes dejan ver, con su estilo de gobernar, una falsa convicción religiosa mezclada con dosis de un burdo sarcasmo que busca, infructuosamente, hacerlos simpáticos o chistosos, pero se quedan en lo ridículo.

Trivializar la gobernación es, quizás, lo que identifica a estos nuevos gobernantes; sin embargo, eso es en la superficie porque en el fondo, lo que en realidad los identifica son sus inclinaciones autoritarias. Pobres de nuestros países.

 

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