Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

28 Ene, 2020

¿En verdad piensa que esto seguirá siempre?

 

Una de las ideas más arraigadas en no pocas sociedades –todavía en los tiempos actuales–, es la de la permanencia eterna del estado de cosas en el cual nos desenvolvemos.

De manera natural, en la misma medida en la que el conocimiento de las personas es bajo, se tiende a creer (nunca usado de mejor manera este verbo) que lo que vemos y la forma en la que vivimos ha sido así desde siempre.

A medida que los sistemas de educación –tanto públicos como privados– se popularizan y los años de escolaridad aumentan, aquella inmutabilidad o permanencia eterna del estado de las cosas que vemos, cae hecha pedazos.

Ni siempre ha sido así, ni siempre será así.

Sin embargo, hay aspectos dentro de las experiencias de las personas que, por diversas razones, las hacen creer o considerar que lo que les pasa en determinado momento de sus vidas permanecerá inmutable, que durará por siempre.

Aquí estamos ante algo diferente en cuanto al tiempo. No es  lo mismo pensar que todo ha sido así siempre, que afirmar que lo de ahora siempre será así.

Dicho de otra manera, no pocos creen que lo que ven siempre ha sido así y otros, no pocos también, creen que lo que ven hoy durará por siempre.

Esto último es muy frecuente en los programas mal llamados sociales que consisten, básicamente, en dádivas en efectivo y/o en especie que gobiernos populistas e irresponsables llevan a cabo, con miras a cooptar a buena parte de los habitantes de sus respectivos países para que, en futuras elecciones, les entreguen su voto.

México, durante más años de los que la prudencia y el buen manejo de las finanzas púbicas aconsejaban, ha padecido gobernantes que han actuado de esa manera.

No les ha interesado construir ciudadanía sino ciudadanos zombis; castrados en lo que se refiere a su capacidad analítica y consciencia cívica para exigir sus derechos y criticar al gobernante que falla permanentemente en su encargo.

En pocas palabras, esos gobernantes buscan, con el uso perverso de los recursos públicos, comprar voluntades en vez de estimular el fortalecimiento de la capacidad de decidir del ciudadano en el mejor de sus intereses.

Aquí y ahora, esa ambición alcanza límites impensables en nuestro país, una nación que abrió su economía hace más de treinta años, incorporándose a la globalidad.

Las prácticas clientelares que hoy padecemos son, simplemente, la réplica burda de lo padecido en los años del partido casi único.

Esas prácticas, prostituidas para buscar votos mediante el uso irresponsable y dispendioso de los recursos siempre escasos, representan una amenaza a la salud de nuestras ya débiles finanzas públicas.

Además, para empeorar las cosas, millones de mexicanos que han hecho de la dádiva y el subsidio su modus operandi para sobrevivir sin trabajar, están convencidos de que esos mecanismos durarán por siempre.

Nada más alejado de la realidad que enfrentamos y enfrentaremos. De ahí que creer ciegamente que el gobierno actual mantendrá sus programas del malestar los años que le faltan, y el que le siga hará lo mismo, no pasa de ser una ingenuidad.

 

Por eso le pregunto a usted, ¿qué haremos cuando la realidad nos alcance, y sea imposible seguir tirando dinero con miras a obtener el voto de millones? ¿Reconoceremos que nos equivocamos?

 

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