Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

1 Dic, 2020

¿No enterarnos nos hace felices, felices, felices?

¿Qué tanto le interesa a usted “la cosa pública”? ¿Está consciente del impacto que tienen en su vida cotidiana —particularmente en su nivel de ingreso y en la seguridad de su persona y patrimonio— las decisiones que toma el Poder Legislativo y, por supuesto, el gobierno en turno, sea éste del orden federal, estatal o municipal?

Si respondiere que sí está consciente de aquel impacto, ¿por qué, entonces, no hace lo más mínimo por informarse? ¿A qué se debe que decenas de millones de mexicanos desconozcan incluso el nombre de su diputado federal y del local? ¿Qué factores influyen en usted para rechazar, sin análisis alguno, todo lo relacionado con la actividad política y los partidos?

Ya entrados en gastos, ¿a qué se debe el rechazo, que raya en el odio enfermizo, a todo político, sin mediar siquiera en el más mínimo análisis de su trayectoria y resultados en los puestos ocupados?

Otro elemento a considerar, el cual contribuye de manera importante a que los partidos nominen como candidatos a personas impresentables, sin la menor preparación en materia legislativa, es la renuencia de los ciudadanos —consecuencia natural de lo dicho en los dos primeros párrafos— a incorporarse a algún partido y, desde ahí, ya como militantes, defender la obligación de designar a los mejores, no a los beneficiarios de componendas y complicidades.

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Por si faltare algo a nuestra incultura cívica y democrática, debo agregar el desconocimiento total de decenas de millones de mexicanos del papel y funciones de los legisladores, sean estos diputados o senadores. Por una tergiversación que los mismos legisladores han estimulado, los ciudadanos los ven como simples gestores de fondos, por no decir coyotes.

¿Quién es el responsable (o los responsables) de esto que podríamos llamar “el gran atraso democrático” de la sociedad mexicana? ¿Únicamente los políticos y sus partidos? ¿Qué decir de los ciudadanos mismos, debido a su inclinación a solicitar dádivas del poderoso en turno y, a cambio de ellas, entregar ciega y acríticamente el voto? ¿Se podría incluir en esto de la responsabilidad arriba señalada al sistema de educación que imparte el Estado que busca, esencialmente, formar siervos, no ciudadanos?

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Hoy, una de las consecuencias más crueles de lo que planteo es la respuesta reciente del Presidente ante el estudio de Bloomberg donde, sin eufemismo alguno, fuimos colocados —en una muestra de 53 países— en el lugar 53. México es, según el estudio, el peor lugar para vivir hoy en cuanto a enfrentar la pandemia se refiere.

La respuesta del Presidente fue, sin el más ligero maquillaje, la utilización perversa de la realidad descrita en los primeros párrafos: (Los mexicanos) “ni se enteraron” (de ese estudio).

La crudeza de la respuesta exhibe, en unas cuantas palabras, por qué los políticos mantienen a millones de mexicanos en un estado de embrutecimiento intelectual que les permite manipularlos a su antojo.

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¿Qué pensaremos los mexicanos de esa respuesta, que nos coloca en un estado de valemadrismo peligroso ante la dolorosa realidad que enfrentamos? ¿Acaso eso es lo que nos tiene tan felices?

 

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