Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

25 Jun, 2020

¿Por qué el desprecio de la ley?

Una característica importante, que define e identifica a cualquier gobernante populista y/o autoritario, es el deprecio que exhibe de toda ley o norma que interfiera en su sueño de opio: Lograr a toda costa, en el país que gobierna, el control absoluto de todo y de todos.

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¿A qué se debe ese desprecio de la ley, y por qué el rechazo obsesivo —casi enfermizo— de las normas que buscan, al menos ése fue el propósito del legislador al aprobarlas, una convivencia civilizada y el fortalecimiento democrático?

¿Acaso es su temor a las prácticas democráticas lo que lo lleva a satanizar toda norma y buscar, a como dé lugar, abrogarla? ¿Es el pánico al organismo autónomo, porque éste podría frenar sus ambiciones autoritarias y permanencia indefinida en el gobierno? ¿Por eso busca desprestigiarlo —sin recato alguno— y ya débil, cancelada de facto su autonomía, desaparecerlo?

¿Por qué tan pronto y fácilmente olvidó la vía mediante la cual fue elegido? ¿Únicamente para eso le sirvió el voto ciudadano? ¿Para llegar al poder y desde ahí, entronizarse como gobernante; si no personalmente, sí por interpósita persona? El tema no es sencillo ni tiene respuestas simples.

La historia de cada sociedad y la consciencia ciudadana y democrática en cada país dejan siempre, sin pretenderlo, una vía —o si lo prefiere, una rendija— con la cual, el autócrata con piel de demócrata cancela toda vía democrática y se convierte en dictador.

Si bien en América Latina no pocos países han visto surgir y consolidarse procesos de cancelación democrática —Cuba, Venezuela y Nicaragua, entre otros—, las cosas no les han salido tan bien y tan fácilmente. Bolivia, Ecuador y Argentina son, entre otros, ejemplos fallidos.

Lo que sí es un éxito rotundo, innegable por lo evidente, es que cada caso exitoso de abolición de la democracia, con su correspondiente instauración autoritaria, termina en la ruina total de ese país. Bastaría, para comprobar lo anterior, voltear a Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Finalmente, quedaría en el plano personal, hay una pregunta por resolver: ¿Qué explicaría la conducta del que por años buscó “llegar” mediante la vía democrática al gobierno para, una vez logrado esto, usar de inmediato la democracia para acabar con ella e instaurar una dictadura?

¿Ésa era, siempre, su verdadera intención? ¿Durante años fingió ser un demócrata para, una vez logrado su objetivo mostrarse como lo que siempre fue, un autócrata aspirante a dictador? ¿Qué explica esta perversidad que lo llevó, por años, a esconder su verdadero carácter e intención real?

¿Qué dirían los sicoanalistas, de tener la oportunidad de estudiar a varios de esos gobernantes? ¿Imagina los diagnósticos, de haber tenido la oportunidad de analizar a los Castro, a Chávez y Morales y a los Kirchner y Correa y hoy, entre otros, a Maduro, Ortega y Murillo y por qué no, a López y Trump?

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Hoy, a pesar del peligro que corre México, la intentona de restauración autoritaria no atrae la atención ciudadana; ¿qué explica esa apatía? ¿Acaso el mexicano disfruta ser un siervo, en vez de ser un ciudadano libre y responsable? ¿Es ésa nuestra desgracia?

 

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