Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

18 Feb, 2020

¿Por qué nadie habla de la caída de la fertilidad?

Quise dejar pasar unos días para que las aguas recuperasen su nivel y las opiniones vertidas, las más de las veces repetición burda de lugares comunes en materia de pensiones, se perdieran en el alud de nuevas tonterías con las cuales, mañanera tras mañanera, pretenden apabullarnos y acabar con la poca capacidad analítica que nos queda.

En el tema de las pensiones y sus efectos, los cuales se dejan sentir prácticamente en todos los ámbitos de la vida del país y la sociedad, hay que tener mucho cuidado cuando se hable de él porque, al dejar de lado elementos centrales de la grave situación de aquellos, lo afirmado carece de toda objetividad.

En materia de sistemas de pensiones, pues, hay dos elementos que, quien quiera opinar de ellos, debe, obligadamente, tomar en cuenta: el primero es la caída brutal de la fecundidad (número de hijos nacidos vivos por mujer durante su vida fértil), junto con el elevado crecimiento (tanto en términos relativos como absolutos) del grupo etario de los mayores de 65 años.

El segundo es lo que se conoce como dependencia en materia demográfica o, dicho de otra manera, cuántos son o qué porcentaje representan los habitantes de entre 15 y 64 años de un país frente a los dos grupos que dependen de ellos: los menores de 15 años y los que tienen 65 años o más.

Una vez que observamos la pirámide demográfica donde se muestran estos tres grupos, –mejor aún si tenemos una serie con las pirámides de los últimos veinte o treinta años para  ver el cambio sufrido por dichos grupos– podremos tener una idea clara de la gravedad y profundidad de lo que los demógrafos llaman “envejecimiento demográfico”.

Una vez comprendida esta gran transición, el tema de las pensiones y su falta de sustentabilidad financiera aparece con una claridad meridiana.

Por otra parte, frente a la gravedad que hoy es más que evidente, ¿por qué nadie toca el tema de la caída brutal de la fecundidad y la necesidad de detenerla para que, una vez logrado esto, empecemos a regresar al nivel de la tasa de reposición (2.1 hijos nacidos vivos por mujer)?

La razón de este ninguneo –de los que conocen del tema y callan–, es por corrección política. Piensan que, al alertar de la caída del número de hijos por mujer y promover detenerla para luego elevarla al nivel de la tasa de reposición, serían acusados de estar a favor de las posiciones de la Iglesia católica y de ciertos grupos calificados como La Mochería.

Los otros, no obstante ignorar todo del tema, pontifican sin recato alguno. Hablan para lucir conocedores cuando, en realidad, sus dichos exhiben la total ignorancia del tema demográfico que es, finalmente, lo que subyace al problema de los sistemas públicos de pensiones. Ante tanta ignorancia, ¿qué hacer entonces y quién debe hacerlo?

¿Acaso el tema y la gravedad del mismo, sumado a su impacto negativo en la salud de las finanzas públicas, no ameritan una campaña masiva desde el último año del nivel educativo medio superior y los primeros semestres del superior?

 ¿Por qué la renuencia a alistar al que, en pocos años, se incorporaría al mercado laboral en lo que sería preparar su futuro, es decir, su pensión?

 

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