Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

16 Jun, 2020

¿Qué necesitamos para convencerlos?

¿Ha discutido alguna vez con una persona extremadamente desconfiada o necia? ¿Qué lo impulsaba a seguir ofreciéndole argumentos que, según usted, demostrarían, sin espacio para la menor duda, que lo que afirmaba era correcto y, por supuesto, cierto? ¿Acaso su insistencia buscaba convencer al otro para presumir al otro día que había convencido a quien se juzgaba imposible de convencer?

Hubieran sido las que hubiesen sido las razones de su insistencia, una cosa habría quedado clara: Era imposible convencer al otro. Por ello, la mejor salida era desistir porque, dada la tozudez e ignorancia total del otro en cuanto al tema discutido, no dejaba otra salida.

Además, causa no menor en no pocos casos, se habría evidenciado durante la discusión la total incapacidad intelectual del otro para comprender argumentos —por sencillos que fueren—, por lo cual, seguir era una pérdida de tiempo.

¿A qué viene lo anterior? ¿Acaso reflejan —con ajustes menores— lo que hoy vive alguien interesado en convencer a un seguidor del presidente Andrés Manuel López Obrador?

¿Acaso es algo parecido a lo que experimenta alguien que desea convencer al otro de las causas y causante del desastre económico en el que estamos hoy?

Es más, ¿conoce usted a alguien que se hubiera atrevido a discutir con el Presidente las causas por las cuales la economía está hecha pedazos? 

¿Sabe usted de alguien, además del doctor Urzúa, que hubiera decidido correr ese riesgo? Por ejemplo, ¿tendría alguien prueba alguna que demostrare que el actual secretario de Seguridad hubiese cuestionado “la estrategia” de abrazos, no balazos y de la chancla redentora? ¿Sabe alguien si el extraviado secretario de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural cuestionó, en su momento,  la absurda decisión de restablecer los precios de garantía para cuatro productos agrícolas?

De ser negativa la respuesta a las preguntas anteriores, ¿significaría, entonces, que usted tendría una idea clara de por qué estamos en la actual situación económica y política? Por otra parte, nada nuevo diría si afirmare que una discusión debidamente sustentada, de posiciones y alternativas diferentes ante un problema específico, es lo que ayuda a encontrar la mejor solución.

Esto, verdad de Perogrullo, de haberse llevado a cabo antes de tomar la decisión de Dos Bocas, ¿habría  permitido que avanzara  dicha ocurrencia?

¿Y si el tema a discutir hubiese sido el Tren Maya y decenas de decisiones más?

Hoy, afirman algunos, ya no hay regreso posible, dígase lo que se diga. Esto, afirman, es válido para las tres grandes ocurrencias, así como para buena parte de los programas del Malestar.

Para nada les importa el daño causado a las finanzas públicas. No comparto, en modo alguno, esa posición, lo vemos hoy con el despilfarro que significa la cancelación del NAIM. Finalmente, todo capricho producto de la soberbia presidencial implicará una erogación, como en el caso del NAIM, con un absurdo añadido: pagaremos el aeropuerto sin tenerlo.

 

 

Por último, en relación con la discusión mencionada, ¿piensa usted que debamos seguir intentándolo? ¿Valdría la pena el coraje y, a veces, la pérdida de la amistad? No sé usted, pero yo, soy de la idea de que sí vale la pena.

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