Edgar Amador

Edgar Amador

12 Jun, 2023

China: la sorpresiva amiga contra la inflación

Si una frase puede describir a la economía es aquella que reza que “no se puede todo en esta vida”. En muchas economías del mundo, luego de casi dos años de arduo combate, la inflación está penosamente cediendo: con vaivenes, vacilante. Pero uno de los factores detrás de las buenas noticias no es del todo halagüeño: quizá la decepcionante economía china se encuentre detrás de la caída en los precios de la energía y las materias primas más importantes, cuya debilidad ha ayudado a que las cifras recientes de inflación sean tan alentadoras en un conjunto de países. Pero una economía china débil no es algo muy bueno que digamos.

La semana pasada los precios al productor para mayo en la segunda mayor economía del mundo registraron su octava lectura negativa al hilo, cayendo 4.6 por ciento. Las cifras decepcionaron a los economistas luego de que el PIB del primer trimestre mostró señales de vitalidad, por lo que la fotografía proveniente del coloso asiático no es brillante, sino que, al contrario, sugiere desánimo y estancamiento.

Algunos antecedentes ayudarán a entender por qué está siendo tan difícil para China reactivar a su economía luego del parón que significó la pandemia de Covid y sus distintos rebrotes.

La historia empieza con la gran crisis financiera del 2008-2009, que hundió en una profunda recesión a las principales economías del mundo, con una salvedad: China. La segunda mayor potencia económica del planeta logró crecer en medio de la gran recesión gracias a una política de estímulos fiscales y monetarios dirigidos a inflar los sectores inmobiliarios y exportador, y mantener el acelerado crecimiento que el dragón chino venía manteniendo los treinta años anteriores.

La estrategia funcionó durante un tiempo considerable, pero aún antes de que el Covid irrumpiera en la economía global en 2020, enviándola a una profunda recesión, la economía china mostraba ya signos de agotamiento: el auge inmobiliario y exportador inducido había creado un exceso de capacidad que no encontraba la suficiente demanda, ni interna ni externamente.

La pandemia y sus secuelas económicas, comerciales, militares y geopolíticas han disminuido los mercados externos de China, y los millones de metros cuadrados sin compradores en el mercado doméstico están arrastrando con su peso al resto de la economía de ese país, que no ha acertado a crecer a los niveles previos a la pandemia.

No es algo nuevo. Pasó tras la crisis financiera de 2008-2009 en Estados Unidos y Europa. Cuando el sector inmobiliario se desinfla crea un efecto riqueza pernicioso y duradero que ancla la recuperación del mercado laboral y otros. Conviene recordar que tras 2009 la tasa de desempleo de Estados Unidos demoró más de una década en volver a los niveles que existían previos a la crisis financiera.

La recesión de la pandemia Covid no pinchó burbuja de activos alguna. Antes bien, las infló de nuevo en la forma de alzas en los precios de las acciones y de las casas. Tras el disparo dramático del desempleo en el segundo trimestre de 2020, el mercado laboral en casi todos los países del mundo goza ahora de condiciones históricamente apretadas en términos del balance de su oferta y demanda.

China parece estar sufriendo algo similar al malestar que padecieron los Estados Unidos y Europa tras el pinchazo de sus burbujas inmobiliarios, con una economía que le cuesta mucho arrancar de nuevo.

Mientras que el resto del mundo batalla contra la inflación, en China la inflación anual registra apenas 0.2 por ciento, muy por debajo del objetivo de 3 por ciento, en un contexto en donde incluso los recortados pronósticos de crecimiento han decepcionado por su debilidad.

La flaqueza china tiene efectos de largo alcance. Basta algunos ejemplos. Tras la divulgación de datos recientes los precios del cobre cayeron a sus mínimos de seis meses ante la perspectiva de la menor demanda de la industria de ese país. En el mercado petrolero, por ejemplo, ni dos rondas de recortes de producción han logrado enderezar el precio del barril ante la debilidad de las compras de Beiging.

La demanda china es la más importante fuente en los mercados de materias primas y de energía, por lo que la debilidad que hemos visto en el último semestre en estos mercados responde en buena parte al malestar en el segundo mayor mercado del mundo.

Pero, abusando de la frase, no hay bien que por mal no venga. La baja en energéticos y materias primas ha logrado abatir a las tasas de inflación general de un amplio conjunto de países, entre ellos Estados Unidos, en donde menores precios de gasolina, de gas y de electricidad han contribuido a la baja sensible de los precios al consumidor, trayendo buenas noticias para los bancos centrales.

Con los menores precios de la energía se han podido comenzar a anclar los precios de otras mercancías e incluso de servicios, creando un momento favorable para las perspectivas inflacionarias en el corto y quizá en el mediano plazo.
Nadie sabe para quien trabaja, y en este caso, la penuria económica china, que se está convirtiendo en una preocupación política para su élite gobernante pues el actual ritmo de crecimiento no basta para absorber las nuevas entradas al mercado laboral, del otro lado se ha revelado como la mejor amiga de los bancos centrales en contra de la inflación.

 

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