Edgar Amador

Edgar Amador

8 May, 2023

Guacamole: Tesla, David Ricardo y el T-MEC

Uno de los padres fundadores de la economía, David Ricardo, propuso uno de los principios que siguen aplicando con convicción en las complejas sociedades modernas: el de las ventajas comparativas. Las naciones, decía Ricardo, deben de dedicarse a lo que mejor saben hacer, y al hacerlo, todas las economías ganan. Uno de los mejores ejemplos es el guacamole y el T-MEC. El guacamole que nos comemos diariamente es ricardiano.

Hay tantas recetas del guacamole como familias mexicanas existen, pero la básica incluye aguacate, ajo, limón, sal, y chile, los cuales se mezclan para lograr el producto delicioso que solemos comer con totopos.

El suelo y el sol mexicanos son propicios para producir el aguacate, el limón y el chile. El ajo puede ser producido en México o Estados Unidos, al igual que la sal, pero los totopos suelen hacerse a partir del maíz cultivado en Estados Unidos.

La clave para entender nuestro guacamole es la productividad. En agricultura este indicador puede estar influenciado de manera significativa por las dotaciones naturales de suelo, sol y agua: el aguacate y el chile son productos que parecen amar nuestro territorio, y en pocos lugares florecen como en México, y en menor medida, en el sur de Estados Unidos.

No únicamente la cantidad cuenta, en el caso del guacamole, por ejemplo, los consumidores van a demandar el sabor inherente a los productos mexicanos. Pero los totopos son otra historia, pues en este caso el rendimiento para obtener la mayor producción de maíz al menor costo es la variable más importante.

En este sentido, la productividad de las planicies estadounidenses, regadas por la cuenca del Mississippi-Missouri, son una de las tierras más productivas para la producción de cereales y granos, incluyendo el maíz del cual se pueden producir los totopos.

Los agricultores de Norteamérica, siguiendo el principio de ventajas comparativas, distribuyen la producción de los insumos para el guacamole en las zonas más adecuadas. No se van a producir aguacates en Iowa, ni maíz para totopos en Uruapan.

La dilatada longitud de Norteamérica, que se extiende desde el polo norte hasta los trópicos, le otorga una ventaja comparativa notable frente a otras zonas agrícolas, como Europa y las planicies rusas, y ucranianas, en donde el predominio del clima templado limita la variedad de cultivos, si bien los rendimientos se encuentran entre los más elevados del mundo.

Así como en la agricultura, en la mayoría de los sectores de la economía global, el principio de las ventajas comparativas es un factor que rige y determina en cierta medida la inversión y el comercio entre países.

La planta de Tesla en Monterrey es otra forma del guacamole. Un auto de esa marca contendrá piezas fabricadas en Canadá, los Estados Unidos y en México antes de ser ensamblados en Monterrey. Cada pieza será producida en aquel lugar que mejor sabe fabricarla, aunque en este caso las piezas incluyen un componente muy particular: la tecnología.

A diferencia del maíz o el aguacate, en donde los principales insumos son el agua y el sol provistos por la naturaleza, la razón por la que Tesla se ha convertido en la empresa automotriz más valiosa del mundo es por la diferencia tecnológica de sus carros respecto de los producidos por sus competidores.

Ese insumo, la tecnología, es muy distinta al maíz para totopos: no depende tanto del agua y el solo, sino del conocimiento, de la educación y la colaboración, así como de la organización de la investigación y el desarrollo.

El acervo del conocimiento tecnológico es el insumo más importante de las economías modernas. Qué tanto se sabe, y cómo convertir ese saber en tecnología concreta al menor costo posible, es la mayor ventaja comparativa de las sociedades.

El conocimiento tecnológico tiene una gran ventaja respecto del guacamole, pues no depende de las dotaciones que la naturaleza dio a cada nación. Arabia Saudita, bendecida por yacimientos inauditos de petróleo, está preparándose para el día en que esa riqueza energética se extinga y deba sobrevivir en una economía intensiva en tecnología. Japón, una isla pobremente equipada con recursos naturales, se ha abierto camino en la economía global mediante la ingeniería y la excelencia industrial.

Nadie será capaz nunca de rivalizar con Norteamérica en hacer el guacamole de manera más productiva (y sobre todo, más sabrosa), pero la economía moderna descansa más sobre bienes intensivos en tecnología que en totopos.

El arreglo comercial que une económicamente a las tres naciones soberanas de América del Norte está regido por el principio de hierro descubierto por David Ricardo. Su capacidad para competir en la arena global es particularmente notable a partir de la enorme capacidad tecnológica de los Estados Unidos y la capacidad manufacturera de Canadá y México, así como la importante dotación de recursos naturales de los tres países.

Trátese del guacamole, de un Tesla, de una computadora, o de cerveza y tequila, la región del T-MEC está unida, como le gustaba decir a John Maynard Keynes, “por las ideas de algún economista muerto”.

 

 

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