Edgar Amador

Edgar Amador

24 Abr, 2023

Monterrey: la capital mundial del nearshoring

Si Monterrey no existiera habría que inventarla, porque el altiplano mexicano necesita una puerta: de entrada y de salida. Eso fue históricamente Monterrey, la puerta de entrada al altiplano mexicano, desde el fin de la invasión estadounidense de 1848, hasta los años ochenta del año pasado, cuando México comenzó a convertirse en una potencia exportadora y Monterrey pasó a ser una puerta de salida. Pero la Sultana del Norte nunca se conformó con ser una mera bisagra, y su carácter y cultura la han convertido en una ciudad muy peculiar: la capital mundial del nearshoring.

Fundada tres veces, la segunda por un judío, capitán del ejército español que fue sentenciado por la inquisición por practicar su religión en aquella lejana comarca, Monterrey debe en parte su destino al hecho crucial de México en la segunda mitad del siglo XIX: la pérdida de nuestros territorios del norte contra los Estados Unidos, que implicó que la pequeña ciudad de no más de siete mil habitantes quedara próxima a la frontera estadounidense.

La extensión rumbo al sur del ferrocarril estadounidense necesariamente tenía que pasar por el punto más cercano entre Texas y el Valle de México antes de comenzar a trepar los mil metros de altitud rumbo al altiplano: ese punto es Monterrey.

La historia económica está ligada a la riqueza natural, la cual es vasta en el altiplano mexicano, por ello crecieron allí las poblaciones que luego se convirtieron en un mercado muy grande para los productos manufacturados estadounidenses, que tenían que pasar por Monterrey rumbo a las grandes ciudades de la meseta mexicana.

Y cuando hubo que llevarles cerveza, acero y vidrio al altiplano, había dos opciones: o subir más de mil metros las enormes fábricas rumbo a los valles de México, Puebla, Toluca y Guadalajara; o dejar la fábrica y la siderúrgica en Monterrey y subir la cerveza en cartones y el acero en varillas, rumbo al creciente mercado mexicano.

Hasta 1982 Monterrey fue la capital industrial que producía lo que el altiplano mexicano necesitaba, pero cuando en ese año la economía nacional implosionó ante el enorme déficit con el exterior, Monterrey se dio la vuelta y comenzó a convertirse en lo contrario: en la cabeza de la potencia exportadora que es hoy México, produciendo ahora para el exterior, haciéndolo con la misma facilidad con la que antes abastecía al mercado interno, pues su ubicación, justo en la transición entre la pradera baja de Norteamérica y el altiplano mexicano, le permiten jugar de ambos lados de la cancha del comercio mundial.

Si quieres vender a México: instálate en Monterrey; si quieres vender a los Estados Unidos, la respuesta es la misma. Ninguna ciudad de México tiene esa flexibilidad para abastecer a ambos mercados, y cuando los Estados Unidos se dieron cuenta que no podrían seguir dependiendo vitalmente de la producción de las fábricas ubicadas en China, ante la elevación de las tensiones geopolíticas con el gigante asiático, Monterrey se ubicó como la solución natural para encajar en lo que el nearshoring necesita: una ubicación en el nodo global clave, con una vocación industrial, laboral y financiera suficiente para suplantar al sureste asiático como la fuente industrial del mercado estadounidense.

Las características arriba descritas convierten a Monterrey en la capital mundial del nearshoring. Los Estados Unidos (y Europa por su parte) se han dado cuenta que el mundo puede ser un lugar geopolíticamente peligroso y que la globalización implica riesgos insalvables. En una frase: se han dado cuenta que la geografía importa.

La frontera de México es la franja estratégica del nearshoring: la mezcla de costo y calidad laboral; cercanía geográfica; múltiples rasgos culturales y sociales compartidos y un marco legal que une el comercio en toda Norteamérica, da una ventaja incomparable frente a otras regiones.

Las carencias son muy grandes también: para empezar el agua. El gas es abundante en el Noreste, pero escaso en el Noroeste; no existe una infraestructura que conecte toda la franja del norte, separada por el altiplano y los desiertos de Sonora y de Chihuahua. Necesita energía para las próximas décadas, y puertos de calado para su comercio.

Los riesgos para Monterrey y la frontera son igualmente graves: degradación ecológica, pauperización de la población que no tiene acceso a la educación y al empleo, agotamiento de los acuíferos, inseguridad latente.

Pero la ubicación de Monterrey vuelve a ser relevante: su acceso al puerto de Altamira es sencillo y con infraestructura adecuada; su acceso a las cuencas gasíferas del sur de Texas son una ventaja decisiva; incluso el problema del agua podrá ser resuelto mediante al acceso a alguna de las cuencas más al sur. Su acceso a Houston, el gran puerto petrolero del continente americano es fluido, y su infraestructura financiera le proveen el financiamiento para su expansión en las próximas décadas.

El mercado laboral de la zona metropolitana de Monterrey cuenta con una calificación de las más elevadas en México y en Latinoamérica, y su infraestructura urbana, si bien lejos de ser la ideal, cuenta con elementos para convertirse en una ciudad atractiva para el talento y la inversión. El clima puede ser infernal, pero no muy distinto del de las grandes ciudades de Texas o Arizona.

Monterrey debe de avanzar muchísimo en términos de equipamiento urbano. Debe entender que el activo más importante de una ciudad es la ciudad misma. Debe entender que la mejor inversión es una ciudad bonita: dotada de espacios públicos de mucha calidad, arbolada, con paseos de agua, con lugar para la movilidad no motorizada, en donde la densidad articule a la movilidad, en donde el Metro sea la columna vertebral del desarrollo urbano. La capital mundial del nearshoring no se merece menos.

 

 

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