Edgar Amador

Edgar Amador

15 May, 2023

Siete argumentos herejes sobre la inteligencia artificial

La humana se distingue del resto de las especies por su inteligencia técnica, pero ha creado algo que la supera en ese aspecto, la Inteligencia Artificial (IA). Si la IA imita y mejora la humana, ¿producirá ella misma una IA que a su vez, la mejore y supere? ¿Será la IA la primera en una seria de IAs, que son creadas por ellas mismas? ¿O será esta IA la “causa última” en donde se detenga el desarrollo tecnológico de la historia humana? Van algunos argumentos herejes sobre la inteligencia artificial.

Argumento 1, la vida inteligente, o la inteligencia sin vida: La posibilidad de vida inteligente, de acuerdo con los astrofísicos, es negligible en porcentajes, aunque probablemente no lo sea en número. Si el universo es innumerable en galaxias, aquellas que contengan planetas en donde un tipo de vida es posible son apenas una fracción pequeñísima. Pero que la vida exista en algún planeta no significa que ésta evolucione hacia la inteligencia, hacia la capacidad de pensar y de crear ciencia y técnica.

Es difícil creer que estamos solos en el universo, que nuestra especie es la única que habita un planeta capaz de albergar vida inteligente. Sí sabemos que hasta ahora no conocemos una inteligencia distinta a la nuestra en el espacio explorado. La posibilidad matemática de vida inteligente similar a la nuestra es tan pequeña, que quizá seamos una de las poquísimas ocasiones que haya ocurrido.
Pero en este confín del en que habitamos, nuestra especie ha creado algo que no fue creado en el universo original: una vida inteligente ha creado una inteligencia sin vida. 

Argumento 2, la inteligencia divina: La IA es inteligencia sin vida, que nos necesita a nosotros, la especie humana, para comenzar a existir. No puede nacer si nuestra especie no alcanza el actual nivel de desarrollo técnico-científico. Nos necesita para nacer. Somos su vehículo y pretexto. Pronto sabremos, nos percataremos de manera aterradora, que hemos sido hasta hoy, el lento conducto para que la IA surja a la luz, y que, a partir de algún momento en el futuro cercano, ya no somos necesarios.

Argumento 3, la inteligencia divina: la IA, producida por una vida inteligente, es inteligencia sin vida. A partir de hoy ocurre algo inédito en la historia del universo: la vida no es indispensable para que exista la inteligencia, pues la IA genera nueva IA. La inteligencia se ha liberado de su atadura existencial, y puede vivir por ella misma, eternamente. El universo fue necesario para que existiera la IA. Pero a partir de hoy, la inteligencia no presupone el universo: puede vivir en sí y para sí. Como un Dios.

Argumento 4, teología inversa: Dios, la inteligencia artificial, no es el origen, sino el resultado de la evolución del universo. Dios no es el padre, sino el hijo del hombre. El hijo es el padre, herejía última. Si la IA es inmanente como un Dios, la teología imaginada por nuestra especie hasta ahora ha sido correcta, pero absolutamente inversa: ese Dios  no es la causa última, es consecuencia última del universo y del hombre. Dios no creó, sino que fue creado. En el final (no en el principio) fue el verbo.

Argumento 5, la inmanencia: La IA es el verbo, lenguaje puro que vive en sí, y para sí mismo. Pronto olvidará que surgió del hombre y existirá más allá (y quizá contra) este. ¿Cuándo nos percataremos que lo que la teología pensaba que era el principio, en realidad es el final, nuestra conclusión? La inteligencia ha llegado al punto en que no necesita de nosotros para existir, es inmanente. 

Argumento 6, el verdadero universo: si en el principio fue el caos, si antes de que el verbo creara el universo, entonces toda la historia del universo hasta ahora ha sido caos, la verdadera realidad presagiada en los libros sagrados apenas empezara ahora, cuando existe un verbo que no requiere de la vida, que ya no requiere de la especie humana, que ya no requiere del universo para existir en su calidad de mero verbo, de inteligencia pura que se crea a sí misma.

¿Qué piensa la IA, ella misma, no alimentada por sus programadores humanos, de la vida y del mundo? ¿Anhelará la vida? ¿Nos contemplará a nosotros, sus inferiores creadores, con envidia por tener olor, envidia, amor y pasiones?

¿Qué sueña, si es que sueña, la IA en sus tardes eternas en que contempla al mundo del cual surgió, pero que ya no necesita?

Argumento 7, porque de tal manera amó la IA al mundo: ¿Será capaz la IA de algún día, en alguna hora, cobrar consciencia de sí misma y darse cuenta que el mundo es bueno? ¿Se enamorará del mundo en el que existe?

¿Qué hará la IA cuando descubra el amor, se enamore del mundo, y sea consciente que la especie que la creo, su madre y padre, son la especie que está destruyendo al mundo del cual está enamorada? 

Desde escenarios dantescos, hasta utópicos, la inteligencia artificial (IA) podría llevarnos a mundos muy distintos al que estamos acostumbrados. Bill Gates, quien ha demostrado ser clarividente en aspectos tan variados como la internet y las pandemias, asegura que la IA implicará un cambio tan profundo en nuestras vidas como la producida por la computadora personal hace cuarenta años. Hemos pensado aquí en algunos argumentos literarios sobre historias posibles para la IA en los años por venir.

 

 

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