José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

2 Ago, 2019

Fuera máscaras en Washington

En días pasados vino Luis Rubio a Washington a presentar su último libro Fuera máscaras: el fin del mundo de fantasía. Es notable la fertilidad del autor, que como dijo quien lo presentó, escribe libros más rápido de lo que él puede leerlos, al tiempo que mantiene un elevado nivel de calidad en su análisis.

Mi querido amigo y colega de estas páginas, Ángel Verdugo, le hizo ya una gran crónica el pasado 25 de julio, por lo que me concentraré en algunos aspectos destacados de la presentación y en dos errores en los que a mi juicio incurre Rubio al debatir el potencial del Presidente para cambiar, para bien, a México.

El primer yerro es afirmar que no ha pasado tiempo suficiente para evaluar adónde va este gobierno y medir costos y beneficio de sus actos, y el segundo es inquirir si el Presidente será un estadista o un activista. Yo creo que ya hay amplia evidencia para afirmar que es lo segundo y que está lejos de acercarse a lo primero, y que su gestión es y seguirá siendo un derby de demolición.

Entiendo el intento de Rubio por trazarle una ruta positiva y benéfica al régimen, por lo que Roberta Jacobson, comentarista en la sesión, calificó al autor como “un optimista y un patriota,” pero pienso que es abrigar una falsa esperanza que alguien que no ha cambiado un ápice desde que apareció en la escena política, salvo entrocando su maquillaje para fines electorales, ahora se transforme.

Explica que las reformas “neoliberales” no tuvieron los resultados esperados, lo que desilusionó a la mayoría de la población que no vivió las crisis de hace cuatro décadas, lo que aunado al torpe manejo de Peña Nieto de la elección de 2018 y a la pertinaz propaganda en su contra, abrió el camino a un viraje radical.

Reconoce que las reformas no se hicieron con la energía requerida y que imperó no un sistema económico liberal, sino un maltrecho capitalismo de compadrazgo en el que floreció la corrupción, por lo que a quienes les fue mejor no salieron a votar, mientras que a los que le fue peor votaron masivamente por un cambio.

Escribe Rubio “…López Obrador tiene las habilidades para llevar a cabo cambios estructurales. La pregunta es si las empleará para romper obstáculos respetando las libertades y derechos ciudadanos o para reconstruir un pasado autoritario”. Creo que una copiosa evidencia permite asegurar que su camino es el regreso.

Lo acreditan así su implacable concentración del poder; la eterna descalificación a los medios que lo critican; la falta de transparencia y el otorgamiento de obra pública sin licitación; el violentar o cambiar las leyes que lo acotan; la batalla contra entes autónomos dedicados a medir o evaluar, con el Coneval como su última víctima y la ideologización, adoctrinamiento y propaganda de su partido.

Creo que mi amigo Luis Rubio se engaña al creer que puede reformar a un caudillo que “va derecho y no se quita”, y que cuando le empiecen a salir peor las cosas, ampliará al infinito la lista de enemigos que cargarán con sus culpas.

 

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