José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

28 Dic, 2019

Premonición de Pérez Reverte

En su divertido libro Una historia de España, Arturo Pérez Reverte relata capítulos de la fascinante y, las más de las veces, trágica historia de España. Dichos capítulos parecieran una fotografía de lo que pasa hoy en México, como cuando describe, en pleno siglo XVIII, el feroz combate entre el oscurantismo y la ilustración.

Ahí mismo cuenta cómo, “en un contexto europeo de ilustración y modernidad, España sacaba poco a poco la cabeza del agujero (del grave atraso que imperaba…) mientras que la ciencia, la cultura y el progreso se ponían de moda”. Éste parecía el caso de México en lo que hoy se tilda como el periodo neoliberal.

La élite moderna y abierta al cambio se enfrentaba a un fanático conservadurismo que no solamente se resistía a todo progreso, sino que pretendía el retorno a un pasado supuestamente feliz, sobre todo para la élite reaccionaria, santiguada y populachera, que pretendía restaurar usos y costumbres añejos.

El autor narra cómo “La gran masa de españoles, el pueblo llano, seguía siendo inculta, apática, cerril, ajena a las dos ideologías que (…) marcarían para siempre el futuro de nuestra desgarrada historia: la España conservadora, apegada de modo radical a la tradición (y a una moralina silvestre y primitiva), y la ilustrada, que pretendía abrir las puertas a la razón, la cultura y el progreso.”

Pérez Reverte relata que en los años del reinado de Carlos III –lapso, repito, parecido al llamado neoliberal que hoy ocurre en México– causaban admiración la cantidad de leyes, justas y oportunas, con las que se intentó abrir las ventanas del desarrollo. Durante este periodo hubo apoyo a la investigación y a la ciencia pues dichas leyes, además de ser eficaces, rompían el inmovilismo medieval.

El autor narra que al desaparecer Carlos III y sus ministros ilustrados “se fastidió de nuevo la esperanza de que esto se convirtiera en un lugar decente… Aquella indolente España de misa, rosario, toros y sainetes, seguía lastrada por su propia pereza, incapaz de sacar provecho del vasto imperio colonial…” El regreso al pasado, pues, llega con Carlos IV y su ineptitud.

Como reacción a la Revolución francesa y temiendo que su virus sedicioso contagiase a España, se cerró a cal y canto la frontera, y “machacaron a todos cuantos hablaban de ilustración, modernidad y progreso”. Entonces, para dar la puntilla a aquella España que pudo ser y no fue, en Francia apareció Napoleón.

Quien se coronó como emperador de los franceses removió al monarca español reemplazándolo por su hermano, el tristemente célebre Pepe Botella, y allí llega el drama para los lúcidos y cultos. España se levanta contra el enemigo equivocado, pues los invasores son los representantes del futuro, mientras que las fuerzas que defienden el trono y el altar lo son de la incultura más bestia y el más rancio pasado.

En la subsecuente guerra, España se vuelve una trampa inmensa, tanto para los franceses, ¡que sufrieron más bajas que en Rusia!, como para quienes creyeron que con ellos llegaba, al fin, la libertad y las luces.

Al igual que esa España, México regresa ahora al oscurantismo en el que la capacidad se rechaza y la ineptitud y moralina evangélica se elogian, ¡pobre país!

 

* El autor es consultor en economía y finanzas internacionales en Washington D. C. y ha sido catedrático en universidades de México y Estados Unidos.

 

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