¿Son importantes las Pymes en la economía?

Las Pymes y las microempresas tienen una importancia en términos de empleo y de producto en México
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El reemplazo de unas empresas por otras es un ingrediente central en el crecimiento de la productividad. Foto: Photos.com
El reemplazo de unas empresas por otras es un ingrediente central en el crecimiento de la productividad. Foto: Photos.com

CIUDAD DE MÉXICO.- En medio del festejo porque España ha salido de la recesión, su Banco Central ha sugerido al Gobierno ciertos cambios legales para favorecer a las pequeñas y medianas empresas (Pymes), pues se ha demostrado que sufren condiciones de financiamiento más restrictivas de lo que estaría justificado por su solvencia. En otras palabras, la realidad no concuerda con el comportamiento de los bancos hacia este sector. Esto lleva a reflexionar sobre la importancia de las Pymes y las microempresas en la economía, particularmente, la mexicana.

Las Pymes y las microempresas tienen una importancia en términos de empleo y de producto. Más de 7 de cada 10 empleos son generados por estas empresas de acuerdo al Censo Económico de 2009. Su participación dentro del total de las empresas es aproximadamente el 99% y su aportación al PIB fue del 52% en 2008.

Se presentan también como una alternativa a la escasa demanda de trabajo por parte de empresas ya constituidas y ante las exigencias que existen en el mercado laboral, principalmente en el caso de las microempresas. Por tal motivo, se vuelven en algunos casos un medio para salir de la pobreza o para contener el aumento de la misma; así como para mejorar la distribución del ingreso entre la población ocupada.

Estas empresas, a su vez, se caracterizan por ser flexibles en sus procesos productivos y por lo general, contar con un menor porcentaje de insumos y bienes de capital importados. Ambas características les permiten adaptarse a los cambios del mercado, a los choques macroeconómicos y modificar así sus estrategias empresariales con relativa facilidad. No obstante, esto debe estudiarse con cuidado en tanto las consecuencias dependen del lente con que se mire.

Por un lado, esta flexibilidad en los procesos productivos es una ventaja si se analiza a un nivel agregado. Esto se puede apreciar en los niveles de rotación de estas empresas, es decir, en su entrada y salida del mercado. En México, durante el periodo 2009-2012, por cada 100 empresas, 28.2 nuevas entraron al mercado, mientras que 22 salieron. Esto muestra una tasa de rotación de 6.2% en promedio al finalizar el periodo.

Para los países desarrollados y en vías de desarrollo es regular que entre 5 y 15% de las empresas salgan todos los años y sean reemplazadas por otras empresas. En Noruega, por ejemplo, de 1980 a 1985 de cada 100 empresas, en promedio 8.2 entraron al año, mientras que 8.7 salieron quedando un saldo neto en el mercado de 0.5% de nuevas empresas.

Esta elevada rotación de empresas es una ventaja, pues el reemplazo de unas empresas por otras es un ingrediente central en el crecimiento de la productividad, ya que esto es reflejo de una experimentación constante de nuevas ideas, independientemente de si son buenas o malas. Asimismo, se fomenta la reasignación de recursos, tanto capital humano como físico, lo que minimiza costos de aprendizaje y favorece a la empresa más productiva que los adquiere.

Por otro lado, en un nivel microeconómico, la tasa de rotación de las empresas generadora de grandes ideas es vista como una tasa de mortalidad para el sector financiero. Esto significa que una empresa que probablemente saldrá en tres años, no ofrece garantía alguna de que pagará el préstamo concedido por la banca, por lo que ésta simplemente se rehusará a prestarle.

Las principales industrias donde se encuentran estas empresas son aquellas que no son intensivas en capital. La mayoría opera en la industria alimentaria, de vestimenta y de productos metálicos, pero no se observan en industrias pesadas como las acereras o cementeras. Esto, ya que la tecnología y los costos fijos necesarios para hacerlo requieren de una escala de operación demasiado grande que impide a este tipo de empresas lograrlo en un primer momento.

El problema con lo anterior es que existe una desvinculación con el sector más dinámico que son las exportaciones manufactureras. Por ejemplo, de acuerdo con la Secretaría de Economía, de 1997 a 1999 se mostró una disminución en la participación de los insumos nacionales dentro de este tipo de exportaciones, reflejo de que estas empresas no han sido constantes en su contribución al mercado interno.

¿Entonces este tipo de empresas no deberían considerarse un motor de crecimiento económico? O bien, ¿la política industrial del país debería enfocarse sólo en fortalecer a las grandes empresas que sí tienen la capacidad de operación y los recursos financieros para generar mayor tecnología, empleo y más posibilidades de adentrarse a nuevos mercados? La respuesta es no, primero, porque estas empresas son un ente heterogéneo y, segundo, porque suele confundirse motor con contribución.

Con base en un estudio de la CEPAL, en 2008 más del 60% de las empresas en el sector manufacturero consideró que operaba con maquinaria moderna, mientras que el 38% indicó que su equipo era antiguo, lo que muestra cierto grado de inversión en capital fijo. Además, casi el 40% contó con licencias o patentes, lo que puede entenderse como un reflejo de innovación y tecnología presentes en sus procesos de producción. Esto, por tanto, indica que no todas las empresas son iguales, es decir, no todas son improductivas ni tienen un papel marginal en la economía.

Por su parte, Beck, Demirguc-Kunt y Levine argumentan que si bien el apoyo directo a Pymes y microempresas por medio de subsidios no determina el crecimiento de un país, esto no significa que no exista una contribución de estas empresas al crecimiento y a la reducción de la desigualdad. Es más, en otro estudio, se señala que el sistema financiero tiene efectos distributivos, por lo que en aquellas industrias donde el peso de las pequeñas empresas con respecto al total es mayor (por ejemplo, la industria alimentaria) y en donde e sistema financiero es mejor, el crecimiento de estas industrias tiende a crecer más rápido comparado con otras donde las pequeñas empresas no representan un peso importante.

En suma, la importancia de las Pymes y las microempresas radica en el empleo que generan y en el producto que aportan al total.  Por un lado, su flexibilidad productiva y alta rotación son sinónimo de experimentación e innovación; aunque, por el otro lado, pueden ser un obstáculo para el financiamiento. Por ende, su heterogeneidad es una característica que no debe pasarse por alto al momento de realizar políticas orientadas a este sector.

*gl

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