Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

10 Abr, 2024

Lo que faltó en el debate

                Que se oiga bien y lejos, tampoco vamos
                a endeudar al país. No gastaremos
                más de lo que ingrese
                a la hacienda pública
.
                Andrés Manuel López Obrador, 2018

Los políticos prometen en campaña sin recato. Las realidades y limitaciones del gobierno frenan esas promesas electorales bajo un manto de negación. Cada temporada de elecciones, México y otros países democráticos se convierten en faenas entre partidos y candidatos. Sin embargo, con el regreso del populismo, las campañas y el gobierno se han vuelto ejercicios de mentiras interminables. No hay dinero que alcance.

En la visión de los movimientos y candidatos populistas, el presupuesto es interminable, las leyes no pueden limitar los deseos del gobernante y la voz del o la líder es la verdad absoluta. Quizás es por ello por lo que los partidos y candidatos de oposición tienen que adoptar algunos de estos preceptos. Para competir deben prometer lo que en la realidad será difícil cumplir.

En el debate presidencial del domingo pasado quizá lo que faltó fue mayor congruencia entre las promesas y los datos en campaña con las realidades del ejercicio de gobierno. El papel de Claudia Sheinbaum fue, más que de promesas, de una repetición de las propias mentiras, manipulación de datos y tergiversación de realidades del presidente López Obrador. Para no cruzar la delgada línea entre la campaña y las sensibilidades de AMLO, Sheinbaum usó datos alegres sobre salud, educación y corrupción. Sin embargo, preparó bien su postura, respuestas y lenguaje corporal, sabiendo que iban a venir cuestionamientos incómodos.

Mientras tanto, la candidata de la oposición, Xóchitl Gálvez, aterrizó bien en la segunda mitad del debate. La primera mitad se vio nerviosa y, en algunos casos, dudosa, con falta de preparación previa. Aunque aterrizó buenos cuestionamientos a la candidata oficial, sus promesas no acabaron de aterrizar.

Lo cierto es que ambas candidatas —y el candidato de Movimiento Ciudadano— hicieron promesas que serán difíciles de cumplir. Para competir con el populismo de López Obrador sus ofrecimientos de campaña no tienen sustento presupuestal y, en el mejor de los casos, llevarán a una crisis fiscal mucho mayor que la que estaremos viviendo en corto.

Algunas promesas, como ampliar la base de pensiones para adultos mayores y otros programas sociales, aunque suenan bien para una campaña, son fiscalmente irresponsables, sobre todo con el desastre que dejará el gobierno de AMLO.

De acuerdo con los propios Precriterios de Política Económica de la Secretaría de Hacienda para el 2025, la deuda del sector público federal alcanzará su punto máximo el próximo año, el mayor desde el año 2000, ascendiendo a 17.05 billones de pesos. Por ello, la propia SHCP contempla llevar a cabo un recorte en el gasto del sector público de 9.14 billones de pesos en 2024 a 8.66 billones de pesos en el siguiente año.

Esto dejará al siguiente gobierno, sea presidenta Sheinbaum o Xóchitl, limitado en la efectividad de sus promesas, su gobierno y su legado. El punto débil de cualquier movimiento populista es la realidad, ya sea presupuestal, legal o hasta física. En pleno siglo XXI, la voluntad del líder no construye otros datos.

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Efectivamente, López Obrador gastó los ahorros de décadas para cumplir sus promesas, sin tomar en cuenta las limitaciones del gobierno.

 

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