Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

11 Sep, 2014

¿Qué pasaría si no acertáremos, otra vez, en el pronóstico?

La situación mundial ha entrado, otra vez, en una etapa de incertidumbre e inestabilidad; las certezas de años parecen caer hechas pedazos en una espiral descendente.

El Oriente Medio (región inestable como pocas, siempre a punto del estallido violento entre Israel y los grupos que han hecho del terror su único instrumento de legitimidad ante clientelas que en la precariedad del campamento de refugiados encontraron una estabilidad, que fuera de ahí es incomprensible) vuelve a ser el epicentro del conflicto del cual surgen aquéllas.  

Los efectos en las economías —particularmente en lo que se refiere al crecimiento del PIB a tasas que respondan positivamente a las exigencias de la población en cada país—, otra vez se dejan sentir. Las señales incipientes de recuperación del crecimiento en algunas economías se vienen abajo, y los porcentajes trimestrales negativos vuelven a aparecer.

Esta situación, a querer y no, afecta a todos de manera directa o indirecta; todos sienten los efectos —casi en tiempo real— de lo que sucede a miles de kilómetros. La volatilidad es la regla, la incertidumbre la constante; los problemas económicos que desde el año 2008 se presentaron, vuelven a ser noticia. Los que pensaron que podíamos estar tranquilos —al menos en la esfera económica—, alistan ya las políticas públicas que arrumbaron. 

Esta situación cambiante permanentemente —vaya contradicción— no muchos gobiernos la entienden; menos son los capaces de lidiar exitosamente con ella. En los casos donde las rigideces estructurales reinan sin amenaza alguna de corrección, las dificultades son de pronóstico reservado.

En no pocos casos, técnicos con prestigios supuestamente obtenidos como resultado —dicen— de capacidades e inteligencia fuera de lo común, son hoy exhibidos como incapaces por las complejidades de una situación que los rebasó, una y otra vez.

Sus pronósticos aparecen hechos pedazos, una y otra vez, por los efectos de una realidad que no perdona las improvisaciones y ocurrencias de relumbrón, pues para enfrentarla e incidir positivamente en ella, hay que oponerle elementos de una solidez a toda prueba.

La economía mexicana exige —por la complejidad creada como consecuencia de decenios marcados por una irresponsabilidad que perversamente estimuló, y premió la renuencia a enfrentar los obstáculos que impedían el avance y la modernización—, una cabal comprensión de la gravedad del problema para, así, estar en posibilidades de  enfrentarlo con éxito.

Además, es requisito insalvable una visión integral del problema porque, si sólo enfrentáremos algunas de sus aristas para dejar de lado aquélla, los esfuerzos en pos de una solución efectiva y duradera acabarían en el fracaso total, y en el desperdicio de recursos siempre escasos.

De ahí que la elaboración de pronósticos económicos deba ser un ejercicio de responsabilidad política y técnica que adquiriría, dada la incertidumbre e inestabilidad económica actual, fundamental importancia.

En consecuencia, dados los cinco ajustes a la baja —y uno más muy próximo, todo en menos de dos años— de los pronósticos de crecimiento del PIB, preguntemos: ¿qué haríamos si el pronóstico planteado para el año próximo, resultare también equivocado?

¿Lo sabe usted?

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