José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

27 Nov, 2015

Fin del kirchnerismo

Las elecciones presidenciales en Argentina trajeron una grata sorpresa con la victoria de Mauricio Macri, de Propuesta Republicana, su partido de centro-derecha, en la segunda vuelta en la que enfrentó al candidato peronista Daniel Scioli, de inicio el favorito y cobijado por la presidenta Cristina Fernández viuda de Kirchner. Macri, quien tomará posesión el 10 de diciembre —15 días después de la elección, no cinco meses como en México— ha prometido acabar con las políticas neopopulistas seguidas desde 2003, primero, por Néstor Kirchner, y con aún más vigor por su esposa quien, en la mejor tradición peronista, lo sucedió en la Presidencia.

Los Kirchner presumen haber rescatado al país que entró en una terrible crisis en 2001 cuando se rompió el sistema cambiario que había apareado el peso argentino al dólar de EU en una relación invariable de uno-a-uno, pues en efecto, restauraron la calma y consiguieron tasas de crecimiento económico elevadas y sostenidas.

Pero la razón del éxito inicial radica en la suerte que tuvieron al subir los precios de las materias primas de exportación argentinas en forma extraordinaria, lo que les trajo ingresos enormes y les permitió elevar el gasto público en similar proporción. Las vacas gordas se acabaron, sin embargo, con el desplome de esos mismos precios.

Argentina está postrada en el estancamiento económico, con inflación estimada en 26% —su monto preciso se desconoce por el asalto del gobierno a la entidad a cargo de las estadísticas; un déficit fiscal de 7% del PIB; un sistema cambiario caótico, con el dólar en el mercado libre cotizándose 50% arriba de la paridad oficial, y un banco central que aún hoy roba a la banca privada sus magros dólares.

Las políticas populistas de los Kirchner cancelaron la agenda reformista de los años noventa y obligaron a sus acreedores externos a aceptar quitas forzadas de 75% de su deuda. Se estatizaron de nuevo empresas privatizadas y el gobierno se apropió del sistema individualizado de pensiones. Se acabó con la libertad de comercio al prohibir importaciones y exportaciones por igual; se eliminó la autonomía del banco central para disponer de sus reservas al antojo del gobierno; se violaron sistemáticamente contratos, y Argentina se volvió el paria de la comunidad financiera internacional, sin acceso a crédito externo.

¿Qué se logró a cambio de este desastre macroeconómico? Según la Presidente se abatió el índice de pobreza “abajo de 5%,” cuando el think-tank IPyPP lo ubica en 36.5%, con 12.1% de indigentes, mientras que la distribución de la riqueza, que tuvo una mejoría en los primeros años de Kirchner, ha empeorado apreciablemente. La sociedad argentina sufre de una violencia sin precedente, teniendo el primer lugar del continente en denuncias por robo, 975 por cada 100 mil habitantes; una tasa de desempleo que se estima en alrededor de 15% de la fuerza laboral, y un consumo y tráfico de drogas que ha crecido exponencialmente.

Hay una percepción de corrupción generalizada en el gobierno, que Transparencia Internacional ubica en el lugar 107 de 175 países medidos, con claros indicios que este cáncer llega al más alto nivel del régimen, incluyendo al hijo de la Presidente, al vicepresidente Amado Boudou y a Aníbal Fernández, jefe del gabinete.

Los retos que enfrenta el presidente electo Macri para limpiar el desastre que queda tras 12 años de kirchnerismo y revertir las políticas fallidas son inmensos y lamentablemente tendrá que operar con un Congreso en el que su representación está lejos de la mayoría. Por fortuna para él, los peronistas están muy divididos.

La pregunta de fondo es si este cambio representa el principio del fin del populismo en Argentina, que ha estado tan enraizado por tanto tiempo, y un comienzo alentador para restaurar esa bella y rica nación austral al lugar de preminencia económica que alguna vez ocupó. ¡Ojalá que así sea!

Síguenos en Twitter @DineroEnImagen y Facebook, o visita nuestro canal de YouTube