Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

3 Ago, 2017

¿Es verdad tanta belleza? De serlo, ¿cuánto duraría?

 

El triunfalismo ramplón de tantos años, que pareció haber sido arrumbado en el cuarto de los tiliches, fue desempolvado y recibió una buena limpieza para ponerlo al día.

Los que no ven más allá de las próximas 72 horas, andan felices con el nuevo juguetito; sin embargo, olvidan —o dejan de lado porque bien lo saben—, que en materia del desempeño de cualquier economía, los análisis y juicios que se derivarían de ellos, jamás deben estar soportados en la inmediatez que ciega al irresponsable, sino en el resultado que perdura, que trasciende la coyuntura.

Hoy pues, cifras y unos cuantos porcentajes tienen a no pocos bailando de gusto. Sin embargo, aún nada hay que festejar; nuestros problemas y trabas estructurales, ahí siguen. Nuestras débiles finanzas públicas, se debilitan más ante las proyecciones más optimistas de compromisos como los que exigen los sistemas públicos de pensiones, y el monto aún elevadísimo de la deuda del sector público federal, en un gobierno con tan baja capacidad recaudatoria como el nuestro.

Cuidado pues con lanzar las campanas al vuelo; por más anuncios de programas que afirman mostrarían resultados en veinte años, más soñados que soportados en datos duros, muy difícilmente modificarían el casi monolingüismo de los egresados de no pocas instituciones públicas de educación superior porque, desgraciadamente, casi hablan, casi leen y casi escriben el español. ¿Acaso olvidan que todavía hace unos días presumían que el IMSS no tomaría recursos de sus reservas porque, eufóricos presumían, se había logrado darle viabilidad dos o tres años?

En donde rasquemos pues, brota la pus de la ineficiencia y el dispendio, y la que produce la corrupción profundamente arraigada, hecha suya de buena gana por la casi totalidad de los mexicanos. ¿De dónde entonces se agarra ese triunfalismo, que ni siquiera alcanza a ser una débil y muy tenue capa de maquillaje barato? ¿Dónde, y con qué justificar el regocijo? ¿Cómo atreverse a lanzar ya los cohetes, y festejar con fuegos de artificio la cifra manipulada y el porcentaje engañoso?

¿Acaso lo que explica esa conducta frívola e irresponsable, es la inexperiencia de éste o aquel? ¿Y por qué no podría ser la ilusión que estimula el servilismo ofensivo del ejército de lambiscones, que en torno a ellos pulula? 

¿De tener funcionarios experimentados, formados a lo largo de años de enfrentar crisis y salir adelante, refractarios al aire que tanto gusta a los políticos bisoños, se comportarían igual que los que hoy hacen desfiguros mil para impresionar al que tiene en sus manos —asida fuertemente—, la suerte y futuro político de los suspirantes?

Sin duda alguna, el pueblo es sabio cuando afirma que esos, a cualquier taco le llaman cena. Si las consecuencias de sus desatinos las sufrieren únicamente ellos, no la gobernación, uno podría entender su conducta, mas no justificarla; sin embargo, su frivolidad y triunfalismo afecta más allá del ámbito personal.

¿Cuánto durará este brote de triunfalismo? ¿Aguantará de aquí a enero o febrero del año próximo? ¿Acaso intentarán darle vida artificial para dar la impresión de haber retomado la senda del crecimiento? ¿Se atreverán a algo tan burdo, que la realidad en dos o tres meses se encargará de exhibir?

No sé qué piense usted al respecto, pero lo vivido desde los años setenta del siglo pasado me dice que no tendría éxito quien intentare mantener con vida artificial el triunfalismo que desempolvaron.

Las cosas en el mundo van de mal en peor; para donde uno voltee, hay un conflicto en proceso de agravarse. ¿Cómo entonces pensar siquiera, que el triunfalismo que vemos ya, carente de soporte alguno, lograría salir indemne de lo que veremos estos seis o nueve meses los cuales, ya pintan color de hormiga?

¿Y usted, cree que tanta belleza es verdad?

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