LEGO y la construcción colectiva

Espacio Urbano -
El artista danés Olafur Eliasson tomó esta gran característica de los bloques LEGO y desarrolló una instalación artística para hacer del diseño de las ciudades un proceso de construcción colectiva. Foto: Flickr de enerva (CC BY 2.0)
El artista danés Olafur Eliasson tomó esta gran característica de los bloques LEGO y desarrolló una instalación artística para hacer del diseño de las ciudades un proceso de construcción colectiva. Foto: Flickr de enerva (CC BY 2.0)

En los diccionarios coloquiales que se han vuelto famosos gracias a Internet –como Urban Dictionary– ha circulado desde años un término en el que considero que encajo perfectamente: AFOL. Adult Fan Of LEGO, o Fanático Adulto de Lego; es decir, aquellas personas que, aunque dejamos la infancia atrás hace no pocos años, seguimos encontrando en estos bloques de colores un entretenimiento o distracción. A mis casi 27 años, aún me desvío al pasillo de juguetes en el supermercado para comprar una caja con estos bloques.

Recuerdo que, cuando era niño, mis papás me llevaban –casi religiosamente, aunque sólo cuando el presupuesto lo permitía– a un lugar de juegos cerrado donde podías pasar el día entero con otros niños. En una de las secciones de este lugar, había una mesa gigante llena de bloques de LEGO diseñada para construir una ciudad. Conservo muy bien esta imagen mental porque notaba que muchos construíamos lugares o espacios que quisiéramos que tuviera nuestra ciudad; y, con esto, resaltaban inmediatamente las diferencias en los lugares de origen y hábitos de cada uno de quienes estábamos ahí. Por ejemplo, al niño que vivía en un fraccionamiento privado y rara vez salía de casa, le emocionaba la idea de construir un parque.

Cuando trabajábamos juntos en la construcción de nuestra mini-ciudad, las discusiones y debates sobre lo que debía o no incluir se podían volver bastante acaloradas, pero al final quedábamos muy satisfechos con los resultados, aunque finalmente desviábamos nuestra atención hacia otra fuente de entretenimiento; niñas y niños, al final.

Este recuerdo de la infancia me dejó grandes lecciones sobre la construcción colectiva. Si pensamos la forma en que se decide sobre la forma, acceso y disposición de los espacios públicos en nuestras ciudades, encontramos que la discusión pública se ha dejado de lado en este proceso. El resultado de lo anterior es que, aunque una decisión de política pública sea adecuada para una región y los beneficios sociales finales sean muchos, las y los habitantes podrían llegar incluso a rechazarla si se les impone de forma “autoritaria”.

Un ejemplo muy claro de esto es la respuesta de quienes viven y/o trabajan en la delegación Benito Juárez de la Ciudad de México a la implementación de ciclovías de la noche a la mañana. Aunque se ha comprobado que las ciclovías tienen derramas positivas tanto para la salud física como comercial, el rechazo fue generalizado debido a que las autoridades delegacionales tomaron la decisión sin consultarles, y se utilizaron justificaciones sin sentido para ir contra la decisión. Después de una fuerte batalla mediática y política, las ciclovías se mantuvieron, y es prácticamente innegable los efectos positivos que ha tenido su implementación.

Sé que esta idea no es nueva. El artista danés Olafur Eliasson tomó esta gran característica de los bloques LEGO y desarrolló una instalación artística para hacer del diseño de las ciudades un proceso de construcción colectiva. Esto no sólo nos permite repensar nuestras ciudades, sino que plantea una opción para construir espacios que sintamos nuestros, lo que nos lleva a un cuidado y preocupación constantes por los mismos.

Jorge Morales, director de la revista Paradigmas, escribió esta semana un excelente texto sobre bienes públicos –también con LEGO en mente– donde explica de manera sencilla la tragedia de los comunes detrás de los bienes públicos; y cómo la construcción colectiva puede ayudar tanto a democratizar decisiones locales como a involucrarnos en la atención y cuidado de nuestros espacios públicos.

Sin embargo, un mayor involucramiento ciudadano en el diseño de nuestras ciudades no se debe traducir en una retirada del gobierno y sus poderes, indispensables para revertir las desigualdades; al contrario, implica que tanto gobierno como ciudadanía participen juntos para promover un nuevo urbanismo que fomente la justicia social y espacial.

No, definitivamente no es fácil tomar decisiones en lo colectivo para construir ciudades, pero es un paso que debemos dar para comenzar a construir espacios urbanos más justos. No sólo debemos repensar nuestras ciudades, sino también nuestra forma de hacer política y de decidir sobre nuestro entorno.

*gl

Aclaración:
El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.
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