José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

15 Mar, 2019

Dirigismo nacionalista

Lo que el gobierno de AMLO pretende es la restauración de una lectura parcial y confusa de hace 90 años, cuando el gobierno hacía de las suyas sin que nadie se le opusiera y era el único motor del desarrollo dada la ausencia de genuinos empresarios innovadores, según sus dirigentes.

El sistema político del “nacionalismo revolucionario” fue la fórmula que creó el “jefe máximo” Plutarco E. Calles (1924-28) para organizar el sistema político y evitar la alternancia entre anarquía caótica o dictadura personal que había prevalecido en el país desde su independencia.

Ese modelo estuvo copiado del fascismo italiano con el que Calles tuvo múltiples contactos. Se trataba de hacer llegar todos los hilos del poder a la silla presidencial, anulando la autonomía del Legislativo, al cancelar la posibilidad de reelección, y del Judicial, al limitar a los jueces el plazo de su gestión y que su nombramiento fuera prerrogativa exclusiva del Presidente.

Como la mayor parte de la población vivía en el ámbito rural, era menester organizar a los campesinos en unidades ejidales, la nueva forma de tenencia de la tierra que regresaba a los orígenes ancestrales de propiedad comunal anterior a la Constitución de 1857, y éstos en uniones regionales y nacionales.

El plan requería también ordenar el mundo del trabajo en sindicatos y en federaciones cuyo liderazgo dependiera también y sólo del Presidente, lo mismo que el sector privado se vio forzado por ley a organizarse en cámaras y confederaciones de industria, comercio o servicios, de membresía obligatoria.

Para completar el proyecto, se requería crear una organización política que aglutinara a todas “las fuerzas vivas,” a la sazón, campesinos, obreros, militares, y la clase media —el llamado “sector popular”– que incluía a la burocracia, que fue el Partido Nacional Revolucionario, antecedente del PRI.

El toque original del que Calles dotó a este sistema autoritario y clientelar con un poder omnímodo en el Presidente, fue restablecer la prohibición a su reelección, cancelada para elegir de nuevo al gral. Álvaro Obregón (1920-24) en 1928, y ampliar el periodo de cuatro a seis años.

Así, el Presidente en turno tenía todas las facultades para hacer su voluntad durante su gestión sin ningún contrapeso o freno, salvo que no se podía reelegir, pero tenía la potestad de escoger a su sucesor, quien sería ungido automáticamente como candidato del PNR, que ganaba siempre.

El resultado fue que, como preveía Calles, el país se pacificó pues no había poder que se le enfrentara al Presidente en turno, que a su vez tenía toda la laxitud para elegir el modelo de organización económica que quisiera, por lo que el capitalismo de Estado de Calles fue seguido por el socialismo expropiador y disruptivo que impuso Lázaro Cárdenas (1934-1940).

Es evidente que éste es el modelo que quiere restaurar el Presidente en turno y que va siguiendo la partitura de Calles con precisión, salvo que no quedaba muy claro el modelo económico que pretende adoptar, pues cuida no sonar radical en esa materia por temor a causar una crisis financiera.

Yo no tengo la menor duda de que su proyecto es dirigista, es decir reponer el gobierno al centro de la acción económica y revertir hasta donde pueda la apertura que se dio en el aparato productivo con las reformas “neoliberales”, que tanto odia y que él llama “corruptas.” Dirigismo personalísimo, antiinstitucional, demoledor del orden establecido y basado en sus ocurrencias.

El dirigismo quedó desprestigiado en el mundo entero precisamente por su ineficacia, por sus elevados costos, por su burocratismo pesado y gravoso, y por el florecimiento de la corrupción que prohijó, pero ése es el modelo que anhela restablecer el Presidente de México en pleno siglo XXI.

 

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