Jesús Alberto Cano

Colegio Nacional de Economistas

Jesús Alberto Cano

27 Dic, 2010

De la concentración de ingresos

La realidad del país evidencia un estancamiento económico, de poco más de un tercio de siglo, con su etapa más grave en los últimos diez años de creciente desigualdad social, desempleo masivo, incertidumbre y una creciente pobreza de la que no teníamos antecedentes desde los años de avance social posrevolucionario, en el siglo XX.

En estos lustros la mayoría de los mexicanos hemos ido perdiendo capacidad adquisitiva, con la disminución de los salarios reales en casi toda la gama de la estructura de ingresos –por decíl–  especialmente en la parte de los ingresos más bajos. De manera que los mecanismos de seguridad social también han ido perdiendo eficacia, en la medida en que cada vez más trabajadores se ven expulsados al sector informal, desprotegido.

Se refleja también en el explosivo éxodo de mexicanos hacia otros países en busca de empleo, primordialmente en los Estados Unidos de Norteamérica.

En forma paralela se ha diagnosticado una clara tendencia hacia la concentración de los ingresos en pocas manos, con el consecuente otro lado de la moneda, que es el crecimiento de la pobreza entre una proporción mayor de la población.

Las medidas sociales implantadas en casi todo el siglo XX posrevolucionario también han ido perdiendo relevancia, en la medida en que las “reglas del juego económico” han ido cambiando, dejando cada vez a más a gente con menor protección social.

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La economía es una disciplina social que estudia la forma en que las sociedades se las arreglan para definir el funcionamiento de su actividad económica, incluyendo la forma en cómo se dividen los beneficios de la riqueza que la economía genera.

De ahí las luchas históricas que se dieron en los siglos XIX y XX, y los conflictos  entre el socialismo y el capitalismo, que creíamos muchos ya concluidos, habiéndose logrado esquivar los extremos salvajes de ambos planteamientos ideológicos.

Luego también, no hay duda de que la evolución social de los países requiere constantes ajustes en sus leyes para solucionar los problemas que en el diario caminar se van generando en las sociedades.

Es evidente que el estancamiento político del último tercio de siglo ha impedido reformas muy necesarias para que la maquinaria social y económica nacional pudiera ir generando soluciones políticas, en ambientes de paz y de concordia, sin requerir confrontaciones sociales.

Muchos de nosotros en el Colegio Nacional de Economistas hemos sido críticos del avance del neoliberalismo en nuestro país, empujado y fortalecido por los intereses de Estados Unidos en México.

Inclusive, el neoliberalismo podría funcionar mejor en México, en cuanto a sus resultados, si la economía de nuestro país contara con sistemas de ajuste económico automáticos –como dice la teoría– simplemente con la lucha de intereses de todas las partes involucradas en los procesos económicos, cada uno cuidando su beneficio. En esa confrontación surgiría una especie de síntesis en la que no tendría que haber muertos de hambre ni estúpidamente ricos. Luego también, se necesitarían acciones sociales para compensar la desventaja de nacimiento de los que llegaran al mercado laboral o económico sin la cultura y capacitación para defender sus derechos ante el “mercado”.

Pero el peor de los mundos es una economía de libre mercado, sin la intervención del Estado y en la que conviven monopolios y oligopolios poderosos, que entorpecen el funcionamiento de la oferta y la demanda, sobre el que basaron sus argumentos Adam Smith y los demás clásicos, en su momento histórico.

Luego también no es posible que, habiendo un sistema impositivo, basado en la equitativa aportación de todos los actores en la economía, haya grandes generadores de ingresos y utilidades que aporten poco o nada, simplemente por la imposición de sus “razones políticas” con el ejercicio de su poder político y económico, al margen de la ley.

México cambió su inspiración social y económica en los últimos 35 años, al dejar que las instituciones que promovían una tendencia hacia la igualdad –si bien nunca cumplida cabalmente– fueran rebasadas por los poderes fácticos que se fueron creando.  Y en ello mucho tuvo que ver el Consenso de Washington, que constituyó el relanzamiento, en ese país, de las teorías liberales del capitalismo clásico.

Presidente Nacional del Colegio Nacional de Economistas*