Hiroshi Takahashi

Hiroshi Takahashi

16 May, 2011

Google pierde brillo

Cuando una empresa de tecnología es pequeña y se vuelve el centro de atención de la noche a la mañana, por algún desarrollo que cambia al mundo, la admiración es el primer sentimiento que emerge entre los que sueñan con volverse millonarios usando simplemente su cerebro.

Pero al ir evolucionando en una compañía con estándares de administración profesionales, al ir creciendo en el planeta y haciendo que sus productos se vuelvan cada día más indispensables, parece que una maldición les cae encima. De entrada, tienen que contratar expertos en relaciones públicas para cuidar su imagen, algo que antes tal vez no le preocupaba a los encargados de salir de un laboratorio, un garage o un laboratorio con sus ideas en forma de algo que puede venderse masivamente.

Antes tal vez ni peinarse querían. Seguían con la misma ropa durante meses sin fijarse en un espejo.

Ahora compran ropa que les recomiendan usar para dar cierta imagen y tienen que responder a preguntas de reporteros que ignoran el esfuerzo que les tomó concretar su éxito. Les irrita que quieran resumir en una página, entrevista de radio o televisión —sea documental o película— su historia de vida.

Además de todo, surgen grupos de apoyo y golpeteo. Por un lado, están los que se casan con la marca, se identifican con los lentes, la forma de hablar de imbécil del fundador o con su suéter morado.

Y la contra, resentidos que no entienden por qué esos sujetos de las portadas sí tienen éxito, mientras ellos se consideran mejores, cuando lo único que producen es frustración en su entorno, palabras de odio y campañas negativas.

Me ha tocado seguir el éxito de Microsoft y cómo fue en una especie de decadencia en los últimos años, con la salida de Bill Gates y las fallas en algunos de sus productos estrella.

Me ha tocado ver el regreso de Apple, con sus reproductores musicales, sus tabletas y máquinas veloces y bellamente diseñadas.

Pero también los problemas de salud de Steve Jobs, su presidente y director general, y las fuertes críticas de su competencia que busca derribarlos del aparador.

Y estamos siendo testigos también de los ataques que ahora sufre Google.

Primero me encuentro con que Burson lanzó una campaña, pagada por Facebook, para dañar la percepción que el universo tiene de la empresa de Mountain View.

Y este fin de semana he estado metido de lleno en la trama que se desató a partir del reporte financiero que presentó la empresa el pasado 10 de mayo a la Comisión de Valores y Cambios de Estados Unidos, SEC, por sus siglas en inglés.

“En mayo de 2011, en relación con una posible resolución de una investigación por el Departamento de Justicia sobre el uso de publicidad de Google por determinados anunciantes, hemos acumulado 500 millones de dólares para el periodo de tres meses finalizado el 31 de marzo 2011. Aunque no podemos predecir el resultado final de este asunto, creemos que no tendrá un efecto material adverso en nuestro negocio, situación financiera consolidada, resultados de operación o flujos de efectivo.”

Ese fue el párrafo que incluyó el reporte financiero de Google, un misterioso problema que poco a poco comienza a tomar forma.

“Desplegó ilegalmente anuncios de farmacias que se anuncian en línea y que venden medicamentos falsificados o que requieren receta médica”, dice The New York Times.

El diario agrega que las firmas farmacéuticas y de salud gastaron mil millones de dólares en anuncios en internet en Estados Unidos durante 2010, esto fue 14% comparado con un año antes, de acuerdo con eMarketer.

¿Google olvidó su mantra, don’t be evil? ¿Es el “monstruo” que todos temen? ¿Es un ataque de un rival más mañoso que Facebook? Lo único que pienso en este momento es que está perdiendo brillo.

hiroshi.takahasi@nuevoexcelsior.com.mx

@takaink*