Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

10 Oct, 2011

Sorpréndeme

Los créditos de la película Ratatouille (2007) incluyen una pequeña dedicatoria a Steve Jobs, comprensible como gesto solidario hacia el fundador de la productora fílmica Pixar —cuya enfermedad mortal ya era desde entonces motivo de especulación—, aunque pasara inadvertida para millones de espectadores que seguramente abandonaron la sala una vez que apareció en pantalla la palabra “Fin”.

Igual de inadvertida —por poco conocida— es la historia detrás de cámaras de esta cinta animada, cuyo personaje principal pareciera inspirado en el gurú de la tecnología, fallecido el pasado miércoles, y que vale la pena repasar hoy, cuando todo el mundo se pregunta qué será de Apple, ya sin la guía de su creador.

Ratatouille cuenta la historia de Rémy, una rata francesa campirana que se distingue del resto de sus semejantes por su poderoso olfato. Este don alimenta una también excepcional vocación por la comida fina, que lo hace admirar al fallecido chef Auguste Gusteau, cuyo lema es “cualquiera puede cocinar”.

El azar hace que Rémy navegue desde la campiña a través de las cañerías y llegue a París, justo al restaurante de su ídolo, quien murió en la tristeza porque una mala reseña del más feroz crítico culinario, Anton Ego, destrozó la reputación de sus creaciones gourmet. Con el tiempo, y gracias a artilugios que sólo su ingenio puede imaginar, Rémy logra convertirse en chef para resucitar el restorán caído en desgracia, sin revelar su identidad pues, ¿quién soporta ver una rata en la cocina?

Cualquier semejanza con la biografía de Jobs —un outsider rebelde, obsesionado con el diseño y la tipografía como arte-concepto semejante a la gastronomía, meticuloso, creativo y triunfador, tras ser echado de su propia empresa— no es, desde luego, mera coincidencia. No lo es tampoco, en cierta forma, el accidentado proceso de producción que estuvo a punto de hacer que
Ratatouille fuera el primer fracaso rotundo en la historia de Pixar (el cual aún no ocurre, por cierto).

La idea de una rata cocinera enfrentando a un mundo hostil fascinó a la compañía de la lamparita saltarina, desde que fue propuesta por el animador Jan Pinkava, a quien se le confió la dirección del proyecto. Era un argumento “totalmente Jobs” —esto es, pensamiento diferente y totalmente arriesgado— puesto en manos de un animador de casa que ya les había hecho ganar un Oscar gracias a un corto animado titulado Geri’s Game.

Sin embargo, los distintos borradores del guión preparado por Pinkava no convencieron a los ejecutivos de Pixar, que tuvieron que tomar la dolorosa decisión de transferir el mando a un talento recién llegado a la compañía: Brad Bird, quien apenas iniciaba sus vacaciones después de una agotadora campaña de promoción de Los Increíbles, su primera y exitosa producción para Pixar, que le había valido una estatuilla de la Academia hollywoodense.

La inteligencia de Bird, quien llegó al proyecto sintiéndose tan desconcertado como Rémy la primera noche en la cocina de Gusteau, no sólo logró enderezar la historia, sino que dotó al personaje de la rebeldía que el propio director ejercitó años antes contra otro gran estudio para que respetaran su corte final para El Gigante de Hierro, espléndida película de animación tradicional basada en un libro de Ted Hughes. Y así, Ratatouille refutó el escepticismo que rodeaba a la cinta, triunfando en una taquilla más habituada al fast food que a la comida gourmet.

Escepticismo que seguramente ronda en los mercados que se preguntan, no sin morbo, qué tanto del espítitu de Jobs sobrevivirá en las compañías que fundó. Al menos, Pixar es muestra viva de cómo ese ímpetu quedó impregnado tanto en sus colaboradores de viejo cuño como entre los recién llegados. En la escena final de Ratatouille, un Anton Ego completamente rendido ante las creaciones de la rata cocinera, a la hora de ordenar su comida, le grita entusiasmado: “Sorpréndeme”. Metáfora fílmica que Apple tiene la obligación de reeditar cada vez que, en materia de gadgets, nos agasaje con cada nuevo manjar.

marco.gonsen@nuevoexcelsior.com.mx