Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

14 Nov, 2011

Elefantes

La página web del Partido Republicano estadunidense es www.gop.com, que remite a las siglas G. O. P. (Grand Old Party) con las que tradicional y mediáticamente se identifica en inglés al instituto político cuyo símbolo es un elefante. Desde el pasado verano a la fecha, los medios más influyentes han repetido hasta el cansancio estas tres letras, debido al activismo febril que ha emprendido un puñado de aspirantes a enfrentar al demócrata Barack Obama el próximo año, sin que esa sobreoferta informativa haya tenido un impacto significativo en las redes sociales.

Y es que, escándalos aparte, los precandidatos republicanos a la Casa Blanca han optado por una campaña completamente a la antigüita, de frecuentes debates televisivos y grandes recorridos por la Unión Americana. Viejos e imponentes, como se autodenomina el propio partido. No parecen haber tomado nota de la estrategia que utilizó hace cuatro años el hoy inquilino de la Casa Blanca, y de que pueden ser víctimas de una nueva dosis.

Más allá del establishment y las reglas políticas que operan habitualmente en Washington, es claro que una campaña como la que emprendió Obama en 2008 difícilmente habría llegado a buen puerto sin su singular aprovechamiento de las redes sociales.

Hace tres años, Twitter apenas iba tomando vuelo y sumaba un millón de usuarios. No obstante, fue la plataforma ideal para que el demócrata multiplicara su mensaje y, sobre todo, convenciera a un mayor número de donantes para financiar sus aspiraciones. Hoy, de acuerdo con las más recientes estadísticas reportadas en octubre por el sitio Mashable, esta red social cuenta con 100 millones de cuentas activas mensuales.

Twitter está aún muy lejos de representar a la mayoría de potenciales votantes (es apenas utilizada por 13% de los adultos estadunidenses con acceso a internet, según datos de PewInternet de junio pasado). No obstante, Obama está recurriendo desde ya a una estrategia de posicionamiento a la cual han sido ajenos sus opositores, mediante encuentros con las comunidades virtuales de Facebook, Twitter y LinkedIn. En la segunda, de hecho, anunció que él mismo escribiría mensajes de su puño y tecla en su cuenta @BarackObama, los cuales firmaría con las siglas B. O. Uno de sus más recientes tweets, posteado apenas el sábado pasado, contiene un catálogo de productos promocionales de su campaña, desde llaveros de diez dólares hasta sudaderas cotizadas en 45 dólares por pieza. Y todavía muchos se preguntan cómo le ha hecho para superar los 11 millones de seguidores.

Si este último fuera un parámetro para evaluar las posibilidades de los precandidatos republicanos frente al mandatario demócrata, nada tendrían que hacer el próximo año.

El mejor posicionado, @NewtGingrich, cuenta con más de un millón 300 mil seguidores, producto más de su amplia trayectoria como congresista que de su proselitismo. Quienes lideran hoy los sondeos curiosamente van casi empatados en Twitter: @MittRomney y @THEHermanCain superan los 160 mil seguidores, dejando muy atrás a @GovernorPerry, que apenas superó los 100 mil.

Los trinos de este último no parecen generar mucho entusiasmo: el tweet en el que el gobernador de Texas, Rick Perry, posteó su aparición en el show de David Letterman para autoparodiar el bloqueo mental que sufrió en un reciente debate televisivo, apenas logró generar 98 retuiteos, insuficientes para revertir el mal sabor de boca sufrido en cadena nacional.

Más proactivo, aunque forzado por las acusaciones de acoso sexual en su contra, Herman Cain recurrió a la red para contrarrestar la campaña de desprestigio, pagando para que en los motores de búsqueda aparezca en los primeros sitios una página llamada CainTruth, cuya finalidad es reivindicarlo, según The New York Times. Aunque arropada de modernidad cibernética, la respuesta del empresario pizzero metido a la grilla republicana es el típico acto reflejo de quien prefiere recurrir a la cartera antes que a la imaginación. Ejemplo de cómo la voluntad de cambio difícilmente permea la piel rugosa de un paquidermo.

marco.gonsen@nuevoexcelsior.com.mx