Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

7 May, 2012

Caretas

El sitio web de la revista Consumer Reports publicó el sábado pasado un estudio titulado Facebook and your privacy, basado en una encuesta a más de dos mil familias en Estados Unidos y pródigo en datos duros acerca del comportamiento de los usuarios en ese país de la red social por antonomasia.

Por ejemplo, en un apartado con el título Hay gente que está compartiendo demasiado se revela que cerca de 4.8 millones de personas han usado Facebook para decir dónde tienen planeado ir en un determinado día… información valiosamente útil para los amigos de lo ajeno. Y otros 4.7 millones ponen un “me gusta” en páginas sobre tratamientos de salud, que pueden ser utilizados en contra del propio usuario por las compañías aseguradoras. También reporta que unos 13 millones de inscritos jamás han activado herramientas para proteger su privacidad ni saben cómo utilizarlas.

Pero el dato que más llamó la atención de las agencias informativas que difundieron el sondeo es que 25 por ciento de feisbuqueros estadunidenses aseguran haber falseado la información de sus perfiles para proteger su identidad, 10 por ciento más que el año pasado, lo cual —según Consumer Reports— es un signo de que la gente toma con más cautela su vida digital, por llamarla de algún modo.

Si algo distingue a las redes sociales es la capacidad que ofrecen para un desdoblamiento de personalidad controlado cuidadosamente por el propio usuario. Si bien el estudio hace referencia a la privacidad desde el punto de vista de la seguridad personal (otro dato inquietante al respecto es que aumentó 30 por ciento la cantidad de personas que admitió ser víctima de acoso o amenazas en Facebook), es seguro que los usuarios también maquillen o embellezcan su biografía con motivaciones más existenciales. Al fin y al cabo, el componente emocional también es susceptible de protección. Quizá desde este punto de vista sea mayoritario el porcentaje de información que no coin-
cide con la vida real del usuario, tal como la foto de perfil no necesariamente corresponde con la del ser humano que está del otro lado del monitor.

Como claramente apunta Consumer Reports en su extenso análisis, las redes están reescribiendo las reglas sociales: ayudan a posicionar marcas, hacen que viejos amigos de la secundaria se reencuentren, reflejan el pulso y el humor colectivos, son tomadas en cuenta a la hora de tomar decisiones políticas y convierten a ciudadanos comunes en repentinas celebridades.

Parte de esta reflexión estuvo en el centro de una discusión en la que tuve la oportunidad de ser invitado la semana pasada (para el cual habría sido de gran utilidad contar con los datos de la encuesta de Consumer Report) para un podcast del sitio webplaneta2013.tv, en el que se abordó el tema de las redes sociales desde el punto de vista de las relaciones humanas, considerando componentes que hoy han sido materia de abundante información: las secuelas orgánicas y sicológicas del empleo excesivo de internet, el tecnoestrés, la adicción al contacto virtual y el contraste con el mundo real.

Al ser las redes sociales un fenómeno aún muy reciente (el monstruo creado por Mark Zuckerberg apenas tiene ocho años de existencia) buena parte de la teoría sobre ellas se alimenta de conocimiento empírico y experiencia de usuario. Por ello, una de las ideas en las que se coincidió durante el debate es que la generación de entre 30 y 50 años que se ha incorporado a esta vida virtual está pagando el precio de no haber sido educada previamente para su uso. El costoso aprendizaje de cómo interactuar con el mundo cibernético sin riesgo es muestra palpable de ello, y para protegerse debe haber mejores soluciones que portar una máscara.

Obviamente, nadie fue preparado desde niño para este mundo. Por ello, no resulta descabellado sugerir que la enseñanza formal considerara a las redes como una realidad ineludible y diseñe, en consecuencia, programas de estudio que desde la escuela brinden capacitación para su uso racional, como parte de la educación cívica. 

Las generaciones que ya nazcan con cuentas de Facebook y Twitter incluidas, difícilmente repetirán los errores de una que aprendió a base de trancazos, ensayo y error.

marco.gonsen@nuevoexcelsior.com.mx