Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

6 Ago, 2012

Vértigo

Irmin Roberts (1904-1978) fue un fotógrafo y camarógrafo de los centenarios estudios Paramount que se especializó en efectos visuales justo a la mitad del siglo pasado, en el contexto de una industria cinematográfica que comenzaba a resentir el impacto de la competencia de la recién inventada televisión.

Técnicamente hablando, Roberts es el autor de una solución práctica para una idea propuesta por Alfred Hitchcock en 1957, a partir de una anécdota personal narrada por el propio director británico acerca de una noche en un club del Royal Albert Hall de Londres, donde, completamente borracho, tuvo la sensación de que todos los objetos que veía a su alrededor primero se alejaban de él y luego se le acercaban.

Para recrear en pantalla esa sensación, indispensable para la película que Hitchcock tenía en mente, Roberts propuso construir un modelo en miniatura en lugar de un set que habría costado 20 mil dólares.

Con la décima parte de ese dinero se diseñó un modelo a escala de una torre, aunque colocada en posición de costado.

Montada sobre unos rieles, la cámara enfocó a su interior, trasladándose hacia adelante y en reversa, mientras se le daba un giro a su lente.

Así se logró un efecto visual inédito, surrealista: para el espectador significó mirar a través de los ojos de una persona que mantiene la vista fija en el piso en el momento en que cae desde las alturas e inmediatamente asciende en la misma velocidad, una y otra vez.

A esta toma se le conoce como dolly zoom, y al paso de los años llegó a ser tan explotada que se le consideró un cliché cinematográfico más propio de películas de serie “B”.

Sin embargo, una revaloración más generosa le ha asignado el nombre de su inspirador: Hitchcock Zoom. Aunque es mejor conocida como Efecto Vértigo.

La anécdota sobre Irmin Roberts está contada en el libro Vertigo: The Making of a Hitchcock Classic, de Dan Aulier, un detrás de cámaras de la obra cumbre del mago del suspenso, que justo la semana pasada acaba de desplazar a El Ciudadano Kane como la mejor película de todos los tiempos, de acuerdo con la encuesta que cada década lleva a cabo la revista Sight and Sound, editada por el Instituto de Cine Británico.

Fracasada en taquilla y crítica en el momento de su estreno, Vértigo comenzó a ser apreciada cinematográficamente muchos años después, al mismo tiempo que a Hitchcock se le comenzó a considerar como un autor, más que como un director de blockbusters de entretenimiento.

Previamente el director británico era valorado no sólo por su particular estilo para generar suspenso, sino por su habilidad para utilizar las técnicas y recursos de su época no como meros recursos para llamar la atención del público, sino como instrumentos para provocar emociones, como vehículos del mensaje que le interesaba transmitir.

Guardadas todas las proporciones, Hitchcock fue el equivalente a un geek de su época, al contar con la suficiente visión para incorporar las tecnologías más avanzadas como herramientas narrativas que por muchos años crearon escuela.

Vértigo no sólo fue pionero en el uso del zoom, sino por otras técnicas como el uso de filtros de niebla para crear el “efecto fantasma” con el que “resucita” virtualmente el personaje interpretado por Kim Novak.

Se trata de un recurso replicado durante décadas y atribuido al fotógrafo Robert Burks, que a instancias de Hitchcock filmó toda la cinta en formato VistaVision (creado en 1954 y que aún se emplea en efectos especiales) cuya magnificencia puede apreciarse gracias al arduo trabajo de restauración de imagen y sonido llevado a cabo por un equipo dirigido por Robert A. Harris y James C. Katz y apoyado por Martin Scorsese, el cual permitió el reestreno en salas y posterior venta en DVD de esta joya que actualmente está disponible en Netflix.

Hoy, en una época en la que sofisticados efectos digitales consumen millonarios presupuestos sin generar una sola innovación conceptual, vale la pena recuperar los nombres de quienes detrás de cámaras contribuyeron con su ingenio a forjar y pulir una obra maestra que llegó ya a la cúspide de su reconocimiento, pero que en el momento de su premiere no tuvieron la oportunidad siquiera de marearse con la fama.

marco.gonsen@gimm.com.mx