Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

13 Ago, 2012

HoTMaiL

Un correo para toda la vida. Con palabras así, en los años 90, Yahoo! invitaba a suscribirse a su servicio gratuito de mensajería electrónica, una maravilla para quienes nos asombrábamos del potencial de ese invento mágico llamado fax, capaz de enviar documentos al otro lado del mundo por vía telefónica.

Quienes en este punto de la lectura suelten la carcajada recuerden tan solo que la película Back to the future II (Robert Zemeckis, 1989) pronosticaba que en el año 2015 aún existiría ese método de transmisión, que ya ha caducado en buena parte del mundo.

La obsolescencia programada no es un concepto que intencionalmente aplique para las formas de interacción social en la red.

Hemos sido testigos, sin embargo, de cómo conceptos innovadores se han avejentado a consecuencia de una incesante dinámica de competencia y reinvención continua. Un buen ejemplo es Geocities, aquel mapamundi virtual que permitía a los usuarios comunes desarrollar páginas personales, condenado a muerte prematura por los blogs y las redes sociales.

Un fenómeno semejante de agotamiento parece ocurrir con el correo electrónico: en sus primeros años, entrar al buzón generaba en el usuario expectación y ansiedad por leer cada nuevo mensaje; ahora, cientos de ellos suelen acumularse en la bandeja de entrada, como si fueran transmisores de virus o spam.

También ocurre que muchas personas tardan varios días en consultar su correo: Messenger (y el casi extinto ICQ), Twitter, Facebook, los SMS y aplicaciones tipo Whatsapp le ganaron la batalla de la instantaneidad.

Los servicios de almacenamiento en nube (SkyDrive, iCloud, Google Drive, Dropbox) comienzan a ganarle terreno por su capacidad de enviar y almacenar archivos más pesados (de video y fotografía), amén de la sincronización simultánea de contenidos entre dispositivos.

En este contexto causó conmoción el reciente anuncio de que pronto desaparecerá la marca Hotmail –palabra prácticamente integrada a la identidad de millones de personas que tienen como vía de contacto su domicilio electrónico– para convertirse en Outlook, como parte de una radical transformación en las interfases y sistemas operativos de Microsoft.

Resulta curioso que uno de los principales buques insignia de la firma de Redmond haya sido cofundado por un ingeniero que trabajó durante un breve lapso para su archirrival, Apple.

Él es Sabeer Bhatia, ingeniero nacido en la India, quien se asoció con su colega Jack Smith para dar forma a una idea que les quemaba las manos: brindar a los usuarios una dirección electrónica anónima, que no tuviera que estar vinculada a una computadora de casa o de trabajo (como se requería en los primeros años del e-mail) con el fin de ofrecer la mayor experiencia de privacidad posible y la posibilidad de acceder al buzón desde cualquier parte del mundo. Esto es, escribir lo que fuera con la confianza de que tu jefe no lo podría leer. Y además, gratis.

La historia de Bhatia está narrada en un amplísimo reportaje de la revista Wired titulado HotMale y da para un argumento de película.

Con una inversión inicial de 300 mil dólares y una expectativa de éxito basada casi exclusivamente en el potencial de su idea, el flamante producto nació el 4 de julio de 1996.

El diseño de su primer logo contenía cuatro letras mayúsculas, HoTMaiL, nada menos que las siglas de Hyper Text Markup Language, el famoso código cibernético mediante el cual se elaboran las páginas web y que conocemos gracias al británico Tim Berners-Lee, el llamado padre de la internet.

La expansión viral de Hotmail generó casi de inmediato un muy lucrativo modelo de negocios que puso a la pequeña empresa en la mira de Bill Gates. Un arriesgado proceso de negociación (o mejor dicho, regateo) con Bathia concluyó el 31 de diciembre de 1997 en la adquisición del producto y la marca por 400 millones de dólares.

Con una base actual de 360 millones de usuarios, el hoy llamado Windows Live Hotmail se convertirá en Outlook apostando por una interfase limpia y carente de publicidad, que fuera el motor de su éxito inicial.

Una evolución que aún no ha puesto fecha definitiva a la desaparición total de un emblema, cuya conexión con la vida cotidiana tardará aún mucho en enfriarse.

 

marco.gonsen@gimm.com.mx