Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

27 Ago, 2012

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Las historias de Julio Verne y Albert Robida tienen tantos puntos en común que podrían ser consideradas como vidas paralelas. Ambos nacieron en la Francia de la primera mitad del siglo XIX y consagraron su vida a la narrativa, el primero en libros que hoy son clásicos de la ciencia ficción, y el segundo fundamentalmente por medio del dibujo y la caricatura, aunque también ejerció su creatividad con la pluma.

Ambos fueron visionarios. A Verne se le admira por haber imaginado buena parte de los hitos tecnológicos logrados durante el siglo XX. Para no ir tan lejos, su clásica De la Tierra a la Luna (1865) ha vuelto a ser recordada a propósito del reciente fallecimiento de Neil Armstrong, primer hombre en pisar el satélite natural en 1969.

En contraparte, el nombre de Robida se desvaneció en los años sin haber alcanzado jamás la fama inmortal de su paisano, a pesar de haber incluido en sus historias un invento hasta ese entonces utópico que permitiría a las personas ser testigos a distancia de acontecimientos que ocurrieran en latitudes lejanas.

En su novela Le Vingtième siècle. La vie électrique (El siglo XX: la vida eléctrica), publicada en 1890, Robida imagina cómo sería la vida en 1953, en la que avizoraba el uso de un artefacto llamado téléphonoscope. En la página 25 de una edición antigua de esa obra —disponible para su lectura gratuita en la página internet.org— aparece un dibujo de la autoría del propio Robida en el que una mujer, vestida a la usanza del siglo XIX, observa a través de una especie de pantalla de forma ovoide —similar a un espejo— a un profesor con un traje tipo Benjamin Franklin, haciendo anotaciones en un pizarrón.

La mujer de la ilustración realiza también apuntes en una libreta, lo cual sugiere que está recibiendo una lección a distancia. De hecho, el pie de grabado dice que se trata de un curso tomado a través de ese aparato futurista que, por cierto, ya había sido dibujado antes por George du Maurier para la revista británica Punch, en 1879, en el que se asemeja a una televisión de pantalla plana rectangular de nuestra época.

El téléphonoscope, tal y como aparece descrito por Robida, anticipó la creación del videoteléfono, que comenzó a explotarse comercialmente justo en la década posterior a la vaticinada en la novela. La firma AT&T desarrolló en los años 60 un modelo llamado Picturephone, que protagonizó exhibiciones de prueba en ferias de tecnología y llegó incluso a la instalación de cabinas públicas en Nueva York, Washington y Chicago, aunque también se planteó su explotación en los negocios. El costo de 16 dólares por tres minutos de llamada imposibilitó en ese momento su expansión a escala masiva.

Las que hoy conocemos ya como “videoconferencias” se popularizaron gracias a internet. Muchos quizá nos ruboricemos ahora al recordar cuando instalábamos una web cam en la PC para chatear con fines de flirteo. Una vez que las computadoras vinieron equipadas con sus propias cámaras, ganaron adeptos servicios como Skype. Y el más reciente grito de la moda —y objeto de una nueva polémica— se llama FaceTime.

La aplicación de Apple permite realizar videollamadas gratuitas entre dispositivos iPhone, iPod Touch, iPad y Mac que cuenten con cámara frontal, con calidad de imagen y sonido bastante aceptable, pero hasta ahora con la limitación de operar sólo con redes Wi-Fi. Sin embargo, la ya anunciada iOS 6, próxima actualización del sistema operativo, ofrece que esta prestación será factible también mediante el uso de redes 3G, la cual permitiría utilizarla prácticamente desde cualquier lugar.

De acuerdo con la prensa estadunidense, AT&T dio a conocer su intención de bloquear esta función en el iPhone 4 o 4S a menos que el usuario esté dispuesto a contratar un nuevo plan de datos que establezca un costo extra. Surge así otro buen reto para Apple, que recién emergió victorioso de su disputa legal contra Samsung el pasado viernes.

Mientras son manzanas o peras, Skype y otro par de aplicaciones disponibles en la App Store (Zoom.us y ooVoo) ofrecen videochat en 3G sin incrementar —por ahora— el costo del contrato, una circunstancia que Robida no auguró en sus profecías. Son opciones a considerar en tanto llegue el momento en el que, de nueva cuenta, un par de gigantes tecnológicos tengan que verse las caras.

marco.gonsen@gimm.com.mx