José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

28 Sep, 2012

¿Bancos centrales insensatos?

Varios de mis estimados lectores me reconvinieron por la crítica que hice en mi Aquelarre Económico de la semana pasada a los bancos centrales de Estados Unidos y de la zona euro, el Sistema de la Reserva Federal (Fed) y el Banco Central Europeo (BCE) respectivamente, porque a pesar de la asombrosamente laxa política monetaria que han adoptado no se percibe ningún signo de presiones inflacionarias.

Si bien su comentario es correcto si medimos la inflación, como lo hacen los bancos centrales mediante los índices de precios al consumidor, la historia cambia si observamos lo que está pasando con los precios en los mercados globales de materias primas como el petróleo, los cereales y los metales, que han roto nuevos récords.

Lo que es cierto es que el vínculo estrecho que solía haber entre el incremento de la cantidad de dinero en circulación y la inflación no se está dando con la misma celeridad en el mundo globalizado en el que vivimos, lo que se explica por un extraordinario aumento en la demanda por dinero en dólares y euros.

Las empresas en EU y Europa tienen enormes cantidades de efectivo que no están invirtiendo, pues sus expectativas sobre el futuro económico son o muy pesimistas o muy poco claras, lo que se ha venido agravando por un aumento sin precedente en las regulaciones impuestas por los gobiernos que elevan sus costos de operación.

Los bancos comerciales, que son el principal mecanismo de transmisión de la política monetaria entre bancos centrales y usuarios de crédito, no están prestando las grandes cantidades de liquidez de las que disponen por varias razones, entre las que destaca que adoptaron criterios mucho más estrictos para evaluar la capacidad de pago de sus potenciales acreditados de los que usaban antes de la crisis financiera.

Además, los bancos comerciales tienen menos incentivos para prestar, pues pueden generar una razonable utilidad depositando sus reservas en los bancos centrales mismos sin riesgo alguno, en lugar de salir a buscar clientes que aún con criterios estrictos de selección representan un mayor riesgo.

Por su parte, los consumidores, tanto en Europa como en EU, no están aumentando sus compras de bienes y servicios porque son más pobres que antes de la crisis debido al estancamiento de la economía, al elevado desempleo y a las pérdidas enormes que sufrieron a resultas del colapso en el precio de los bienes raíces.

Los consumidores estadunidenses que perdieron cerca de siete billones de dólares (trillones, como los cuentan en EU) con la caída de los precios de los inmuebles pasaron de no ahorrar absolutamente nada a ahorrar alrededor de 6% del PIB, poco más de un billón de dólares anualmente.

Un factor adicional que incidió en el apreciable aumento en la demanda por dólares y euros en efectivo fue la integración de los países que solían ser comunistas a la economía de mercado global, pues sus habitantes atesoran sus ahorros en billetes de esas monedas ante la desconfianza que le tienen a sus propias divisas y bancos.

Por último, el enorme crecimiento que ha tenido el contrabando ilícito de drogas y armas, personas esclavizadas y otros bienes y servicios, cuyo comercio está prohibido, resultó en un aumento de similar magnitud en la demanda por efectivo, tanto de dólares como de euros por parte de las organizaciones criminales.

Los elementos enumerados, además del raquítico o nulo crecimiento económico, se confabulan para explicar por qué no hay las presiones inflacionarias que hubieran sido de esperar por la expansión sin precedente de liquidez emprendida por la Fed y el BCE, pero ello de ninguna manera invalida el vínculo entre liquidez e inflación.

En el momento en el que los agentes económicos pierdan la confianza que hoy tienen en que el valor del dólar y del euro se mantendrán incólumes, veremos un reflujo de efectivo que se gastará frenéticamente, ante las expectativas de que esas monedas pierdan su valor y ello encenderá de nueva cuenta la inflación.

Antes de que esto ocurra se tiene que resolver la gran incógnita de si el euro sobrevivirá la crisis por la que atraviesa y de qué manera se resolverá su difícil situación, pues en el caso que se agrave aún más se daría una fuga masiva de euros a dólares, lo que fortalecería a esta moneda y pospondría el inicio de la inflación.