Pedro Alonso

Consejería

Pedro Alonso

15 Oct, 2012

De la importancia de las políticas de operación

 

En la Consejería del lunes pasado —8 de octubre— terminé escribiendo que prefería tomar algo de lo ganado en el mercado en los meses pasados, al grito de “yo ya gané; que gane otro”.

Días después, el jueves 11 de octubre, para ser preciso, reiteré mi postura, creo haber sido más explícito en las razones por las cuales la había adoptado y aclaré que nunca estoy del todo fuera de los mercados, pero que sí trato de administrar el riesgo lo mejor que puedo, con base en políticas que reviso de tiempo en tiempo, pero que respeto durante su vigencia.

Los sucesos de la semana pasada y los resultados de los mercados me hacen sentir mejor; no sé si más tranquilo, pero sí mejor, ya que en general mostraron un retroceso, lo que valida mi postura.

Desde luego, esto no significa nada, pues sé de lo cambiantes que son estas cuestiones de la percepción y su repercusión en los mercados. Por eso hay que tener políticas de operación; de otra forma uno se vuelve loco tratando de perseguir a los mercados o de adivinar qué harán al otro día.

Ejemplo: el jueves de la semana pasada traté de comprar una acción en el mercado mexicano que, digamos, se veía “subidora”, pero que opera con poco volumen.

Por razones del tamaño de los portafolios —hay de diversos rangos—, en este caso no invierto o desinvierto montos menores a cinco millones de pesos (de otro modo se “atomizan” las posiciones y no agregan valor, además de complicar el seguimiento, el control y la toma de decisiones y, por lo tanto, restan valor), así que salí a comprar tal monto.

Durante la jornada subí paulatinamente mi precio en lo que me pareció razonable y al final del día había comprado sólo 13% de lo que esperaba, a un precio promedio de 2% arriba del precio de apertura.

Así las cosas, el viernes vendí lo comprado y gané 1% (después de comisiones e IVA), que desde luego no era lo que esperaba, pero supuse que, de insistir en comprar 87% que me faltó para completar la orden, podía terminar comprándola al precio en el que, de inicio, yo quería vender. 

Confieso que en la operación que describo no acaté una de mis políticas: sólo operar acciones en las que para portafolios de cierta dimensión pueda completar la orden en un día, sin que el precio se eleve o disminuya más de 1%, sea por mi actuación o la de otros (los volúmenes varían de acuerdo con los tamaños).

Pero la carne es débil y a veces ocurre que uno dice “chance y pega”. Para evitar operar siempre de esa manera, al final del día se evalúa lo que se hizo y si no cumple con los requisitos de las políticas, se revierte la operación al otro día, sin derecho de pataleo.

¿Por qué me puedo “brincar” una política?, porque tengo un rango de discrecionalidad que siempre es útil, mientras no ponga en riesgo el objetivo final.

Pero más allá de la tal “discrecionalidad”, los mecanismos de seguridad y control operan al final del día, pase lo que pase después, y no se voltea para atrás. Vale decir que las políticas de operación no se revisan cada semana y que cada quien lo hace en el plazo que le convenga.

En nuestro caso, e independientemente del plazo, lo hacemos apoyándonos en criterios medibles y en análisis soportables. Por eso la discrecionalidad mencionada. La conducta de los mercados no es 100% precisa (afortunadamente, pues les quitaría lo interesante y divertido) en tanto que los resultados aparecen en el futuro, que como muchas veces he compartido con usted, amigo lector, no existe. De tal suerte que siempre hay un grado de incertidumbre que enfrentar y no todos soportamos el mismo nivel de tal condición.

Ofrezco escribir para mañana martes lo que he concluido de lo que aprendí en las reuniones del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. No fui a Tokio, pero casi lo hice gracias a la tecnología. Hay ocasiones en las que uno tiene que evaluar la conveniencia de ir a un evento, más allá de decir “...fui a Tokio, estuvo increíble”, sobre todo porque yo pago mis gastos y porque opero en los mercados y escribo todos los días, atiendo consejos de administración, doy conferencias y tengo asuntos personales que disfruto y me interesan. Conozco Tokio, pero ahora estoy aquí. Suerte.