Se mataron las fuentes de crecimiento

La gran falla de los gobiernos mexicanos en los últimos 43 años ha sido su incapacidad para lograr que la economía mexicana tenga tasas de crecimiento suficientes para mejorar el nivel de vida de los mexicanos en general.

Antes de la docena panista, México crecía en promedio poco más de dos por ciento anual; en los gobiernos azules el crecimiento fue aún menor, poco menos de dos por ciento por año.

Pavorosas crisis económicas sexenales y bajo crecimiento económico hundieron a más de la mitad de los mexicanos en la pobreza y a uno de cada tres en la pobreza extrema.

Por eso fue tan atractiva la promesa de campaña de Enrique Peña Nieto, quien dibujó una ruta correcta: realizar las reformas estructurales faltantes para lograr crecimientos sostenidos de cinco por ciento anual.

Sin embargo, el propio equipo económico de Peña Nieto se encargó de romper el camino.

La economía mexicana se venía desacelerando desde mediados del año pasado por la recesión de Estados Unidos y aún así terminó 2012 con un crecimiento de 3.9 por ciento.

El nuevo gobierno realizó un ineficaz ejercicio del gasto público todo 2013. En el primer semestre del año, el gasto público finalizó diez por ciento abajo del mismo periodo de 2012 y la inversión gubernamental llegó con una caída de 6.9 por ciento.

Esas cifras escondían subejercicios enormes de hasta 50% en algunas dependencias y pese a que la economía de Estados Unidos estaba ya reaccionando en marzo, la de México se puso al borde de la recesión.

La Secretaría de Hacienda bajó su estimación de crecimiento dos veces en este año y la colocó en 1.7%, la más alta de los cálculos públicos y privados, incluyendo al Banco de México, donde la estimación es de uno por ciento para 2013.

Hasta ahora, Hacienda se ha negado a bajar su estimación de crecimiento para este año y proyecta para 2014 3.5% o en el que ya nadie cree.

El problema de fondo es que la miscelánea fiscal disfrazada de reforma ha matado las fuentes de crecimiento de la economía mexicana y lo más seguro es que aún con la reforma energética, la promesa de crecer en cinco por ciento anual en forma sostenida tendrá que dejarse para después de este sexenio, siempre y cuando en este periodo no se rompa el equilibrio en las finanzas pública y el país no se encamine al endeudamiento excesivo.

La miscelánea fiscal desalienta la inversión de las empresas en maquinaria y equipo al eliminar de deducción inmediata.

Pero también, le dará más holgura al mercado laboral, al eliminar 50% de deducción de las prestaciones laborales, lo que llevará a muchas empresas a efectuar despidos o a ser más cautelosas aún en las contrataciones.

Adicionalmente, un Impuesto Sobre la Renta (ISR) más agresivo para los causantes mayores y la homologación del Impuesto al Valor Agregado (IVA) en la frontera restan poder adquisitivo a las clases medias.

Es decir, bajará la inversión, la creación de empleos y el poder de compra, lo cual indica con claridad que el mercado interno no será motor para crecer. Y sin él, no hay forma de que se llegue a cinco por ciento.

En la última década la economía mexicana ha crecido en promedio 1.5% anual, derivado de una baja inversión de apenas 16%  del PIB.

Con este bajo crecimiento se han generado apenas siete de los 11 millones de empleos que debieron crearse en el periodo.

Pero los gobiernos mexicanos, incluyendo ya al de Enrique Peña Nieto, no quieren darse cuenta que dinamizar el crecimiento económico va más allá de las buenas intenciones.

La realidad es que no hay una agenda clara para ello. Las reformas estructurales son indispensables para crecer más, pero no son suficientes.

Se necesitan estímulos a la inversión y la creación de empleos y se requiere una agenda completa que ni se hace ni se sigue.

Parece ser que nuestro destino es seguir en el raquitismo económico y produciendo pobres, informales y migrantes.

Hasta el próximo lunes con nuevas…Perspectivas.