Pedro Alonso

Consejería

Pedro Alonso

20 Feb, 2014

De animal spirits y manuales de sobrevivencia

Quizás haya oído mencionar el término animal spirits cuando se habla de las fuerzas que están —supuestamente— detrás de las decisiones de quienes actuamos en los mercados. Alguien me dijo recientemente que efectivamente creía que tales “entes” estaban detrás de muchas cosas que no podían explicarse, pero que ocurrían de manera casi cotidiana, descomponiendo sus planes de operación.

Pidió mi opinión al respecto y respondí que sí, hay muchas cosas que pasan en los mercados que no tienen, al menos de manera inmediata, explicación ordenada, pero que no es algo que me preocupe mayormente, pues el mercado es un enorme recipiente en donde se mezclan elementos racionales y emocionales, como suele ocurrir en cualquier actividad o cosa en donde los humanos metemos mano.

El asunto de los animal spirits atrajo mi atención y busqué su origen. Es un término que se le atribuye a John M. Keynes, el economista inglés de los años treinta del siglo pasado, que formó toda una corriente de pensamiento que subsiste hasta nuestros días. Keynes refería que los animal spirits eran los impulsos que los humanos tenemos y que nos inducen a actuar más allá de las razones, la lógica y la tecnología disponible, explicación que me parece de lo más completa. Yo digo que nos hacen más falibles, pero también más humanos.

Desde luego, las emociones existen y coexisten con los elementos racionales que usamos cuando tomamos decisiones en cualquier campo de la vida, pero en los mercados esto es particularmente notorio, quizá porque cada vez que actuamos en este ámbito sabemos que las cosas que van a suceder escapan totalmente de nuestro control y, en consecuencia, afloran condiciones que rebasan aquello que suponíamos nos daba cierto ambiente de seguridad, cosa que es totalmente relativa.

Lo anterior hace que, para muchos, las situaciones cotidianas de los mercados sean cosas inmanejables, por lo que se recurre a todo lo que se cruza en el camino para tratar de explicar lo que puede convertirse en un tema de preocupación severo.

Un ejemplo de lo anterior y que puede parecer inexplicable es que los mercados suelen subir en medio de situaciones adversas y bajar cuando muchos dicen que las cosas nunca han estado tan bien como ahora. Ciertamente, lo anterior no deja de ser complicado de asumir, pero, como sí ocurre, algo que no podemos hacer es evadirlo.

Y quizá la forma de asumir esta rara mezcla de racionalidad y emotividad es tener una especie de “manual mínimo de sobrevivencia”. Creo que carecer de un conocimiento básico de los temas que forman el ambiente al que nos queremos aproximar —en este caso hablo de los mercados financieros, pero pienso que vale para todo— nos condena al fracaso y a la frustración.

A la vez, la carencia de tal “manual” motiva a actuar por impulso —el lado negativo de los animal spirits—, lo que deriva en improvisación y a actuar con prisa, lo que causa gran confusión y, en consecuencia, aumenta el grado de error en algo que, por su naturaleza, tiene implícito el yerro, dado el riesgo implícito que tienen, es decir, que los resultados se alejen en mayor o menor grado, en el lado positivo o en el negativo, de lo que se había esperado.

Armar un “manual mínimo de sobrevivencia” en los mercados puede ser tan sofisticado y complicado como se quiera. A mí se me ocurren algunas cosas que comparto, como acostumbro. Lo primero es no ir más allá de lo que cada quien pueda controlar; no se vaya con la finta de una diversificación mal entendida. Antes de decidir qué tener, entérese y entienda lo más que pueda de ello. Pregunte, y si no queda satisfecho con la respuesta, pregunte más, y si aun así no se siente cómodo, cambie de asesor.

Dele peso a los temas de análisis en términos de importancia e impacto; hay cosas o circunstancias que, siendo muy importantes por sí mismas, pueden tener un bajo impacto en la realidad en un momento dado y viceversa. Nunca opere si no sabe qué esperar y cuándo decidir que el resultado esperado no va a llegar. Esté dispuesto a perder; de otra manera es imposible pensar en ganar.

Por último, no deje sus rendimientos en una pantalla o en un papel. Conviértalos en algo que le dé alguna satisfacción. Asimismo, tome pérdidas cuando sea muy complicado recuperar lo perdido. No caiga en el truco de: “si no vendo, no pierdo”. Añada lo que usted quiera y le parezca sensato, pensando en usted. Suerte.

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