Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

3 Mar, 2014

Electric Dreams

Las siguientes líneas fueron escritas por un crítico cinematográfico importante. Adivine a qué película se refieren.

“En algún sentido, esta es una de las historias más antiguas en el cine: la del tipo dulce que es más bien cobarde con las chicas. Su roommate —para poner la trama a tono con los tiempos de hoy— resulta ser una computadora. El héroe de la cinta es todo un caso de desorganización crónica y alguien le dijo que debía conseguir un dispositivo para ayudarle a tener en orden sus cosas. Para tal fin compra una computadora, que alcanza una sofisticación muy por encima de cualquier otra cosa. Al grado de que se pone tremendamente celosa y posesiva respecto de su propietario”.

Si pensó en Her —filme de Spike Jonze sobre la relación afectiva entre un irreconocible Joaquin Phoenix y el sistema operativo de su computadora que habla con la voz de Scarlett Johansson, postulado para cinco Óscares, entre ellos Mejor Película y Mejor Guión Original—, está equivocado.

El párrafo entre comillas data de enero de 1984 y está armado a partir de varios fragmentos de la crítica del fallecido Rogert Ebert sobre la cinta Electric Dreams, conocida en México como Eddy, la computadora enamorada, que en su momento no fue bien recibida por los expertos y el público (a diferencia del generoso comentario de Ebert, The New York Times la despedazó en la nota previa a su estreno).

Fracasada en taquilla, es prácticamente imposible conseguir esta obra en formato físico (en Amazon sólo hay un DVD de la edición británica) y ni siquiera figura en el catálogo de Netflix. Es casi seguro que nadie, ni siquiera su productor, Richard Branson, el visionario que la patrocinó bajo su sello Virgin Films, la recuerde en julio próximo cuando se cumplan 30 años de su exhibición en salas.

Y son justo sus cualidades proféticas por las que Electric Dreams merece una mejor suerte que el estatus de cinta de culto al que lo condenó la historia. Al igual que Her, está ambientada en California, pero su escenario no es el de una futurista y sofisticada Los Ángeles, sino el de un San Francisco de una ochenterísima estética pop acentuada por la banda sonora de Giorgio Moroder, amo de los sintetizadores.

Mitad comedia romántica y mitad videoclip (su director es Steve Barron, quien le puso imagen a Billie Jean, de Michael Jackson y Take on me, de A-ha), Electric Dreams narra la historia de Miles, un arquitecto que compra una computadora, la cual conecta vía módem con el ordenador de su trabajo. En el momento que la está saturando de toda la información posible, la máquina se sobrecalienta y Miles evita que se incendie, arrojándole champán; gracias a ello adquiere inteligencia... y sensibilidad. Estas dos características hacen que la computadora —nombrada a sí misma Edgar— coquetee con la bella Madeline, violonchelista y vecina de Miles. En una de las escenas más emblemáticas, Edgar genera sonidos eléctricos para acompañar en un peculiar dúo a Madeline mientras interpreta el Minueto en Sol Mayor de Bach (conocido popularmente como Concierto para enamorados). Entre los tres personajes se construye un triángulo amoroso que comienza como la versión cibernética del relato de Cyrano de Bergerac y concluye con el “suicidio” de Edgar para no hacer mal tercio a Miles y Madeline.

Lo verdaderamente asombroso es que en 1984, cuando apenas había salido a la venta la Macintosh y Windows aún era un incipiente proyecto, en Electric Dreams ya eran cotidianas las interfases gráficas y la transmisión de señales inalámbricas. Niños y adultos interactuaban con dispositivos portátiles, incluido un reloj inteligente con teclado. Las PC ya estaban habilitadas no sólo para conectarse con la línea telefónica, sino con todos los electrodomésticos. Ya se prefiguraba ahí el uso de pantallas táctiles sobre las que se podía dibujar con plumillas eléctricas. Y eso, por no hablar de los monitores parlanchines capaces de experimentar sentimientos como amor, celos y deseo de venganza, expresados por medio de emoticons a pantalla completa.

Demasiado adelantada a su tiempo, Electric Dreams incluye al finalizar los créditos una dedicatoria a la UNIVAC I, pionera de la computación utilizada en 1952 para predecir el triunfo de Eisenhower en la elección presidencial. Más que reconocimiento, ser adivino sólo produce ingrata memoria.        

                marco.gonsen@gimm.com.mx

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