Pedro Alonso

Consejería

Pedro Alonso

8 May, 2014

El debate es esencial para enriquecer los procesos

Mire usted, amigo lector, hace mucho aprendí que en nuestro idioma, el castellano, podemos ser unos campeones en el uso de los adverbios y los adjetivos calificativos y trato de evitarlos en la medida de lo posible. Pero ayer me llamó la atención que en el último párrafo de la Consejería, de 96 palabras, ocho fueron adjetivos (en los primeros ocho párrafos ayer usé ocho veces algún adjetivo —tres veces uno mismo: “global”—, habiendo escrito 642 palabras) siete de los cuáles los usé para definir al debate posterior a la presentación de la expectativa económica de la OCDE y ayer cuando releí la columna, decidí que todos eran justificados. Valga decir que, trataré de cuidar mi lenguaje.

En el evento participaron: el secretario general y el economista en jefe de la OCDE; el presidente de la AFL-CIO, la principal central sindical de Estados Unidos, que también preside el ente que representa en la OCDE a las organizaciones de trabajadores de los países miembros; el primer ministro adjunto para Economía y Finanzas de Turquía; el moderador, un conductor “ancla” de la cadena CNBC; el ministro de Economía y Política Fiscal de Japón; el presidente ejecutivo de BusinessNZ, el principal organismo empresarial de Nueva Zelanda, quien preside el grupo de trabajo de empresas de los países miembros de OCDE.

Omito los nombres por cuestiones de espacio y por respeto a su paciencia; usted los puede conocer en los documentos del Foro en www.oecd.org/forum e incluso ver el debate. Pero creo que no queda duda de la jerarquía y la diversidad de los participantes.

Desde mi punto de vista, la discusión se centró en la postura de la OCDE respecto de las reformas estructurales: la OCDE es una creyente de la necesidad de instrumentar donde sea necesario —países, sectores y políticas públicas— reformas estructurales como medio para generar mayor productividad de la economía ya que a partir de ello se le puede agregar valor de manera sostenible y a así mejorar el nivel de ingreso y las condiciones de bienestar de la población en general.

El postulado anterior es defendido a todo lo que da la OCDE —que no es poco—, pero resulta que no es una posición compartida del todo por los presentes en el panel, especialmente por el representante sindical, que no es persona menor y sí es informada, articulada en su pensamiento y firme en su postura, que fundamentalmente es que la productividad por sí misma no mejora los salarios, al menos no directamente, por lo que se hacen necesarias políticas públicas que garanticen que la relación salarios/incremento de la productividad, sea mayor que uno, de manera sostenible.

Lo anterior es en razón que la productividad y su incremento sólo tiene sentido si mejora los salarios reales que derivan en mayor consumo, generando una respuesta positiva por parte del empresario que decide por ello invertir más, tomar riesgos y generar empleos generando así, nueva riqueza.

La postura de la OCDE es que el orden de las cosas es: reforma estructural, incremento de la productividad, incremento de los salarios reales y del bienestar. Lo que suena  bien, pero falta aclarar algo: las reformas estructurales al menos en sus primeras etapas, generan ganadores y perdedores en los sectores afectados y en los factores de la producción que por ejemplo, es algo que en el caso mexicano, no ha sido dicho de manera explícita. Parece que sólo habrá ganadores y eso no es posible.

En el mediano y largo plazos, es posible que a partir de las reformas estructurales se genere mayor productividad y la economía se vuelva más competitiva y la sociedad mejore su bienestar. Pero esto sólo si son exitosas. Y su éxito o fracaso, en el tiempo, dependerá de la calidad de su diseño, la flexibilidad para corregir los errores y la adaptabilidad de la economía y de los “diseñadores” para enfrentar cambios que seguramente se presentarán en más de una ocasión.

Es cierto, si solamente se aumentan los salarios sin mejorar la productividad, provoca que tarde o temprano la economía pierda competitividad, salga del mercado y entre en crisis con alto costo para superarles, pero a menos que se expliquen y se entiendan los pasos a seguir y las consecuencias de cada uno, se incurre en un riesgo adicional: que la sociedad no soporte los cambios que se presentarán, sobre todo los de corto plazo, que en realidad son poco visibles.

En este debate surgieron las ideas anteriores y muchas más. Sólo hubo ganadores: los miembros del panel y el auditorio. Los primeros porque dijeron lo que apasionadamente piensan, cosa que agradezco y los del auditorio, porque tuvimos la oportunidad de escucharles. Suerte.

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