Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

19 May, 2014

Nerdist

Clásicos de la literatura infantil anglosajona, los libros de Dr. Seuss son poco leídos fuera de su idioma original, debido a que fueron escritos en verso con frecuentes juegos de palabras prácticamente intraducibles. No obstante, gracias a ellos el autor Theodor Geisel aportó a la humanidad dos palabras que describen hoy sendos estereotipos de la vida contemporánea.

La más famosa es “Grinch”, que sirve para identificar a la persona que odia la Navidad (y casi por extensión cualquier otra fiesta), y que nombra al protagonista de un cuento de 1957 al que dibuja como una especie de duende verde peludo, con panza y cabeza en forma de pera. Siete años antes, Dr. Seuss ya había inventado para un zoológico imaginario otra criatura muy parecida, de color amarillo y vestido con una playera negra, con ojos huraños y abundante cabello blanco, a la que bautizó como “Nerd”.

Documentado como el primer registro público de esta palabra, el diccionario American Heritage especula que los niños de la década de los 50 que leyeron a Dr. Seuss pudieron haber adoptado el vocablo “nerd” para referirse a un personaje raro, y de ahí pasó a la jerga adolescente como sinónimo de alguien desagradable, pero chistoso.

En todo caso, la discusión sobre el origen de la palabra y su definición son, por sí mismas, un fenómeno completamente nerd; es decir, tan intenso como ocioso. Así lo demuestra, paradójicamente, el libro American Nerd: The Story of My People, editado en mayo de 2008, en el que el periodista Benjamin Nugent comienza por refutar la descripción que ofrece Wikipedia y esboza un análisis de las diversas personalidades que encuadran en ese término, entre ellas la de los obsesionados por actividades tecnológicas que no involucran confrontaciones físicas, emocionales ni sexuales, y las de aquellos excluidos socialmente en razón de su apariencia o sus aficiones extravagantes.

Y aunque Nugent encuentra rasgos de personalidad nerd en la novela Orgullo y prejuicio, de Jane Austen (del año 1813), lo más seguro es que la popularización de ese concepto (y uso peyorativo) se deba a la película Revenge of the Nerds, que en julio cumplirá 30 años de su estreno y que es culpable de que millones de niños y jóvenes en el mundo sufrieran bullying por el solo hecho de usar anteojos y pretender ser los aplicados de la clase.

La vigencia del término, su reivindicación social y, sobre todo, su explotación como una lucrativa marca comercial corren ahora a cargo de Nerdist Industries, una plataforma digital que se asume a sí misma como la más abierta defensora de la cultura pop y que surgió en 2008 como el blog personal del actor Chris Hardwick (cuyo currículum como nerd incluye su participación en el blu-ray de la película Ralph el Demoledor, donde explica qué personajes de videojuegos están ocultos en la cinta de Disney).

Conocido por un popular podcast en el que participan actores de Hollywood, Nerdist es el brazo cibernético de la productora de cine Legendary Pictures, que el fin de semana estrenó con buenos resultados en taquilla la enésima versión de Godzilla. Buena parte de la oferta de contenido del sitio son bromas y parodias a propósito del monstruo japonés.

Esta coyuntura le ha servido a Nerdist para anunciar un ambicioso relanzamiento de su página web, que al momento de escribir estas líneas aún estaba en fase beta. Tiene un millón de suscriptores a su canal en YouTube y más de dos millones de seguidores en Twitter, quienes no necesariamente visitan el sitio oficial, el cual —según revelaron directivos al medio digital TechCrunch— revitalizarán con contenido exclusivo y un sistema para promover una interacción más intensa entre los fanáticos de tecnología, juegos, historietas, música, televisión, cine y estilos de vida. Todo eso, aclaran, sin necesidad de convertirse en una nueva red social.

Buena parte del atractivo de Nerdist consiste en darle utilidad y prestigio a actividades tan poco productivas como jugar boliche. Así, uno de los productos más exitosos de su canal de video es una serie en la que celebridades compiten tirando pinos. El capítulo en el que participó el actor Bryan Cranston se tituló, obviamente, Bowling Bad, y ha sido tal su éxito en la red, que pronto será lanzado en forma de reality show televisivo por la productora de cable AMC.

Por trivial que parezca, así suena la fórmula del negocio perfecto: que unos ganen dinero a partir de que muchos pierdan su tiempo.

*marco.gonsen@gimm.com.mx

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