Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

9 Jun, 2014

Autodestrucción

Los correos electrónicos son irreversibles por naturaleza. Una vez enviado, es imposible para el remitente —al menos desde el punto de vista técnico— evitar que el mensaje llegue a su destino ni que éste lo conserve el tiempo que quiera y le dé el uso que considere más conveniente.  Esta característica obliga al cibernauta a tener cuidado de no enviar contenido inapropiado.

Las consecuencias de no observar esta elemental precaución ya las experimentó recientemente el joven empresario Evan Spiegel, el nuevo enfant terrible de la tecnología cuya celebridad se debe —paradójicamente— a la creación de Snapchat, una aplicación de mensajería famosa entre adolescentes porque permite mandar textos e imágenes que se autodestruyen en cuestión de segundos, lo que facilita el tráfico de imágenes comprometedoras sin temor a que éstas después arruinen reputaciones en Google y YouTube.

Spiegel, nacido en Los Ángeles y quien apenas el miércoles pasado cumplió 24 años, desarrolló Snapchat como un proyecto escolar en la Universidad de Stanford, aunque su perfil de estudiante no corresponde tanto al de un obsesivo emprendedor sino al estereotipo del colegial reventado, ávido de fiestas, adicciones y sexo, de acuerdo con una colección de e-mails publicados íntegramente el 28 de mayo por el blog Valleywag, especializado en cuanto chisme surja de las empresas tecnológicas asentadas en California.

Los correos datan de 2009, cuando Spiegel era integrante de la fraternidad estudiantil Kappa Sigma, la cual tuvo que ser suspendida por violar las normas universitarias sobre consumo de alcohol y sustancias controladas. El más elemental pudor impide reproducir el contenido de los mensajes electrónicos, plagados de palabras altisonantes y constantes alusiones a borracheras, conductas misóginas y prácticas sexuales poco ortodoxas (y un tanto asquerosas, según la sensibilidad del lector).

El control de daños aplicado por Spiegel consistió en una breve declaración a la página web Business Insider, en la que se confesó avergonzado de que se hicieran públicas las poco inteligentes charlas de su época estudiantil y aclaró que no reflejan lo que actualmente piensa de las mujeres. La estrategia funcionó, de acuerdo con una nota de seguimiento de ese mismo sitio en el que una fuente cercana a Snapchat justificó las ocurrencias juveniles de su director operativo: “Todo el mundo hace cosas estúpidas cuando tiene 19 años”.

Por lo pronto, Spiegel puede considerar como superado el incidente sin afectar por ahora la reputación de su compañía, valuada en unos 800 millones de dólares (el año pasado, The Wall Street Journal reportó que había rechazado una oferta de Facebook para adquirir Snapchat por tres mil millones de dólares). Hay, sin embargo, otros pasajes de la vida de Spiegel que no son tan fáciles de borrar. Una amplísima semblanza difundida en octubre pasado por el tabloide LA Weekly sugiere que la estancia de Spiegel en Stanford fue producto de las gestiones de sus papás, influyentes abogados que continuamente hicieron donativos a esa universidad. El reportaje narra que, aunque su familia siempre tuvo una vida de comodidades y lujos, el padre de Evan siempre se esforzó por que sus hijos agradecieran esos privilegios regalando comida en Navidad y construyendo casas para los pobres en México.

Más allá de estas y otras controversias suyas, Spiegel tiene el mérito de haber generado una tendencia en la que el negocio, a diferencia de antes, no consiste en la acumulación de información, sino en que ésta sea efímera. Sin que esté muy claro cómo es que esta prestación genera dinero, ha sido adoptada por la aplicación Telegram, la principal competidora de WhatsApp, y más recientemente por la red social Path. Incluso, hace un mes Yahoo! se subió al tren al adquirir a Blink, la principal competidora de Snapchat.

Tinder, una app para conocer personas con el propósito de concertar citas románticas, recién liberó el jueves una actualización con una característica llamada Momentos, que consiste en compartir fotos personales a las que se pueden añadir filtros, dibujos y textos, y que sólo pueden ser vistas por la potencial pareja durante 24 horas. Sus desarrolladores la bautizaron así con el argumento de que “como en la vida real, los momentos son fugaces”. Y de preferencia, parafraseando a la canción, que no dejen huella. 

*marco.gonsen@gimm.com.mx

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