Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

12 Jun, 2014

Otra vez a la pregunta de siempre, ¿por qué no crecemos si lo hemos intentado todo? (II)

Así terminé el martes aquí: “Por lo demás, algo pasa; los años se acumulan y la economía no crece, no crea los empleos formales que la población demanda y por si esto no bastare, nadie acierta a responder —clara y objetivamente—, por qué no crecemos”.

La respuesta a la pregunta que desde hace decenios nos hemos venido haciendo, tiene dos partes; la primera tiene que ver con los partidos políticos que hemos construido a lo largo de estos últimos 30 o 35 años y la segunda, con la visión que de las causales del crecimiento económico tiene buena parte de la clase política (dirigentes de los partidos, legisladores, gobernantes y funcionarios en general).

Los primeros, lejos de haber fortalecido su carácter y adecuado sus objetivos para impulsar el crecimiento, han prostituido ambos; hoy, en vez de ser promotores de la modernización del andamiaje jurídico y de una gobernación congruente con la globalidad mediante sus legisladores, funcionarios y gobernantes, se han convertido en maquinarias controladas por grupúsculos cuyo único interés está centrado en acrecentar privilegios; los problemas del país y de millones son, para los partidos, materia olvidada.

La segunda es, quizás, el obstáculo más difícil de remover dadas las actuales condiciones del país y de una gobernación que, lejos de enfrentar los problemas estructurales que nos impiden crecer y avanzar en la modernización, se apoya en lo más rancio del quehacer político que tanto daño nos ha causado en los últimos 40 años: los subsidios y dádivas de todo tipo, así como la elevación resultante del gasto y la deuda pública.

Si bien entiendo y acepto el que alguien trate de refutar mi posición con el argumento de que hay otras causas del porqué no crecemos a tasas altas por periodos prolongados, debo señalar que ellas son más bien resultado de la conducta de los partidos que han tergiversado —cuando no prostituido— la razón de su existencia.

Como resultado lógico de esto último, la selección que hacen de candidatos y las designaciones que promueven de militantes encumbrados para ocupar éste o aquel puesto relevante, están marcadas por la búsqueda de más privilegios no por la solución de los problemas del país.

Si revisáremos la visión económica de legisladores, gobernantes y de una buena parte de los funcionarios que ocupan las posiciones relevantes en las estructuras de los tres órdenes de gobierno, encontraríamos que los “más modernos” ven el país y el mundo desde la atalaya de los años 70 del siglo pasado; otros, no pocos, lo hacen desde las alturas de los años treinta de ese mismo siglo y no faltan, por supuesto, los que piensan que debemos regir la vida política y económica de un México que enfrenta la realidad del siglo XXI, con los elementos que nos dimos hace casi un siglo, en 1915 y 1917.

En consecuencia, lo que partidos y clase política —legisladores, gobernantes y funcionarios— proponen, está marcado por lo que son los primeros, y por la visión caduca de la segunda.

De ahí que para mí, las causas de por qué no crecemos a tasas superiores a 5% por periodos prolongados se ubiquen ahí, en los partidos y en la visión que de las cuestiones económicas tiene, la casi totalidad de la clase política.

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