Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

4 Ago, 2014

Notificaciones

Es cada vez más frecuente que alguno de nuestros conocidos en Facebook despotrique contra las invitaciones a participar en juegos e incluso amague con “limpiar” su lista de amigos, eliminando primero a aquellos que pierden su tiempo tratando de convencerlo de compartir su afición.

Los inconformes llegan incluso a tener una mala opinión de sus amistades, al suponer que ellas redactan esas invitaciones y se las envían directa y personalmente. En realidad, no es así. Cuando un usuario de la red social participa en un juego, de entrada acepta que los desarrolladores de la aplicación accedan a su e-mail y a su lista de contactos, y también que publiquen en su nombre. De ese mecanismo surgen las notificaciones que originan la molestia.

El problema está en un par de documentos, las Condiciones del Servicio y la Política de Privacidad, que aparecen iluminados de azul en letras chiquitas cuando se abre la ventana de Facebook que nos dará acceso por primera vez a juegos como Candy Crush Saga. Ahí claramente se advierte que si pulsamos en el botón “Jugar” aceptamos en todos sus términos ese contrato, un texto larguísimo redactado en lenguaje jurídico que, por supuesto, nadie lee y ni siquiera abre. Es una firma digital, con el mismo valor de una autógrafa.

Pongamos, por ejemplo, Bubble Witch 2, de la desarrolladora King. El apartado 6 de su Política de Privacidad se titula “Interacción con plataformas o redes sociales ajenas”, en el que establece: “El usuario entiende que, si permite que la cuenta que tiene abierta con nosotros interactúe con cualquier plataforma o red social, cabe la posibilidad de que compartamos algunos de sus datos con sus contactos (y al contrario) para que disfrute del juego en red, entre otros, su nombre, la foto de su perfil en la red social, sus puntuaciones o su progreso en nuestros juegos”.

El párrafo siguiente consigna que el usuario puede alterar los datos que las redes sociales comparten con King o impedir la interacción de sus servicios con ellas “ajustando la configuración de ese otro proveedor”, aunque, si lo hace, advierte que ya no podrá disfrutar todas las funciones de sus servicios. Más allá de lo que los creadores de juegos entiendan por “disfrutar”, aquí está la clave para que los facebookeros que odian las notificaciones de juegos dejen de pelearse con sus amigos.

La fórmula es sencilla: en la pantalla de Facebook en la computadora, en el ángulo superior derecho aparece el icono de un mundo, que es el que permite desplegar el menú de notificaciones. Con el cursor hay que llegar al aviso del amigo que nos invita a jugar y, al momento de recorrerlo, sin hacer aún clic, aparecerá del lado derecho un circulito que sirve para darlo como leído, y una equis, que abre la opción de desactivar de una vez y para siempre las notificaciones que, como se ve, son enviadas por un motor cibernético y no por una persona de carne y hueso.

Contrario a la opinión de los internautas que las detestan no encuentro nada malo en las notificaciones de juegos. Facebook es una red gratuita, los juegos en estricto sentido también lo son —aunque tienen opciones de pago que ya el usuario sabrá si toma—, y con ese mecanismo recurren a una vía legítima de promoción que cuenta con el aval formal de quienes, así sea sin leerlos, suscriben esos contratos (una opción que no dan, por ejemplo, los remitentes anónimos que saturan nuestros correos de spam sin aclarar cómo obtuvieron nuestras direcciones electrónicas).

El problema es que Facebook es lo que es —una empresa que persigue una ganancia— y no lo que queremos que sea. El que nos haya facilitado la vida no lo convierte en un servicio público. Cuando recibimos una notificación, pensamos que se trata del intento de un amigo por comunicarse con nosotros y por lo mismo decepciona que, en su lugar, recibamos publicidad, de la que se sostiene esa firma.

En ese contexto, más vale prepararse para la siguiente jugada de Mark Zuckerberg, que ya está en marcha: obligarnos a descargar su Messenger para celulares porque ya no será posible chatear ni enviar mensajes directos en la app de Facebook, y para el cual nos pedirán nuestros números telefónicos. Como ya ha especulado más de uno, quizá sea el primer paso para fusionar la red social con Whatsapp, a la que habría comprado para quedarse con su base de usuarios y desaparecerla. 

¿Habrá manera de evitarlo? No lo creo. Pero, por lo pronto, una sugerencia: manifieste su oposición en su estatus del día, convoque a una lectura masiva de las Condiciones y Política de Uso de Datos de Facebook y pida a todos sus amigos que copien y peguen en sus muros la protesta. Comprobará con asombro… que no pasa nada. 

*marco.gonsen@gimm.com.mx

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