Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

11 Ago, 2014

Shazam

La primera vez que usé un teléfono inteligente lo concebí básicamente como una minicomputadora portátil, con funciones análogas a las de cualquier equipo de casa u oficina: revisar y reenviar correos, actualizar redes sociales, navegar por internet, editar documentos… salvo una función única e inédita que, debo admitir, sí me pareció mágica.

De niño vi El Chavo del 8 y entre los placeres culpables que conservé fue la música de la cortinilla de inicio y cierre, una versión electrónica y ciertamente cómica de la Marcha Turca de Beethoven. Allá por 2009, una aplicación gratuita llamada Shazam aseguraba tener el poder de “adivinar” el título e intérprete de cualquier canción que el smartphone “escuchara”. Pensé que era un truco barato e hice la prueba con la tonada de aquella serie televisiva, tomada de un capítulo encontrado en internet. Activé el programa y acerqué el micrófono del teléfono. Para mi sorpresa, dio el resultado correcto: la melodía se llama The Elephant Never Forgets, interpretada por el tecladista francés Jean-Jacques Perrey. Lo mismo ocurrió con tantas otras pruebas de canciones que hice después, fueran conocidas o no: en todas atinó.

La página oficial de Shazam ubica el año 2002 como el arranque de este fenomenal invento. Con los modestos celulares de aquel entonces, los usuarios debían marcar el número 2580 y poner el aparato frente a la música que se deseaba identificar. Como respuesta recibían un mensaje SMS con el título de la canción y el nombre del artista.

Sin embargo, la historia comenzó dos años antes, según recordó Chris Barton, cofundador de Shazam, durante una conferencia pronunciada en octubre pasado durante el Pioneers Festival de Viena, Austria. En un momento poco apto para crear negocios —acababa de explotar la burbuja de las empresas “punto com”—, Barton y un grupo de jóvenes estudiantes de la Universidad de Berkeley y Stanford concibieron un mecanismo para saber cómo se llama cualquier canción que se escuche en la calle, la radio o el antro, cuya identificación no sea posible en el momento.

No se trataba de una idea descabellada o improbable desde el punto de vista técnico, pues todo archivo digital de sonido genera una especie de ADN, el equivalente de una huella dactilar representable incluso gráficamente. El reto consistía en hacer coincidir la melodía desconocida con un banco de datos por medio de una red móvil, sorteando algunos obstáculos materiales iniciales, como la intromisión de ruidos ajenos o el pitch, la alteración intencional de la velocidad de la pista original.

Una vez pulida la ingeniería de reconocimiento sonoro, lo que siguió fue la fundación de una startup con cuarteles de trabajo en Palo Alto, California, Londres y Munich, trabajando simultáneamente en las patentes de su software y la búsqueda de acuerdos con múltiples empresas para construir la gigantesca base de datos de música que diera viabilidad al negocio, mediante la cual los usuarios pudieran comprar las canciones una vez que las identificaran.

Así, Shazam evolucionó a una compañía de alcance global que, conforme fue creciendo, dejó fuera a sus iniciadores, incluido el propio Barton, cuyo canal de videos en YouTube presenta un corto de seis minutos que narra la epopeya que ayudó a edificar con sus amigos, en el que presume el cheque por 250 mil dólares que recibió del Wells Fargo Bank, uno de sus primeros financiadores.

Para explicar el significado de la marca, Barton citó en su ponencia la definición del diccionario Oxford de lenguaje coloquial: “Shazam: exclamación que sugiere que algo pasa automáticamente o como por arte de magia”. Según esa fuente, se trata de una palabra inventada por prestidigitadores y cuyo origen data de la década de los años 40. De ser así, quizás algo tenga que ver la historieta estadunidense Captain Marvel, publicada por primera vez en 1939, en la que el personaje principal, el niño Billy Batson, se convierte en superhéroe al pronunciar la palabra “SHAZAM”, iniciales de un rey bíblico y otros cinco personajes procedentes de la mitología grecorromana que le transfieren sus respectivas virtudes: Salomón (sabiduría), Hércules (fuerza), Atlas (resistencia), Zeus (poder), Aquiles (valentía) y Mercurio (rapidez).

Más allá de su inspiración legendaria, el conjuro mágico ya dejó de ser patrimonio exclusivo de los dispositivos móviles: desde el 31 de julio las computadoras de escritorio Apple actualizadas al sistema operativo Mavericks cuentan con una versión de Shazam descargable en la Mac App Store, que “escucha” el ritmo proveniente de cualquier programa abierto, sea un navegador, iTunes o Spotify, identifica qué canción es y lo notifica por medio de una ventana emergente que aparece en la esquina superior derecha de la pantalla. Y sin necesidad de decir “abracadabra”.

*marco.gonsen@gimm.com.mx

 

 

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