Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

3 Nov, 2014

El vendedor

Merecería ser conocido con el título del más famoso libro de Og Mandino. Y, sin embargo, Ken McCarthy es hoy un ilustre desconocido con una página web con un diseño básico y una cuenta de Twitter que no llega ni a los tres mil seguidores, ni la milésima parte de lo que acumula cualquier celebridad más o menos respetable.

El sitio www.kenmccarthy.com exhibe una foto suya con el pelo corto y la cara bien afeitada, y en la red social se describe como una persona que aspira a no ser engañada por el azar y que está en búsqueda de la eudemonía, sinónimo de felicidad y plenitud, un término de origen aristotélico pero que apenas fue incluido en la vigésima tercera edición del diccionario de la Real Academia de la Lengua.

Muy distinta imagen a la que tenía el 5 de noviembre de 1994, cuando impartió una conferencia en un salón del Yerba Buena Media Center, en San Francisco, California.  Con el mismo estilo de peinado pero con un cabello que le cubría parte de la frente y las orejas, así como con una tupida barba, McCarthy expuso una serie de ideas sobre internet a un público integrado por editores, publicistas y productores multimedia. A aquella modesta keynote se le identifica ahora como la primera conferencia realmente importante sobre el potencial comercial de la world wide web.

Sosteniendo en la mano un portapapeles con un par de hojas sueltas y con el apoyo de un par de imágenes antiguas mostradas con un proyector, McCarthy desmontó los prejuicios que entonces asolaban a internet, una tecnología que hace dos décadas aún tenía muy poca presencia entre la población en general, y que por eso no se le veía gran futuro.

De entrada, definió a la internet como un medio al igual que la radio, la televisión y la prensa. Advirtió que lo que marcaría su éxito no sería tanto el desarrollo tecnológico —que daba por descontado—, sino la viabilidad de sus contenidos. La clave, dijo, estaría en generar suficientes productos multimedia que provocaran interactividad con los usuarios, un factor inexistente en los CD-ROM dominantes de esos años. Así, en aquel histórico discurso se avizoró una nueva economía en la que las compañías —y no sólo ellas— contactarían directamente a los consumidores, sin intermediarios.

McCarthy insistió en que los usuarios de internet se conectarían íntimamente con este nuevo medio si lograba tener una programación atractiva y con sentido. “Nadie asiste al cine para ver la tecnología de las películas, van por la historia y la acción”, sentenció categórico. Para ejemplificar este concepto recurrió a la portada de una vieja revista de 1925 que muestra la ilustración de un hombre feliz que escucha con audífonos un receptor de radio sin una caja que cubra su interior, dejando ver todo un amasijo de cables enredados. McCarthy preguntó cuánta gente sabe qué hay adentro de un aparato de radio o a cuánta le interesa conocer cómo funciona, y él mismo se respondió: “A nadie le importa. Y así es como debería ser y será la internet”.

Una reciente entrevista a Michael Senoff dio forma a un pequeño ebook con el larguísimo título Tres grandes secretos para hacer dinero que puedes usar justo ahora para poner efectivo en tu bolsillo... incluso en una economía rota, publicado hace casi dos años, en el que McCarthy recuerda la reacción que tuvieron dos grandes grupos de desarrolladores multimedia sobre la conferencia que pasado mañana cumple 20 años. Uno apoyó con entusiasmo sus teorías y otro consideró contundentemente que eran estúpidas. Esto último no era raro si se tomaba en cuenta que incluso los grandes titanes de Silicon Valley pensaban entonces que internet era una pérdida de tiempo, una distracción que carecía de todo rumbo.

Un artículo publicado en febrero de 1996 en el periódico local The New Fillmore refiere algunos apuntes biográficos sobre McCarthy, cuya historia familiar —ser hijo de un ejecutivo corporativo especializado en informática— se combinó con su formación en antropología por la Universidad de Princeton y una intensa afición por el jazz. Al concluir sus estudios dio clases de lectura rápida y trabajó en Wall Street con ingenieros que desarrollaron un software de comercio en línea. Así, juntó el suficiente dinero para fundar una pequeña empresa de postproducción de sonido, cuyos mayores logros fueron editar el audio para un video de la entonces desconocida modelo Cindy Crawford y la pista sonora de la película Como agua para chocolate, del director mexicano Alfonso Arau.

Lo que siguió, ser el gurú del comercio electrónico, eso sí le salió a pedir de boca.

*marco.gonsen@gimm.com.mx

 

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