Confían más en los republicanos administrar la economía de EU

Los votantes conceden poco mérito a Obama por el enriquecimiento de Estados Unidos porque, en general, no lo han sentido
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Aunque el ingreso medio se desempeñó casi igual de mal bajo el gobierno de Bush que bajo el de Obama, hay una diferencia importante. Foto: AP
Aunque el ingreso medio se desempeñó casi igual de mal bajo el gobierno de Bush que bajo el de Obama, hay una diferencia importante. Foto: AP
Los arduos esfuerzos del Presidente Barack Obama para evitar ser un presidente de guerra han fallado. Sin embargo, a los votantes les importa más la economía que el Medio Oriente, y en ello Obama parecería tener una buena historia que contar.
 
Las cifras de los titulares son impresionantes: Tanto la producción como el empleo han superado sus niveles máximos previos a la recesión y la tasa de desempleo, en 6.1 por ciento, ha caído lo suficiente para inspirar a la Reserva Federal a debatir, abiertamente, cuándo elevar las tasas de interés. 
 
Bajo el gobierno de Obama, ha sido aún peor: el PIB subió 8 por ciento y el ingreso medio bajó 4 por ciento, según la Oficina del Censo y Sentier Research, un grupo privado.
 
Aunque el reporte de empleos más reciente fue desalentador, las nóminas privadas han crecido en 10 millones de empleados en los últimos cuatro años y medio, la racha ininterrumpida más larga en la historia.
 
Sin embargo, pese a todas las noticias económicas positivas, Obama aún no ha cosechado alguna recompensa política. Su índice de aprobación, en 43 por ciento, es obstinadamente bajo. Solo 39 por ciento de los votantes aprueba su manejo de la economía, según Yougov, mientras que 56 por ciento lo desaprueba. Notablemente, ahora confían en los republicanos más que en los demócratas para administrar la economía.
 
Los votantes conceden poco mérito a Obama por el enriquecimiento de Estados Unidos porque, en general, no lo han sentido. No solo la recuperación es matizada por los estándares históricos, sino que una desigualdad cada vez más amplia significa que la familia media – una en la parte media del rango de ingresos – está mucho peor que el promedio, que es el ingreso total dividido entre el número de familias.
 
Ken Hodges de Murfreesboro, Tennessee, piensa que Obama derrochó dinero rescatando a los bancos y a las empresas fabricantes de autos, “pero no ha ayudado para nada a la gente de la clase obrera”.
 
Hodges hacía guitarras para ganarse la vida, pero el negocio cayó en picada después de la crisis financiera, al igual que sus inversiones. Ahora vende almuerzos desde un puesto de comida ambulante en Nashville y, entre el costo de la carne, el combustible y los miles de dólares que gasta en permisos, estima que gana 20 por ciento menos que en 2007.
 
“Estoy yendo lento pero seguramente a la quiebra”, dijo, “aunque estoy trabajando como loco”.
 
La desigualdad empezó a ampliarse realmente a principios de los años 80. Durante dos décadas, sin embargo, el crecimiento general siguió siendo lo suficientemente saludable para impulsar a la familia media. 
 
Durante los primeros seis años del presidente Ronald Reagan en el poder, el PIB creció 22 por ciento, mientras que el ingreso medio creció solo 6 por ciento. Durante los primeros seis años del presidente Bill Clinton, el PIB creció 24 por ciento y el ingreso medio solo 11 por ciento.
 
El crecimiento empezó a desacelerarse en la década de 2000, socavando tanto al promedio como al medio. En los primeros seis años del presidente George W. Bush, el PIB se elevó 16 por ciento pero los ingresos medios en realidad cayeron 2 por ciento. 
 
Bajo el gobierno de Obama, ha sido aún peor: el PIB subió 8 por ciento y el ingreso medio bajó 4 por ciento, según la Oficina del Censo y Sentier Research, un grupo privado.
 
Aunque el ingreso medio se desempeñó casi igual de mal bajo el gobierno de Bush que bajo el de Obama, hay una diferencia importante. Durante la primera parte de la década de 2000, los consumidores pudieron pedir prestado fácilmente, gracias a los crecientes precios de las propiedades. 
 
Entre 2001 y 2007, el valor neto real de la familia media se elevó en 19 por ciento, a 135,400 dólares. Sin embargo, el colapso de la burbuja inmobiliaria le hizo desplomarse. 
 
Para 2013, era de 81,200 dólares, menos que en 1989. Mientras tanto, el valor neto medio de las familias estadounidenses ha aumentado en 60 por ciento desde 1989, a 534,600 dólares, gracias a la creciente fortuna de quienes están en los niveles superiores.
 
Los esfuerzos por parte de la Fed para apoyar a la economía han impulsado los precios de las acciones y la vivienda, pero los beneficios han eludido a muchas familias. Solo 65 por ciento era dueño de su propia casa en 2013, comparado con 69 por ciento en 2007. 
 
Menos poseían acciones o fondos mutuales fuera de sus cuentas de retiro. Incluso la impresionante declinación en el desempleo ha tenido lugar en parte porque muchas personas han renunciado a buscar trabajo y, por tanto, no se les cuenta como desempleadas. En recuperaciones anteriores, la tasa de participación en la fuerza laboral se elevaba aun cuando el desempleo caía. Esta vez ha caído.
 
Los votantes tienden a culpar al presidente de los malos tiempos y atribuirle los buenos, sin importar la causa real. Por ello, los índices de aprobación presidenciales dependen mucho del ingreso familiar medio. 
 
Obama no estuvo en la boleta electoral en noviembre, pero la historia sugiere que los votantes ventilaron sus frustraciones contra su partido, como lo hicieron contra los republicanos en 2006, cuando el índice de aprobación de Bush era incluso peor que el de Obama ahora.
 
La economía y la popularidad presidencial no lo son todo, por supuesto. El índice de aprobación de Ronald Reagan era de más de 60 por ciento en 1986, pero los republicanos aun así perdieron el control del Senado, gracias a las peculiaridades del calendario electoral. Los senadores cumplen mandatos de seis años, y cada dos años un tercio de ellos enfrenta una elección. Muchos novatos republicanos ganaron contiendas para el Senado en estados demócratas en medio del derrumbe de Reagan de 1980. Seis años después, sin embargo, pocos pudieron aferrarse a sus escaños.
 
Obama tiene el peor de ambos mundos. No solo los votantes se sienten abatidos, sino que también los demócratas estaban luchando para aferrarse a varios escaños del Senado en estados republicanos, como Arkansas.
 
Los votantes disgustados pudieran ser receptivos ante alternativas radicales. Hodges, el operador del puesto de comida ambulante de Tennessee, desprecia a los demócratas y a la mayoría de los republicanos, pero votaría por el senador Ted Cruz (republicano de Texas, un populista del Tea Party, si pudiera. Cook recientemente aconsejó a algunos banqueros que tengan la esperanza de que los demócratas nominen a la ex secretaria de Estado Hillary Clinton para la presidencia en 2016, porque la alternativa es la senadora Elizabeth Warren (demócrata de Massachusetts), crítica de los banqueros.
 

La energía y pasión del Partido Demócrata se inclina mucho más a la izquierda que Hillary”, dice Cook.
 
En sus discursos, Obama ofrece bocados de populismo económico dirigidos a la base demócrata: un salario mínimo más alto, alivio de la deuda para los estudiantes y una ley que haga que el salario desigual para las mujeres sea aun más ilegal de lo que ha sido desde 1963. Además, el 22 de septiembre, la Casa Blanca anunció reglas para impedir que las compañías trasladen sus oficinas centrales al extranjero para evitar impuestos.
 
Esas políticas pudieran reducir marginalmente la desigualdad, pero no hacen nada para impulsar al crecimiento subyacente.
 
Una apuesta mejor sería al libre comercio, la reforma fiscal, más dinero para infraestructura y para capacitación y una revisión de derechos como el seguro por discapacidad. Muchos de los desempleados terminan cobrando beneficios de discapacidad y nunca regresan al trabajo, otra razón por la cual ha caído la participación de la fuerza laboral.
 
Aun cuando el Congreso cooperara, llevaría años que esas políticas rindieran frutos. Sin embargo, sondeos realizados por Global Strategy Group, una consultora demócrata, sugieren que los votantes prefieren un candidato que prometa un crecimiento más alto que uno que prometa reducir la desigualdad.
 
Qué lástima, ningún partido tiene planes factibles para eso.
 
#kgb 
 
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