Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

1 Dic, 2014

Datos o gatos

Visto a ojo de pájaro, el sitio richmondstandard.com tiene el diseño de un típico portal de noticias comunitario, en este caso con información local de interés para los pobladores de la ciudad de Richmond, California. Contiene reportajes y notas de servicio sobre cómo incrementar la seguridad personal y vecinal, actividades escolares y comerciales,  historias de éxito de sus habitantes y las clásicas secciones de deportes, espectáculos y comida. Lo peculiar de este medio es que no está soportado por ninguna empresa periodística, sino que fue lanzado en febrero pasado por el gigante petrolero estadunidense Chevron, cuya refinería es la principal proveedora de empleo en aquella localidad.

No se trata de un “sitio oficial” con información de la compañía, aun cuando ésta tiene una sección en la que expresa su voz, sino que está concebido como un canal de vinculación con la comunidad con la que ha tenido una relación ríspida. Un análisis del San Francisco Chronicle destaca que Richmond Standard fue recibido con críticas de que es un intento de lavar la imagen de la empresa, acusada de provocar contaminación ambiental en la ciudad, aunque también reconoce que ha abordado asuntos que nunca tocó la prensa tradicional.

Chevron contrató para este esfuerzo al periodista Mike Aldax, exredactor del San Francisco Examiner, quien sin mucho rubor declaró al sitio East Bay Express que este proyecto pionero ofrece un nuevo modelo para el futuro del periodismo, uno financiado directamente por las corporaciones en el que no hay conflicto de interés mientras se publique información que sirva al ciudadano común.

Con apenas unos 340 seguidores en Twitter, en poco más de nueve meses, no parece que Richmond Standard haya avanzado mucho en su cometido. Sin embargo, forma parte de una tendencia en la que grandes firmas recurren a las herramientas del periodismo clásico y digital para crear con habilidad un género inclasificable de marketing que, en otros casos, sí combina eficazmente noticias, promoción y captación de clientes.

Así lo establece el sugerente texto firmado por Michael Mayer y que es el plato fuerte del número de noviembre-diciembre de la revista Columbia Journalism Review,  que disecciona el caso de Purina. A través de la página PetCentric, la conocida marca de alimento para mascotas ha integrado un curioso equipo de redactores, diseñadores y community managers quienes, al estilo del portal sensacionalista de espectáculos TMZ, están como sabuesos a la caza de cuanto video, fotografía y meme de perros y gatos circule por la red.

Con un tráfico de 38 millones de visitantes al mes vía Facebook, PetCentric aplica con éxito las estrategias de viralización de contenidos que han hecho famoso a BuzzFeed y The Huffington Post, y sus integrantes han sabido sostener una interacción constante y efectiva con sus usuarios, a quienes responden dudas sobre cuidados veterinarios, sugieren cómo consentir mejor a los animalitos e incorporan sus peticiones para la elaboración de más noticias. Sus colaboradores trabajan con la intensidad de cualquier sala de redacción habitual, sin que parezcan contagiados de estrés.

Mayer reconoce como un aspecto saludable la transparencia con que estos sitios se conducen, aclarando perfectamente a quién sirven, pero advierte el riesgo que esta moda entraña para un periodismo como guardián del interés público. Primero, la ruptura del esquema clásico en el que anuncios e información aparecían en el mismo espacio en compartimentos claramente separados, y su sustitución por una línea borrosa que, en el caso de Purina, no parece preocupar mucho a los consumidores. Y, más grave, este modelo anula todavía más el papel de los medios y los periodistas como intermediarios entre los actores públicos y el ciudadano común. Si una empresa puede conseguir por sí misma la audiencia necesaria para vender su producto, ¿para qué invertir en publicidad?

El futuro se antoja así cada vez más complicado para los diarios impresos en papel en Estados Unidos que, en su transición a lo digital, recurren a fórmulas de información pagada como otra fuente legítima de ingresos. Al respecto, Meyer valora positivamente una experiencia reciente de  The New York Times, que en junio publicó, bajo la firma de Melanie Deziel, un espléndido y bien documentado reportaje sobre las dificultades que padecen las mujeres presas en Estados Unidos en un modelo carcelario diseñado para hombres, una situación que facilita aún más la comisión de abusos contra ellas. Con una prosa impecable, datos duros estadísticos confiables, propuestas de especialistas y testimonios de implicados, el legendario rotativo aclaró explícitamente que es una nota patrocinada por Netflix para promover su serie Orange is the new black.

En tanto se sepa si ésta será la fórmula que logre salvar al periodismo de datos, por lo pronto Purina ya probó cuán lucrativo puede ser el periodismo de gatos.

*marco.gonsen@gimm.com.mx

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