Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

19 Ene, 2015

Galletas

Es probable que muy pocas personas recuerden el rostro del actor húngaro Janos Prohaska, nacido en 1919 y muerto a los 54 años en un accidente de aviación, a pesar de haber desarrollado una prolífica carrera con más de 300 apariciones en la televisión estadunidense en títulos de alcance global como Viaje a las Estrellas, Tierra de Gigantes y Perdidos en el Espacio.

La razón es sencilla: Prohaska siempre estuvo detrás de un disfraz. O mejor dicho, en el interior de una botarga. Su trayectoria como doble de actuación (stuntman) y diseñador de vestuario está relatada de forma épica en el sitio www.harpiesbizarre.com, que lo describe como el favorito de Hollywood para dar vida a animales salvajes y bestias amenazadoras. Fue un pájaro dodo gigante en Hechizada, un gorila en La Isla de Gilligan y una osa que baila con el mismísimo Herman Munster. Tan inspiradora debió ser la carrera de Janos Prohaska que su nombre fue elegido para bautizar al personaje principal de Blackhawk, historieta de la editorial DC sobre pilotos de guerra, en la versión ideada por Howard Chaykin en 1987.

Su mayor legado, sin embargo, procede de su participación de 1969 en el show cómico-musical del cantante Andy Williams. Prohaska interpretaba ahí a Cookie Bear, un oso que fastidiaba al anfitrión del programa tocando a la puerta de su casa y rogándole que le regalara galletas. Williams se las negaba siempre de mala manera y eso daba pretexto a que se repitiera el sketch en el siguiente episodio y en el subsecuente, y así ocurrió hasta que la serie fue discontinuada en 1971.

Justo en ese año, la rutina del frustrado plantígrado inspiró a empleados de la corporación Xerox para llamar cookies a los paquetes de información que dan cuenta de la utilización que se le da a un programa computacional, una metáfora en la que los datos incorporados por el usuario son una especie de migajas tiradas en el suelo que dan cuenta de la ruta que utilizó, al estilo del cuento clásico Hansel y Gretel.

Así lo rememora el investigador británico Tom Chatfield en su libro Netymology: from apps to zombies: a linguistic celebration of the digital world (2013) en el que también recuerda la etimología de la palabra en su sentido culinario: cookie llegó al idioma inglés a principios del siglo XVIII proveniente de la palabra holandesa koekje, que significa "pequeño pastel". Pero su incorporación de lleno al lenguaje de la informática ocurrió en 1994 y se le debe acreditar a Lou Montulli, en ese entonces un joven programador de la firma Netscape, quien se dio cuenta de que usar estos paquetes de migajas representaba un enorme potencial para mejorar el funcionamiento de los sitios de internet.

Desde entonces, la palabra cookie está plenamente identificada con el mecanismo que habilitan las páginas web para memorizar las actividades del cibernauta y que, si así lo desea, le ahorran estar escribiendo todo el tiempo la contraseña para ingresar a su correo o el número de la tarjeta de crédito para compras en línea. Una utilidad que, desde luego, vuelve deliciosa la navegación en la red, pero que también puede ser vehículo de indigestiones.

Una de ellas fue descubierta a mediados de diciembre por la firma Check Point, que alertó de Misfortune Cookie, una falla de seguridad que data de 2002 pero que recién descubrió, y que volvió vulnerables los datos de 12 millones de computadoras domésticas y de pequeñas empresas en 189 países, gracias a que varias marcas de routers caseros no fueron dotados de suficientes candados a prueba de hackers ávidos de infectar máquinas ajenas o de sustraer su contenido.

En la página mis.fortunecook.ie se presenta un mapa de los países afectados y una escala de 1 a 5 iluminada con diversas tonalidades de rojo, de acuerdo con el grado de vulnerabilidad al que están expuestos (la de México debiera preocupar, pues está en el nivel 4). Aunque ya pasó un mes de este reporte y no se conoce de un caso grave o severo de robo cibernético masivo, CheckPoint recomendó encriptar de la manera más compleja posible la información personal relevante.

Tampoco dejó buen sabor de boca la denuncia publicada recientemente por el periódico digital ProPublica de que una compañía llamada Turn utiliza cookies de rastreo que, literalmente, vuelven a la vida una vez borradas por los usuarios (y que por esa razón se les conoce como zombies), las cuales monitorean los hábitos de los clientes de la compañía telefónica Verizon, una información que presuntamente se utilizaría para crear publicidad dirigida. Esta práctica finalmente fue suspendida tras la revelación del reportaje.

Como sea, la memoria de Prohaska está más que reivindicada: las cookies ya adoptaron la forma de monstruos aterradores o de impertinentes osos incapaces de respetar la privacidad.

*marco.gonsen@gimm.com.mx

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