Oriente Medio pende de un hilo por la guerra de Yemen

El riesgo de que las exportaciones petroleras de Arabia Saudita, y de otros países del Golfo Pérsico, sufrieran disrupciones hizo que los precios del crudo repuntaran con virulencia la semana pasada
Economía -
La guerra de Yemen enreda el polvorín de Oriente Medio. Foto Archivo
La guerra de Yemen enreda el polvorín de Oriente Medio. Foto Archivo

CIUDAD DE MÉXICO.- No fue a través de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) sino de la guerra, como los países árabes lograron estabilizar los precios del crudo y provocar un aumento en sus cotizaciones.

En esa tumultuosa región de Oriente Medio, un venenoso avispero de intereses petroleros, regímenes autócratas, un amplio arcoíris de grupos extremistas islámicos (Al Qaeda en sus diferentes versiones, el Estado Islámico, Hezbollah, los huthis), y reivindicaciones democráticas de una sociedad cansada de guerras y dictadores, el último conflicto ha estallado en Yemen, un pequeño país situado al sur de la península arábiga.

Ese conflicto, que dentro del marasmo general de la zona parecía relativamente menor, ha venido a complicar aún más una situación geopolítica, ya de por sí caótica, y ha provocado una reacción al alza en los precios del petróleo mayor al de otros conflictos de aparente mayor calado.

Así, la cotización del crudo producido en Texas, West Texas Intermediate (WTI), trepó la semana pasada un suculento 6.9 por ciento, su mayor incremento para una semana desde julio de 2013.

¿Por qué?

Las razones son la situación estratégica de Yemen y los desequilibrios que puede provocar entre los dos grandes grupos confesionales que dominan la región: los suníes y los chiíes.

Yemen, una de las naciones más pobres de entre los países árabes, no es muy representativo dentro de la producción de crudo. A pesar de los recientes hallazgos petroleros, su producción es marginal: extrae 133 mil barriles al día, sólo seis por ciento de lo que bombea México, o 0.2 por ciento de la producción mundial, lo que lo coloca en un lejano puesto 39 de entre los países productores.     

Dicho país hace frontera, en el oriente, con Omán, y al norte con Arabia Saudita. El resto es mar: en el sur el mar de Arabia, y en el oeste el mar Rojo. La unión entre ambos mares se realiza a través del estrecho de Bab-el-Mandeb, con un ancho de 29 kilómetros.

Implicaciones

Pues bien, si alguien se ha puesto nervioso por el conflicto de Yemen es Arabia Saudita, el mayor exportador de petróleo del mundo. La guerra le afecta por dos lados: económico y político/religioso.

Por el lado económico, el conflicto puede hacer peligrar el tráfico marítimo a través del estrecho de Bab-el-Mandeb. Según la Administración de Información de Energía de Estados Unidos, cerca de 3.8 millones de barriles al día atravesaron el estrecho de Bab-el-Mandeb en 2013, en dirección al Canal de Suez, lo que representa cerca de siete por ciento del comercio petrolero mundial por mar, lo que lo sitúa como el cuarto estrecho más importante del mundo.

Más allá del petróleo, 20 por ciento del comercio marítimo pasa por Suez. Cualquier altercado que cierre el estrecho forzaría a los navíos a rodear África para llegar a sus destinos europeos y americanos, retrasando el suministro de crudo.

Así, el riesgo de que las exportaciones de Arabia Saudita y de otros países del Golfo Pérsico sufrieran disrupciones hizo que los precios del petróleo repuntaran con virulencia la semana pasada.

El político/religioso puede ser aún más preocupante, dado que puede desestabilizar a toda la región, radicalizar el sectarismo que ya existe suníes y chiíes, y confrontar a las dos grandes potencias musulmanas de la región: Arabia Saudita (suní) e Irán (chií).

La situación es muy compleja. Ambos países tienen que entenderse dentro del marco y la estrategia de la OPEP.

Sobreoferta estadunidense

Aquí el enemigo es común, y se trata de Estados Unidos. Ha sido el uso de la técnica de fracking y los pozos horizontales, lo que ha revolucionado la producción de crudo de Estados Unidos y  ha minado el protagonismo y poder de la OPEP para conducir los precios del petróleo. Pero ahí mostraron unidad: la propuesta de Arabia Saudita de no reducir las cuotas de producción fue respaldada, tras algunas reticencias, por Irán.

Ahora bien, en términos políticos el principal aliado de Estados Unidos es Arabia Saudita y su mayor rival es Irán, cuyo programa nuclear y afán expansionista genera inquietud en la región, incluyendo a Arabia Saudita e Israel.

Estados bélicos

Desde que Sadam Hussein, que mantuvo durante muchos años en el poder a la minoría suní de Irak, fue derrocado, la comunidad chií ha ido ganando preponderancia: gobierna Irán, pero también en las capitales de Irak, Siria, Líbano y ahora trata de alcanzar el gobierno de Yemen. 

Así las cosas, la revuelta chií de Yemen desestabiliza políticamente la frontera sur de Arabia Saudita, quien ha acusado a Irán de infiltrar entre los rebeldes, una milicia llamada Huthi, a contingentes de la Guardia Revolucionaria iraní y del grupo chií libanés Hezbollah.

La respuesta militar de Arabia Saudita la semana pasada fue contundente: la “Operación Tormenta Decisiva” contó con el apoyo logístico de Estados Unidos y las fuerzas militares de las monarquías suníes del Golfo Pérsico, grupo de países que constituyen el Consejo de Cooperación del Golfo (salvo Omán, que preservó su tradicional neutralidad). Dicha coalición, como la OTAN, interviene cuando uno de sus miembros se ve amenazado. La condena al ataque provino, como era de esperar, de Irán y sus aliados: Siria, el grupo de Hezbollah en Líbano, y el gobierno chií de Irak.

La guerra de Yemen, por tanto, hace saltar por los aires la alianza que, de manera circunstancial, se conformó entre Estados Unidos y todos los países de Oriente Medio que se levantaron en contra del Estado Islámico (EI), un grupo yihadista de confesión suní que quiere hacerse con el control de Irak y Siria.

Por el lado chií, los gobiernos de Irak y Siria apoyaron los bombardeos estadunidenses porque se encontraban al borde de la postración en tanto Irán, también amenazada por los extremistas islámicos, daba su beneplácito. Por el lado suní, Arabia Saudita y sus aliados se protegen también del Estado Islámico sabiendo que su petróleo y lugares santos son codiciados por los extremistas.

El curso del conflicto y las negociaciones

Ahora, con la guerra de Yemen, se están dando situaciones inverosímiles y hasta absurdas: la semana pasada, la aviación estadunidense atacaba Tikrit para asistir a las milicias chiíes de Irak e Irán contra el Estado Islámico, y al mismo tiempo ayudaba a las fuerzas de Arabia Saudita a combatir a los huthies, aliados de Irán. Por otro lado, Estados Unidos busca cerrar un acuerdo con Irán para levantarle algunas sanciones económicas a cambio de un mayor control sobre su programa nuclear.

De toda esta situación rocambolesca se pueden sacar tres conclusiones.

En primer lugar, el petróleo de momento está a salvo. Cuando el Estado Islámico puso en riesgo las reservas de Irak, Obama sacó los aviones, y ahora que estaba amenazado el estrecho de Bab-el-Mandeb y su comercio marítimo Estados Unidos no dudó tampoco en intervenir.

Por tanto, el rebote de la semana pasada puede resultar efímero en tanto no derive en un enfrentamiento abierto entre Arabia Saudita e Irán (con sus respectivos aliados).

En segundo lugar, que Estados Unidos, cuatro años después de la Primavera Árabe, no tiene una estrategia de largo plazo en Oriente Medio, y no la tiene porque, entre otras razones, es imposible. La región es un completo puzle, un caos total, con muchos flancos abiertos y una escalada de luchas locales que atraviesan las fronteras, y en la que lo único que tiene claro es que hay que combatir a los grupos extremistas y preservar la estabilidad política, aunque sea a veces favoreciendo a autocracias (caso de Siria) a costa de la democracia.

Por tanto, de momento sólo le queda improvisar políticas conforme surgen las crisis individuales.  

En tercer lugar, ahora mismo ésa es la mejor política, tanto para la estabilidad del mercado petrolero como para el equilibrio regional, dado que el mayor beneficiario de un mayor caos sería Al Qaeda y otros grupos terroristas, con los peligros que implica para la seguridad mundial.

Lo único bueno de todo esto es que la mezcla mexicana, con el conflicto de Yemen, también rebotó la semana pasada, aunque quizás sea sólo de manera pasajera. La mezcla ganó 5.5 por ciento la semana previa y acabó cerca de 47 dólares por barril. 
 

* Experto en energía de llamadinero.com

 

 

 

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