Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

8 Abr, 2015

Desde este mes los suscriptores de Netflix pueden ver la cinta Atari: Game Over.

Los doctores entierran sus errores, dice un conocido refrán. ¿Y los diseñadores de videojuegos? También. Al menos esa es la historia de Howard Scott Warshaw, de 57 años, quien hoy se gana la vida como sicoterapeuta pese a su formación inicial de ingeniero, gracias a una terrible experiencia que lo condenó –injustamente– a ser recordado como el sepulturero de toda una industria.

Warshaw es el protagonista principal de Atari: Game Over, el espléndido documental dirigido por Zak Penn y cuya filmación levantó polvo hace ya casi un año por lograr que se autorizara excavar en un vertedero de desechos en el desierto de Alamogordo, Nuevo México, para corroborar qué tan cierta era la leyenda urbana de que en 1983 fueron enterrados ahí millones de cartuchos del fracasado videojuego inspirado en la película ET: El Extraterrerestre, de Steven Spielberg.

La película reconstruye dos momentos históricos que se van alternando a lo largo de una hora de relato. El primero, narrado a manera de flashbacks, reconstruye el origen, auge y caída de la primera compañía fabricante de videojuegos, fundada por Nolan Bushnell en 1972; el segundo cuenta las gestiones de un grupo de arqueólogos de la modernidad en pos de obtener el permiso para una excavación no recomendada por ambientalistas, temerosos de que semejante frivolidad destapara accidentalmente un depósito de gases de mercurio o algún otro material tóxico.

Aun cuando hablan una veintena de protagonistas, como es usual en este género, el hilo emocional del relato lo conduce Warshaw, víctima de la infamia, paradójicamente, a causa de su talento. Zak Penn lo lleva a recorrer las antiguas instalaciones de Atari, que no había visitado en tres décadas y a las que llegó, por primera vez, el 11 de enero de 1981 llevando consigo un cigarrillo de mariguana, para estar a tono con una empresa famosa por sus prácticas laborales lúdicas y poco ortodoxas. Por supuesto, fue invitado de primera fila en la excavación de Alamogordo del 26 de abril de 2014, en una experiencia que literalmente le produjo un nudo en la garganta, y no por la polvareda provocada por el viento y las máquinas dragadoras.

Entre ambos conmovedores momentos está la historia de un entusiasta desarrollador de software que vio en el diseño de videojuegos el trabajo para el que había nacido y que aportó a Atari dos exitosos títulos, Yar's Revenge y Raiders of the Lost Ark,  vendedores cada uno de un millón de copias. Este mérito lo hizo candidato a un desafío imposible: diseñar en sólo cinco semanas —cuando el tiempo mínimo habitual era de seis meses— la adaptación de E.T para la consola 2600, justo a tiempo para la temporada navideña, reto que sólo aceptaría si Spielberg aprobaba la versión final.

Aun con el reloj en contra, Warshaw se rehusó a replicar la mecánica de algún título ya probado tipo Pacman y optó por crear un universo complejo que al final desesperaría a los jugadores. El cartucho se desplomó en un agujero profundo, semejante al que atrapaba a E.T en la mecánica del juego, y con el paso del tiempo fue acumulando devoluciones y desprestigio. Su fracaso aceleró la quiebra de una compañía que ya había cometido otros errores de estrategia empresarial. Sin embargo, la leyenda pintó a Warshaw como el culpable único, golpe del que ya no se repuso y que lo obligó a abandonar su vocación y sobrevivir ejerciendo múltiples oficios, entre ellos el de agente inmobiliario.

(Penn redime a Warshaw como el primer diseñador de videojuegos que tuvo su crédito como tal dentro de Atari, aunque en realidad fue beneficiario de una batalla que dieron colegas suyos que abandonaron la compañía al no obtener un reconocimiento similar al de los autores de libros y películas. Su lucha cristalizó en la aún exitosa desarrolladora Activision, fundada formalmente en octubre de 1979 pero que el próximo 25 de abril cumplirá 35 años de abrir su oferta al público).

Atari: Game Over fue producida por Xbox Entertainment Studios como uno de los seis episodios de una serie sobre tecnología que tentativamente se llamaría Signal to Noise. Sería distribuida en exclusiva para usuarios de dispositivos de Microsoft, como parte de un ambicioso proyecto que pretendía convertir a la consola Xbox One en un centro único para el consumo de entretenimiento visual y auditivo. Un severo recorte financiero echó bajo tierra la estrategia y los estudios fueron clausurados en octubre pasado. Por fortuna, el documental concluyó su posproducción y desde abril forma parte del catálogo de Netflix México.

“Exhumar” es sinónimo de desenterrar y significa también “sacar a la luz lo olvidado”. Justo aplica para la trayectoria de un pionero del entretenimiento moderno que merece ganar la batalla final por recuperar su prestigio.

*marco.gonsen@gimm.com.mx

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